El 25 de enero de 1898 se presentó, a la vista del Morro de La Habana, el acorazado de la marina de guerra de Estados Unidos USS Maine. Solicitó el práctico* por medio de una señal con la bandera roja y blanca para entrar a la rada habanera. Poco tiempo después, ya en el puente de mando, el práctico ordenó: timón al medio y despacio avante. Lentamente el buque se deslizó por el canal de entrada a la bahía donde realizó la maniobra de fondeo y fue hecho firme a la boya No.4, frente al muelle de la Machina, alrededor de las 11:00 a.m.
Con esta maniobra los yanquis tenían su Caballo de Troya de acero en territorio cubano.
La presencia del buque de guerra se logró bajo presión del Gobierno estadounidense sobre las autoridades españolas en la Isla, como lo devela el capitán de navío Charles D. Sigbee, a la sazón comandante del Maine, en su escrito El Maine, un relato de su destrucción en el puerto de La Habana.
El comandante del Maine comenta los mensajes en clave que circularon entre Washington, el Cónsul General de Estados Unidos en La Habana y el comandante de la embarcación.
En tanto, el Ejército Libertador cubano continuaba derrotando y desgastando al ejército de la península, lo que indicaba que la guerra estaba virtualmente ganada a favor de los cubanos. Esa fue la principal excusa para enviar el Maine a Cuba, con el pretexto de garantizar la vida y las propiedades de los ciudadanos estadounidenses residentes en el país, a pedido del cónsul Lee.
Sin embargo, la tensión aumentó también entre España y Estados Unidos por un incidente diplomático ocurrido el 9 de febrero de 1898, con la publicación en el periódico New York Journal de una carta del ministro de España en Washington, Enrique Dupuy, a José Canalejas, director de El Heraldo de Madrid, que contenía «expresiones deprimentes» para el presidente de Estados Unidos, William McKinley.
El 15 de febrero de ese propio año, sobre las 9:40 de la noche, una violenta explosión se escuchó en La Habana: la proa del acorazado Maine se elevó para luego caer en pedazos.
Se hundía llevándose 254 tripulantes y seis oficiales. Más tarde fallecerían seis tripulantes que estaban gravemente heridos.
De inmediato los estadounidenses culparon a España. Dijeron que el buque había sido volado por causa de una mina submarina colocada por los españoles, mientras que estos sostenían que había sido provocada por los propios yanquis para buscar un pretexto que justificara la declaración de guerra a España, como así ocurrió.
El Gobierno de Estados Unidos intervino en la guerra que hacía años los cubanos sostenían contra las tropas españolas y que estaba a punto de culminar con la ansiada independencia de la Isla.
MENTIRAS DEL MAINE
En la Comisión de investigación de EE. UU. sobre estos hechos, se impuso la tesis de que la explosión la había causado un torpedo (mina marina) desde el exterior, y no la de otros especialistas que la consideraban como un accidente.
La Comisión ocultó que 13 buques estadounidenses habían sufrido incendios asociados a la combustión espontánea del carbón en sus depósitos.
Para la mayoría de los expertos, incluidos los estadounidenses, fue un accidente. La investigación oficial descartó estos indicios por razones políticas y para ocultar la negligencia de los mandos del Maine.
La teoría sobre la participación española se impuso gracias a la ayuda de la prensa. El periódico World, de Nueva York, propiedad del magnate Joseph Pulitzer, por ejemplo, dijo que los oficiales ibéricos habían brindado tras la explosión. Mientras que un titular del periódico New York Journal, propiedad W. Hearst titulaba: «La destrucción del acorazado Maine fue obra del enemigo», «Los oficiales de la Marina piensan que el Maine fue destruido por una mina española».
Aunque en el informe que hizo público el presidente W. Mckinley asegura «que no habían sido capaces de averiguar quién había sido el responsable» de la explosión, de todas formas se acusó a los españoles.
Los restos del Maine fueron reflotados en 1911 y minuciosamente examinados, pero, asombrosamente, el informe de la investigación fue tan impreciso que nada aportó. El buque fue remolcado, dinamitado y hundido en alta mar.
En 1974 el almirante Hyman Rickover y un equipo de expertos llegó a la conclusión de que la explosión no fue debido a una mina colocada en el exterior, sino a un accidente en el interior.
Estudios realizados en 1982 por Lewis Gould revelaron que una ventilación inadecuada en el interior del Maine provocó un incendio en las carboneras y la explosión.
*Un práctico es un marino que conduce los barcos en aguas peligrosas o de intenso tráfico, como puertos, canales angostos o ríos.
Fuentes: Revista Bohemia del 22 y 29 de febrero de 1948.
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