Más de medio siglo en Granma es tiempo suficiente para haber acumulado momentos vinculados con Fidel, en especial durante aquellos años 70 en que, trabajando en la redacción nacional, la carretera, o el avión, eran una constante para llegar a diversos lugares del país donde él estaría.
Actos, inauguraciones de escuela y hospitales, visitantes ilustres y después, casi siempre, Fidel bajado de la tribuna, dispuesto a hablar de lo humano y lo divino con los periodistas.
Pero no voy a referirme a ello en esta hora única en que los recuerdos se tornan imprescindibles, sino a un libro que hace unos pocos días le prometí al maestro de Historia de mi hija, en el preuniversitario Raúl Cepero Bonilla. Su título es Gobierno Revolucionario Cubano (primeros pasos) y su segunda edición, de 500 páginas, llegó a mis manos en el 2004.
El libro (Luis M. Buch y Reinaldo Suárez, editorial Ciencias Sociales) me maravilló, y en especial uno de sus personajes, Fidel Castro, envuelto durante esos días iniciales en la misión de radicalizar una Revolución que algunos involucrados en el gobierno —con la mirada puesta en el Norte y sus arrastres burgueses— no querían tan profunda.
El hecho de haber sido Luis M. Buch secretario del Consejo de Ministros del Gobierno Revolucionario desde enero de 1959 hasta marzo de 1962, lo convertía en un testigo excepcional, no solo de las discusiones que tenían lugar entre cuatro paredes. Apasionante y objetiva narración histórica en la que, gradualmente, iba sobresaliendo la figura de Fidel como estratega frente a aquellos empeñados en ponerle frenos al proceso y convertirlo en una mascarada más de lo que habíamos tenido.
Entusiasmado con una lectura que devoré en poco tiempo escribí un comentario, en estas mismas páginas, titulado Un libro que no presto.
Al otro día de salir publicado me llamó a la casa un compañero del Consejo de Estado y me dijo, sonriente, que Fidel estaba interesado en enviarme cinco ejemplares para que no fuera tan rotundo y prestara el libro.
Así lo hizo y, enterados algunos pedigüeños de mi periódico, no tardaron en solicitar lo que después no han devuelto.
Cuando hace unos pocos días le prometí el libro al profesor de Historia de mi hija pensaba que me quedaban dos.
Ahora, después de mucho buscar en los libreros, compruebo que solo hay uno.
Disyuntiva del que promete y no cumple.
Pero como ya no tengo quien me envíe más libros, este único que ahora miro y toco (lo siento profesor), no lo presto.
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Jesus Martinez dijo:
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28 de noviembre de 2016
07:04:16
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