Hoy me levanté muy temprano, eran cerca de las 5 am. Me apresuré a tomar el teléfono y conectar los datos móviles para saber las últimas informaciones del incendio en Matanzas.
La noticia de la explosión del segundo tanque me explota también en la cabeza, y aunque leo que el tercero se mantiene aun incólume, se me aprieta el pecho pensando si podremos o no parar las llamas antes de que se traguen también ese depósito.
Me da miedo leer, no quiero encontrar la triste noticia de más lesionados o desaparecidos por esta otra explosión. Me alivio al saber que la mayoría de las fuerzas habían sido evacuadas del lugar y que entre los que trabajaban sólo hubo lesiones leves.
Me tomo un instante para pensar en mis colegas, me enorgullezco de ellos, están allí pie en tierra, con la misma valentía que los bomberos, rescatistas, especialistas, técnicos, dirigentes. Me digo a mí misma que ojalá la pasión por la verdad, que ojalá el compromiso con el decir oportuno y sincero no los lleve a ser imprudentes y para mis adentros pienso, ¡cuídense mucho!.
Es inevitable no amanecer con tristeza. Pesadamente me levanto de la cama, no por sueño ni modorra, sino porque también el dolor nos corta el cuerpo, nos atraviesa como un virus, como la fiebre.
Hace tres días me parece que no respiro bien, que mi diafragma sube y baja pero el aire sigue ahí, contenido. Hace tres días siento que me ahogo un poco, es inevitable.
Me dirijo a la cocina, en busca de la cafetera, tal vez el aromático líquido me alivie el intermitente dolor de cabeza que me acompaña, que no cede, como las llamas, porque además de todo lo conmovedor del momento, Matanzas abriga hace varios años a un pedazo de mi corazón, mi abuela, mis tíos maternos, mis primos hermanos que son más lo segundo que lo primero. Recuerdo las veces que desde la playa de Peñas Altas vi el en horizonte azul y sereno la Base de Supertanqueros y me imagino ahora lo dura que debe ser esa imagen.
Me digo a mí misma que tengo trabajo atrasado, que debo apresurarme antes de que mi hija despierte y el remolino de sus travesuras se apodere del silencio de la mañana. Terminado el café tomo la computadora, me dispongo a escribir, porque hay que escribir, otros temas ocupan mi agenda laboral.
Lo intento con todas mis fuerzas, pero de lo demás no consigo hilar una oración decente, entonces sin querer nace esta crónica, y mientras me acerco al punto final, siento que mi pecho ahora, respira un poco mejor porque, aun desde la distancia, aun desde lejos, Matanzas duele igual.
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Sena Velez Pradera dijo:
1
8 de agosto de 2022
13:18:59
Milagros Cherta dijo:
2
8 de agosto de 2022
20:32:52
Ana dijo:
3
8 de agosto de 2022
21:13:03
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