ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
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Matthew dejó dolorosas huellas en el reconocido vial; años después, Oscar y Melissa también hicieron lo suyo. Foto: José M. Correa

Alto de Emilita, Guantánamo. –Desplomes de tierra que le han robado espacio a la vía, deformaciones y fisuras que rompen la uniformidad en algunos tramos; también hay losas quebradas que fue necesario demoler.

Hacia el flanco que da al precipicio se ven barandas partidas. En el otro lado ya no resulta raro ver fragmentos rocosos desprendidos de la pared encima del pavimento.

Son seis décadas las que pesan sobre esta maravilla ingenieril de concreto y losas voladas, adherida al abismo a derroche de soluciones técnicas, para abrirse paso entre lomas de apariencias intransitables, desde su terminación en diciembre de 1965.

A cuatro manos, el dios Crono, las inclemencias atmosféricas y económicas, y las venas hidrológicas que vierten desde el interior del macizo y le agregan fragilidad a una geología cuya naturaleza, de por sí, es frágil, le han restado salud al monumental viaducto del Alto Oriente cubano.

 

HERIDAS RECIENTES

Pasó el ciclón Oscar. Casi un año después, cuando cicatrizaban las heridas que le ocasionó a La Farola, llegaron las lluvias de final de septiembre, y luego, de remate, Melissa vino a dejar puntos críticos en dos tramos del vial.

Uno de ellos, en el Alto de Emilita, luce ya despojado de algunos percances, «porque aquí se trabaja duro y sin descuidar detalles», esboza Alean Enrique Jiménez Legrá, técnico al frente de la tarea que se le encomendó a una fuerza de Baracoa, perteneciente a la Brigada Integral 6, del Ministerio de la Construcción en Guantánamo.

«Esto va de campana a campana», refiere Alean; «la comida la traemos cruda, y en la orilla, con ayuda de unos cuantos vecinos aquí, montamos los calderos. Menos mal, porque de la casa salimos oscuro y casi siempre regresamos de noche».

Dice que, por estos días, cuando su hijo de cinco años despierta, «ya no estoy en la casa; y cuando yo retorno ya él duerme. Me ha visto poco desde mi entrada en este ajetreo, pero vamos saliendo».

Según el técnico a pie de obra en la recuperación del viaducto más famoso de Cuba, la secuencia de tareas para reanimarlo empezó con el despeje de escombros en distintos tramos en los que hubo deslizamientos de tierra y de piedras.

Luego, tras demoler 50 metros de la senda que limita con la pared de montaña en el Alto de Emilita, procedieron a levantar las losas que presentaban hundimientos y grietas. Después, a incorporar materia impermeable extraída de una cantera cercana.

A continuación, y en refuerzo del firme, sobrevino un vertido de rocas blandas encima del anterior depósito. Las dos capas, sumadas, totalizan 500 metros cúbicos de relleno, detalla el técnico de la obra.

«Lo demás –refiere– consistió en encofrar y, después, fundir hormigón hidráulico; es lo que ahora estamos haciendo; luego viene la terminación, a flota». Y, en garantía de la calidad y consistencia del segmento reconstruido, «a los 7, 14 y 21 días, las tomas de muestras para el laboratorio».

Hasta ahora todo va resultando; pero las pruebas no han concluido aún», aclara el joven de 32 años de edad, ocho de ejercicio profesional, y experiencias anteriores como la de la construcción del vial que sustituyó la peligrosa loma de La Boruga, entre Baracoa y Maisí, tras el paso del huracán Matthew».

«El examen de laboratorio debe confirmar que en el tramo reparado la resistencia a la carga es de 280 kg por centímetro cuadrado», sostiene Alean Enrique Jiménez Legrá.

 

LO QUE SIGUE

Será todavía mucho más complejo arreglar el próximo tramo, advierte Jiménez Legrá. Habla del segmento identificado por él y sus hombres como segundo punto crítico del viaducto; un área localizada más abajo, a menos de un kilómetro al suroeste del Alto de Emilita.

Ocho metros de la senda que limita con el talud, dañados. Hay que levantarles un muro de contención para que soporte el relleno. Eso implica «fundir losas y colocar pilotes espaciados a metro y medio, y anclados a 12 metros de profundidad en el terreno».

El entrevistado describe la consecutividad operacional a la que se aprestan: «barrenar el terreno e introducir jaulas de acero, para luego hormigonar in situ, anclar en el firme los pilotes de 40 centímetros de diámetro; hacer el muro, reforzar las barandas, y luego fundir los paños. Finalmente, darle terminación, a flota».

«Una operación complicada, dice Alean; «pero vamos a hacerla». Y también dice que la reparación en curso asciende a un monto de 7 000 000 de pesos; y que, si se mantiene el flujo de materiales, concluirá en el plazo previsto, antes del cierre del actual año.

Personas experimentadas en eso de fundir y pavimentar, acompañan el empeño de Alean Enrique. Con ellas hay operarios curtidos en el oficio. Disponen de cargador y de un cilindro para compactar. Una pipa, un camión trompo y tres de volteo completan el parque.

La meta se antoja difícil, pero estos hombres son de armas tomar. No obstante, más que quitarle días a la ejecución, es el rigor –ese que Alean Enrique y sus constructores defienden– lo que debe primar en una tarea de envergadura estratégica como esta.

Y ha de ser así para que La Farola siga dándoles paso a 96 de cada cien viajeros, y a más de cuatro de cada cinco toneladas de mercancías que van y vienen hacia o desde La Primada de Cuba.

Por el viaducto se trasladan 96 de cada cien viajeros que van y vienen hacia o desde La Primada de Cuba. Foto: José Llamos Camejo
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