VERACRUZ.—En unos Juegos Centroamericanos y del Caribe la expresión de los músculos, cual arte danzario y jadeante en pos de llegar primero a la meta, se mezcla con el acervo cultural de los pueblos que acogen la fraternal liza y es entonces, como sucede aquí, que comenzamos a vernos similares, incluso a decir que nos parecemos, y claro que nos parecemos.
Aunque las grandes avenidas son conocidas en esta región como boulevard, la que serpentea a toda Boca del Río es casi una copia fiel del malecón habanero y su muro, al igual que el de la capital de la Mayor de las Antillas, es testigo del goce de la juventud y de cantatas románticas de juglares o de amores que nacieron a la orilla del mar, al compás de una melodía o de la letra de una canción como Solamente una vez o Noche de Ronda, que se han empeñado en llegar hasta nuestros días, porque cualquier tiempo tiene oídos para esas mortales composiciones.

De crear esas inmortales piezas de la cancionística hispana se encargó un hombre que le cantó a España (recordar Granada, tu pueblo está lleno de hermosas mujeres…), sin haber pisado la península ibérica. Agustín Lara tiene un lugar no solo en Veracruz, donde siempre dijo que había nacido, aunque otros aseguren que fue la capital mexicana, sino en toda América.
Aquí, los veracruzanos lo tienen como un hijo y muy cerca del mar y a unos metros del muro que lo delimita, está la Casa Museo Agustín Lara, que honra la memoria de quien fue conocido también como el poeta y el Flaco de Oro. Y allí nacieron ante nuestros ojos otras coincidencias con los Juegos Centroamericanos y del Caribe.
En 1926 ya cantaba en algunos bares, pero fue en ese año, justo en el que la Ciudad de México organizaba los primeros Juegos, que Lara registra su primera canción, La prisionera. Si no bastarán las concomitancias, es en 1930, cuando La Habana acogía la segunda edición multideportiva, que comienza su carrera artística con un programa de radio llamado La hora íntima de Agustín Lara.

El hombre de María Bonita, letra que le sacó del corazón la bella actriz mexicana María Félix, lo encontramos en su amistad con el más importante futbolista veracruzano Luis “Pirata” de la Fuente, cuyo nombre lleva el estadio donde fueron inaugurada el pasado viernes esta fiesta; o con Roberto “Beto” Avila, destacado pelotero de esta ciudad y a quien Veracruz honra llamando así a su estadio de béisbol, lugar en el que Cuba derrotó a Puerto Rico en su debut en esta justa.
Veracruz no está en el Caribe, sin embargo, tirar un pasillo en sus calles o plazas, puede hacerle pasar un susto al mejor bailador de ritmos caribeños. La cultura jarocha ha enseñoreado en esta geografía a la rumba y el danzón, como si estas hubieran pedido carta de nacionalización en estas costas bañadas por el Golfo de México, que hospeda a los carnavales más famosos de este país.

Donde se celebran estos Juegos, la música es vida y los músicos juglares —al decir del artista veracruzano de más de cuarenta años de vida artística, Alberto de la Rosa Sánchez— convierten situaciones difíciles o dramáticas en ingenioso humorismo y jocosas aventuras, destacando la facilidad para improvisar un verso en el que alude a algún personaje de la reunión o a alguna situación del momento. Y, además de la similitud de la avenida costera con el malecón habanero, nos acerca también la manera de disfrutar y bailar el son.
Salsa, cumbia, rumba, calipso, merengue, mambo, reggae, guaracha, vallenato, timba o bachata, se dan la mano con carreras, remates, jonrones, encestes, saltos o levantamientos de de pesas, ara armar un mosaico inconfundible de armonía cultural de nuestros pueblos con toda su sangre indígena, española y africana.
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