Matanzas.-Cuando lastimado en una de sus piernas, a Osmel Santiuste Díaz lo conminaron a alejarse del lugar donde hasta entonces laboraba afanosamente, se puso a salvo quizás de un accidente que bien pudo costarle la vida.
Fue así como eludió las graves consecuencias de la explosión ocurrida alrededor de las cinco de la mañana del pasado sábado.
«Ya me encontraba a unos 300 metros del tanque cuando escuché el estruendo y de pronto sentí un escalofrío al ver el brazo de candela sobre nosotros y a la gente correr espantada».
Este joven bombero, vecino del conocido barrio de Simpson, en la ciudad de Matanzas, recuerda lo sucedido con apariencia calmada, y aunque han transcurrido más 24 horas del lamentable suceso, su rostro denota todavía las huellas del aciago instante y el peso de la tragedia en la que perecieron más de una decena de rescatistas.
«A mí el impacto no me alcanzó del todo, pero noto como si tuviera algo en la cara y detrás del cuello, muy caliente», manifiesta luego de admitir que otros compañeros suyos no corrieron la misma suerte.
«Varios de los bomberos del Comando sí presentan lesiones y quemaduras, tanto leves como graves; fue algo aterrador», expresa de solo pensar en lo ocurrido.
Santiuste Díaz es uno de los bomberos del Comando Especial que presta servicios en la zona, y formó parte del primer grupo de rescatistas que llegó al recipiente incendiado por una descarga eléctrica.
«En cuanto conseguimos llegar al lugar, ya cerca de las siete de la mañana, el tanque ardía en su totalidad y había caído su cúpula de aluminio. Allí estuve por espacio de varias horas y en una arriesgada operación me hice un esguince.
«Lo lamenté mucho, aunque en realidad pienso que ese inconveniente me salvó la vida».
Al verse ya fuera de peligro, Osmel se mostraba, sin embargo, muy preocupado y miraba hacia todas partes como quien busca algo muy querido.
«En medio de aquella situación tan fea yo estaba muy ansioso, y es que no veía por ningún lado a mi papá, que es el jefe del Comando. Luego, cuando al fin nos vimos, me contó que a él le pasó lo mismo, que al escuchar la explosión pensó de inmediato en qué había sido de mí. Entre tanta confusión, apenas si tuvimos tiempo para abrazarnos».
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