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¿Quiénes firmaron en nombre de la tierra?

ORLANDO GUEVARA NÚÑEZ

Hubiese sido provechoso para el señor Bush, antes de plantear sus demandas de cambios en Cuba, estudiar la historia de nuestro país. Así habría evitado el ridículo que ahora comparte con sus asesores.

Vayamos al caso de la propiedad privada en Cuba, específicamente sobre la tierra, y quedará bien claro qué es lo que defiende el Presidente de los Estados Unidos, en perfecto maridaje con la mafia contrarrevolucionaria miamense.

Cuando triunfó la Revolución, en 1959, existían en el país unas 159 000 fincas. Y aquí está el primer dato interesante: el 92 % de ellas solo contaba con el 28,9 del área total, mientras que el 1,4 concentraba el 46 % de la superficie. Otras cifras dicen más: sólo 13 monopolios azucareros norteamericanos tenían más tierra que 111 278 fincas de productores cubanos. Para más ilustración: hectáreas en poder de esos monopolios, un millón 173 015; en las fincas, un millón 021 809.

En los campos existían 101 824 campesinos que no eran propietarios de las tierras que trabajaban, sufrían hambre, desalojos y no contaban con los mínimos derechos a la educación, a la salud, electricidad, agua potable y otros beneficios que debían ser preocupación del Estado. El 25 % de las mejores tierras y el 50 de las cultivables, estaban en manos de compañías extranjeras, principalmente norteamericanas.

Cuando Cuba vivía esa tragedia, ningún gobernante yanki alzó la voz para defender los derechos humanos de nuestros hombres del campo. Al contrario, apoyaban a quienes se los negaban. Solo un joven abogado, después de arriesgar su vida y perder la de 61 compañeros —55 de ellos asesinados— durante el asalto al Cuartel Moncada, denunció el oscuro panorama de la propiedad de la tierra en Cuba. Ese joven es Fidel Castro Ruz.

En su alegato La historia me absolverá —seguramente Bush tampoco lo ha leído— Fidel se refirió a los 100 000 agricultores pequeños que "viven y mueren trabajando una tierra que no es suya, contemplándola como Moisés a la tierra prometida, para morir sin llegar a poseerla, que tienen que pagar por sus parcelas como siervos feudales una parte de sus productos, que no pueden amarla, ni mejorarla, ni embellecerla, plantar un cedro o un naranjo, porque ignoran el día que vendrá un alguacil con la guardia rural a decirles que tienen que irse".

Juzgado en una pequeña salita de enfermeras, rodeado de esbirros y bayonetas, Fidel se refirió a "las 200 000 familias campesinas que no tienen una vara de tierra donde sembrar unas viandas para sus hambrientos hijos", mientras permanecían en el país más de 300 000 caballerías sin cultivar, en manos de poderosos intereses. Y al 85 % de los pequeños agricultores cubanos que pagaban rentas y vivían bajo la perenne amenaza del desalojo.

No olvidó a los 500 000 obreros del campo que habitaban bohíos miserables, que trabajaban cuatro meses al año y pasaban hambre el resto, que compartían con sus hijos la miseria, que no tenían una pulgada de tierra donde sembrar y cuya existencia debía haber movido a compasión entre los poderosos "si no hubiera tantos corazones de piedra". Aquel 16 de octubre de 1953, el joven revolucionario no solo denunció la tragedia, sino que expuso con toda claridad el programa para transformarla.

Hubo que esperar, sin embargo —siempre con Fidel al frente—, largos meses de prisión, de exilio y de lucha guerrillera en las montañas para poder materializar el ideal de justicia en nuestros preteridos campos, baluartes de las contiendas independentistas de todos los tiempos. Las primeras medidas agrarias se adoptaron en medio de la lucha armada en las zonas liberadas por el Ejército Rebelde, en octubre de 1958. Y fueron completadas por la Ley de Reforma Agraria del 17 de mayo de 1959, complementada por la del 3 de octubre de 1963.

La eliminación del latifundio estaba contemplada en la Constitución cubana aprobada en 1940, pero ningún gobierno proimperialista de esos tiempos fue capaz de aplicar ese artículo.

Si tanto le interesa el problema de la propiedad al presidente imperial norteamericano, debe saber que en Cuba, donde reinaban los monopolios yankis y sus sirvientes nacionales, y unos pocos tenían mucho mientras muchos tenían poco o nada, la Revolución convirtió en propietarios a más de 100 000 campesinos, y pasó el resto de las áreas al Estado para beneficio de toda la sociedad. Hoy la mayoría de ellas está integrada a cooperativas donde los trabajadores que las cultivan son dueños absolutos de lo que producen.

¿Qué le preocupa al presidente yanki? ¿El bienestar de nuestros campesinos y cooperativistas o restituir el reinado de los monopolios en Cuba?

La Reforma Agraria de mayo de 1959 expropió las tierras de los más connotados personeros de la tiranía batistiana, quienes habían cometido crímenes, abusos desmedidos, desfalcos y se marcharon del país, para ser acogidos como héroes en los Estados Unidos. Las demás grandes propiedades agrarias fueron nacionalizadas con arreglo al derecho internacional y al pago mediante indemnización. La prepotencia yanki, sin embargo, obstaculizó ese proceso. Acostumbrados a imponer condiciones, exigieron un pago "pronto, eficiente y justo". Algo así como paga "ahora mismo, lo que pidamos por las propiedades y en dólares". Bajo aquellas condiciones, un país saqueado por los gobernantes desplazados del poder, no habría podido hacer justicia a sus hombres del campo, ni reestructurado su economía en bien de la nación. Pese a esas presiones, la Reforma Agraria se hizo.

Tal vez el mandatario yanki piense que nuestros campesinos y obreros agrícolas han olvidado aquel pasado y el hecho no casual de que en la invasión mercenaria de Playa Girón, organizada y financiada por su gobierno en abril de 1961, venían como "salvadores" un centenar de latifundistas.

Hoy, en conclusión, hay en nuestros campos muchos más propietarios que los existentes antes del triunfo de la Revolución. Pero muy distintos a los de antes y con una característica que no debe soslayar el benefactor de la mafia miamense: son hombres de surco y trinchera, de arado y fusil, dispuestos no solo a dar su vida, sino también a arrancársela a quienes pretendan arrebatarles sus conquistas.

Publicado 21-06-2002

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