Cartera en mano y listas para salir, así se encontraban Yaima Castro y su mamá, Sila Suárez, cuando las sorprendió el «enorme estruendo» del hotel Saratoga.
Junto al resto de su familia, ambas vivían en el edificio Zulueta 508. Hoy se encuentran hospedadas en el aparta-hotel Las Brisas, en la Villa Panamericana, luego de que su casa resultara afectada por el fatídico accidente del viernes 6 de mayo.
«Fue muy impactante, imposible de describir. Todo se llenó de humo, no se veía nada, solo atiné a abrazar a mi hermana», dice Sila y se coloca con angustia la mano en el pecho, mientras revive en su mente aquellos trágicos acontecimientos.
Yaima, por su parte, solo recuerda que lo primero que pensó fue en su hija menor, que se encontraba recibiendo clases en la escuela primaria Concepción Arenal, cercana al Saratoga.
«Salí corriendo a buscarla, y cuando vi el estado de la escuela, por poco me da un infarto. Aquello fue muy fuerte, no se lo deseo a nadie», narra, y luego nos muestra las leves lesiones que sufrió en las piernas durante el siniestro. «Todavía me duelen los músculos», agrega.
«Está físicamente bien, pero emocionalmente afectada –dice Yaima, al referirse a su hija, quien la abraza durante la conversación–, desde lo sucedido no quiere dormir o estar en espacios cerrados sola, es normal que tenga miedo, soy adulta y también lo siento. Ella padece de enfisema pulmonar, tiene un poco de tos, pues aspiró mucho polvo».
El impacto sicológico y físico de lo que vivieron durante las horas siguientes a la explosión se resume en la mirada de Yaima y su mamá: el agotamiento marca sus rostros.
Recuerdan la preocupación que sintieron por sus vecinos, por aquellos que podrían haber resultado heridos, y la tristeza que las invadió al confirmar el fallecimiento de algunos de ellos.
«La pérdida de personas es muy dolorosa, sobre todo de las más cercanas –explica Yaima–, el delegado del edificio falleció, y era amigo nuestro. Siempre estaba involucrado en las situaciones de la comunidad, y todo el mundo se extrañó de que no estuviese ocupándose, como siempre, ante una contingencia como esta, era una excelente persona. Cayó desde su tercer piso, el sábado encontraron su cadáver».
Yaima afirma rotundamente que el recuerdo de ese día no la abandonará nunca. «Es imposible que olvide lo que vivimos, la desesperación y el miedo», expresa.
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