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Temas

 

 

 

 

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¡Sí, yo marché y firmé obligado...!

HÉCTOR ARTURO

Al menos en mi caso, tienen razón los voceros, agencias cablegráficas y medios de prensa, cuando aseguran que los cubanos fuimos obligados a la Gran Marcha del pasado día 10 y a firmar la Iniciativa de Modificación de la Constitución en las horas que transcurrieron del 15 al 18 de junio del 2002.

Efectivamente: yo acudí presionado al Malecón, y estoy convencido de que igual les ocurrió a otros de los nueve millones de participantes en todo el archipiélago. De esa misma forma suscribí el documento, que al final resultó avalado por ocho millones 188 mil 198 cubanos mayores de 16 años de edad.

Me obligaron, sí, pero no fue nadie del Gobierno ni el Partido; ni Eloísa, la presidenta de mi CDR; ni el Jefe de Sector de la PNR y ni siquiera los pioneros que hasta firmaron su propio texto, por no tener aún derecho al voto. No hizo falta esa presión.

Me obligaron la memoria, la actualidad y el mañana. Temprano en esas fechas, Félix Varela tocó a las puertas de mi corazón, pero era el Varela de verdad, el que primero enseñó a pensar a los cubanos, y no el que algunos pretenden clonar para obtener antojos regresivos. Al ilustre Presbítero lo acompañaban el Céspedes Padre de la Patria, el Generalísimo Dominicano que convirtió al machete en arma independentista, el Bayardo Agramonte del rescate de Sanguily, el Calixto de tres guerras y una estrella en la frente, el Maceo de fuerza en el brazo y en la mente, el Martí Autor Intelectual, el Camilo de pueblo y el Che de América.

Me obligaron los 20 mil hermanos torturados y asesinados por esbirros de la tiranía batistiana, esos mismos prófugos de toda justicia que aún se pasean por las calles de Estados Unidos, donde gozan de privilegios otorgados por las autoridades para detonar explosivos, atentar contra dirigentes de otros países, aumentar fortunas con el tráfico de drogas y de personas, secuestrar a niños, estafar a medio mundo, y contribuir con esos ingresos lavados a campañas electorales, en las cuales tienen hasta el poder de decidir quién será el presidente de aquella gran nación, como hacían aquí en sus tiempos de liberales y conservadores, chambelonas y botellas.

Me sentí obligado por el Enero de Libertad y el Girón de Victorias; por los niños alfabetizadores y los campesinos que si hoy pudieron leer y firmar, fue gracias a aquella gesta de cartilla y farol. Y me obligó la conga que entonábamos bajo la lluvia, en aquel Octubre de peligro nuclear, cuando pretendieron hacernos desaparecer de la faz del planeta mientras salimos a defendernos con metralletas, Fals y cuatro bocas.

Me obligó la alegría de saber que la tasa de mortalidad infantil es de apenas 6,2 por cada mil nacidos vivos, debido, entre otros factores, a que disponemos de más de 67 mil médicos a dos pasos del hogar, y de los cuales casi dos mil prestan sus modestos esfuerzos a 110 pueblos desposeídos en otras tierras del mundo.

Me obligaron los científicos de la ingeniería genética y la biotecnología, que fabrican armamentos, es verdad, pero para hacerle la guerra a plagas y enfermedades, y salvar millones de vidas en cualquier rincón del orbe. Y las sonrisas infantiles, arrancadas de una muerte segura por la vacunación contra 13 dolencias curables, que flagelan a la niñez en otras latitudes.

Me obligaron los millones de alumnos en todos los niveles de la enseñanza, cada vez mejor preparados por sus valientes maestros, en más de 50 universidades, de solo tres que existían en 1959, y en las miles de escuelas con equipos de computación, televisores y videos para las tele-clases hasta en el más recóndito rincón de nuestra geografía, incluso allí donde hay un solo pequeñín con su profesor y un panel solar, porque aún el paraje no se encuentra ubicado en el 95% del territorio nacional electrificado.

Fui obligado a marchar y a firmar por los abuelos que saben de su vejez garantizada, y que pasan el rato con sus nietos o jugando dominó con otros amigos jubilados. Y por las mujeres, que no solo conquistaron su derecho a la igualdad, sino que han sobrepasado a los hombres en muchos frentes.

Me obligó el orgullo de la Escuela Cubana de Ballet, creada por nuestra Alicia, hoy Embajadora de la UNESCO, y el Cine verdaderamente nacional, y solo real a partir de 1959. Y los más de 60 titulares olímpicos. Y el primer cosmonauta afroiberoamericano, que por demás, es negro.

Y me obligaron estos cinco muchachos que sin haber perdido su derecho al voto, no pudieron ejercerlo por encontrarse en las mazmorras del imperio, tras haber cometido el delito de enfrentar al terrorismo en la nación que durante 43 años lo ha ejercido contra Cuba, se da el lujo de ignorar a la ONU, arrasar con territorios poblados, elaborar listas de países y autoproclamarse sheriff de la galaxia.

Y por último, para ser más sincero aún y hablar en cubano puro: marché y firmé el documento obligado por George Bush, ese míster W que fue colocado en la Casa Blanca por el fraude de sus amigotes los sargentos políticos de Miami, y quien con sus discursitos de cloacas mafiosas, volvió a ofrecerle la enmienda Platt edulcorada, con más sabor a palos que a zanahorias, a este pueblo mío que se cansó de decir yes desde hace mucho, cuando aprendimos a no bajar la cabeza como esclavos, para impedir a tiempo que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos, y caigan con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América...

Publicado 20-06-2002

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