Fue un nuevo Girón en el 19 aniversario del otro Girón. Un Girón moral y político infligido al imperialismo contra su corrupta y decadente ideología, contra sus amenazas militares, contra las provocaciones de sus lacayos, contra los únicos aliados sociales que le quedan en Cuba: el lumpen, los desclasados, los antisociales, los vagos, los parásitos, los que no se adaptan a la disciplina y a la moral de nuestra sociedad, los que no son capaces de vivir honradamente del sudor y el esfuerzo propios.
La Marcha del Pueblo Combatiente pasará a la historia de nuestro país como uno de los hechos populares más impresionantes, más combativos, más profundos y más definitorios de nuestra Revolución.
Como ejércitos a la ofensiva, uno tras otro, fueron arribando a la Quinta Avenida, en flujo ininterrumpido y en filas apretadas, los contingentes de cada uno de los 15 municipios de nuestra capital, y las masivas huestes de la provincia de La Habana.
Cada uno de ellos superó con creces las cifras de sus cálculos previos de posibles participantes. Cuando el Municipio 10 de Octubre había reunido 100 mil personas en su área de concentración, como era su propósito, decenas de miles esperaban todavía en los puntos de movilización. Habana del Este esperaba 20 mil y llevó casi 40 mil. Algo similar ocurrió con los demás. Fue necesaria una verdadera proeza de organización y capacidad de acción de nuestra Revolución para dar respuesta a cada una de las circunstancias imprevistas que se iban presentando. El desfile marchaba a ritmo más rápido del calculado, alcanzando en determinados instantes un flujo de más de 100 mil ciudadanos por hora. Los Municipios a desfilar en horas de la tarde y en la noche debieron adelantar en dos horas o más su programa de movilización y concentración y el número de personas a transportar por cualquier medio, incluso caminando, era mucho mayor tanto hacia las áreas de concentración como desde las áreas de evacuación. Y menor el tiempo disponible. Sólo en épocas de guerra los pueblos son capaces de obrar tales milagros. Los obreros del transporte, con su esfuerzo, abnegado e infatigable durante interminables horas, escribieron también ese día una página brillante e inolvidable de organización, disciplina y eficiencia.
Las calles de La Habana se quedaron vacías. Hasta las propias agencias capitalistas reconocen que más de un millón de personas desfilaron por la Quinta Avenida. Lo que nosotros sabemos es que alrededor de un millón y medio de ciudadanos participaron directa o indirectamente en la histórica jornada revolucionaria del sábado, pues a los que desfilaron frente a la embajada de Perú hay que añadir los que no pudieron hacerlo porque recibieron de los Comités de Defensa la misión de cuidar los hogares de los vecinos durante la manifestación, los que atendían los centros esenciales de producción y servicios de la capital, las decenas de miles que participaron en las actividades de transporte, atenciones sanitarias al pueblo y servicios a los manifestantes, unidades militares de guardia, la custodia de la embajada, etcétera.
Caso único en la historie: a pesar de que la situación podía llegar a ser realmente explosiva en aquel punto por la justa indignación del pueblo o por cualquier eventual provocación contra el pueblo, ni un solo fusil, ni una sola bala había el sábado en los alrededores de la embajada de Perú. Cinco batallones de milicianos, integrados por 2 400 trabajadores combatientes internacionalistas, recibieron la misión de custodiar sin armas la sede diplomática. Permanentemente dos de estos batallones formando un ángulo recto en la esquina de las calles 72 y Quinta Avenida, de espaldas a la embajada y de cara al pueblo, custodiaron el flanco y el frente de la sede, rotándose los hombres cada cierto tiempo.
El personal de la policía que custodiaba la embajada de Venezuela, dos cuadras más adelante, lo hizo también sin balas en sus pistolas de reglamento, y sin parque en sus fusiles, ese día, los custodios tradicionales.
Iba a desfilar nuestro pueblo trabajador y heroico, y frente al pueblo no podía haber una sola arma ni una sola bala. Sin embargo, sabíamos que la sede de Perú estaba absolutamente garantizada. Primero, por el nivel de conciencia política y la disciplina de nuestro pueblo que recibió de sus organizaciones la instrucción precisa de evitar cualquier acto de violencia frente a la embajada. Segundo, por el respeto, la admiración y el cariño que nuestro pueblo siente hacia sus heroicos combatientes internacionalistas. De modo que la embajada fue protegida por un símbolo. Eso era lo que significaban aquellas hileras de milicianos ante un mar de pueblo justamente indignado, y no la fuerza. Estos combatientes no custodiaban la sede diplomática de Perú ni al lumpen alojado allí, custodiaban el honor de Cuba.
La embajada de Perú no fue tomada por asalto, como algunos en el extranjero esperaban. No hubo un herido, no hubo un muerto. Algo más: en la gigantesca movilización, concentración, desfile y evacuación de más de un millón de personas no se produjo un solo accidente.
Nuestra prensa televisada, radial y escrita realizó un excelente trabajo trasmitiendo para el resto del país la imagen real del histórico acontecimiento que se estaba desarrollando. Durante todo el' día y en las primeras horas de la noche las pantallas de los televisores mostraron en vivo el desfile que duró exactamente 13 horas y 17 minutos, y que concluyó un rato después que la TV Nacional volvió a sus programas habituales.
El 19 de abril el enemigo recibió una lección inolvidable de lo que es y lo que piensa nuestro pueblo, con su presencia masiva, su sólida unión, su fuerza Indestructible, su elevada cultura política, sus expresivos carteles y consignas que no los elaboró nadie sino el propio pueblo.
Que la prensa exterior burguesa refleje o no lo que pasó el sábado aquí, nos tiene sin cuidado. Cuando Girón, hace 19 años, inundó al mundo de mentiras, pero eso no pudo impedir que en menos de 72 horas aplastáramos e los mercenarios. Así fue y así será siempre. Nuestra propia historia, nuestra heroica resistencia durante más de 21 años, nuestro honroso papel revolucionarlo, nuestra ejemplar conducta Internacionalista y nuestra verdad se abren paso cada vez más en el corazón y en la mente de los explotados y oprimidos de este hemisferio y del mundo y de las fuerzas revolucionarias y progresistas de toda la humanidad.
En la embajada de Perú quedan ya sólo alrededor de 1 500 elementos antisociales. Los propios funcionarios peruanos no pueden o no quieren decir el número exacto. Ninguno de ellos abandonará el país hasta que haya salido el último de los que regresaron a sus domicilios, acogiéndose a las garantías y los documentos del Gobierno Revolucionario.
Y por supuesto, tendrá que resolverse la cuestión de los que penetran por la fuerza en las embajadas. Mientras tanto, la custodia en la sede de Perú es sólo provisional.
Ahora esperamos que cada cual comprenda sin la menor duda que Cuba no tolerará chantaje de ninguna índole absolutamente a nadie.
Desde la Florida anuncian la llegada por su cuenta de algunas embarcaciones para recoger a los elementos antisociales que recibieron autorización de salida. Ya arribaron dos al puerto de Marie!. Por supuesto que no los vamos a recibir a cañonazos porque no vienen en son de guerra y no tenemos ningún inconveniente en aceptar que se los lleven.
Nuestro pueblo combatiente de nuevo mostrará su fuerza el Primero de Mayo en una gigantesca concentración, esta vez dirigida fundamentalmente contra las maniobras militares yanquis alrededor de Cuba, maniobras que son un grosero ensayo de cómo invadir a nuestra patria. La fuerza pujante y aguerrida de todos los Municipios de la capital y de la provincia de La Habana que desfilaron el 19 de abril frente a la embajada de Perú, se dará cita en la Plaza de la Revolución el glorioso Día Internacional de los Trabajadores, continuando su batalla en defensa de la dignidad, la soberanía y la integridad de nuestra patria. Y el mismo día que los "marines" y soldados yanquis estén llevando a cabo sus provocadores y desvergonzados desembarcos en la Base Naval de Guantánamo, retumbarán los cimientos del Malecón frente al edificio de la Oficina de Intereses de Estados Unidos, bajo el paso de nuestro pueblo combatiente. Pero en esta ocasión nos acompañarán nuestros compatriotas de toda la isla, organizando la marcha en todas las ciudades del país con la participación de millones de personas. Movilizaremos a nuestros amigos de todo el mundo para que nos apoyen en esta lucha.
Hay que mostrarles a los imperialistas yanquis qué es Cuba, qué es nuestro pueblo revolucionario y la clase de resistencia que van a encontrar si por cualquier razón o con cualquier pretexto intentan un día poner sus garras sangrientas sobre nuestra patria.
Periódico Granma, 21 de abril de 1980
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