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![]() Caimanera ¿Hablarme de cambios a mí? Reinaldo
Santana López
Mírame a los ojos —si te quedara vergüenza para ello—, y háblame a mí de los "cambios" que quieres. Te voy a decir, entonces, por qué mis muchísimos hijos toman las calles y te gritan sus verdades. Mi nombre es Caimanera. ¿Te suena? Aquí tienes una base naval que ocupa 117,6 kilómetros cuadrados, casi la tercera parte del municipio que soy, enclave que se derivó de aquella Enmienda Platt que un gobierno tuyo impuso por la fuerza hace 100 años a una República que no pasó entonces de ser neocolonia de tu nación. En aquella "Cuba democrática", como sueles recordarla, los marines de tu base naval alternaban sus entrenamientos con las constantes visitas a una de las más grandes zonas de prostitución que fomentaron en el país, en varias de mis manzanas. Muchos de ellos, con la mayor impunidad del mundo violaban a mis hijas o asesinaban a quienes "olieran a comunista". Ningún gobierno de tu país quiso nunca ponerle coto a tales desmanes. Incluso, cuando los rebeldes de mi Patria tomaron las lomas para llevar a feliz término una verdadera Revolución, tu base naval abrió sus puertas a los aviones del dictador Batista, para suministrarles el combustible necesario y las bombas que iban a sembrar la muerte en los pobladores de las montañas orientales de Cuba. Desde tu enclave naval se fraguaron planes para asesinar a los principales dirigentes de esta, mi Revolución. Desde allí se han propagado enfermedades mortales para distintos tipos de ganado en el Oriente cubano. Disparos procedentes de las postas de tus marines, han asesinado a jóvenes centinelas cubanos. Yo he vivido, sin embargo, muchos cambios, sin que tú ni tus antecesores me los pidieran. En mis salinas, en mi puerto de Boquerón el proceso revolucionario humanizó el trabajo e hizo dueños a los propios obreros. Nunca el deporte y la cultura fueron, como hoy, patrimonio de mis hijos, quienes tienen unas elecciones verdaderamente libres y transparentes, a diferencia de las que te llevaron fraudulentamente a la presidencia de Estados Unidos. Excepto el universitario —que se cursa en otros territorios cercanos— cuento en mi suelo con todos los niveles de enseñanza, a disposición de mis habitantes gratuitamente. La salud de mi pueblo jamás fue mejor. Los prostíbulos, que empañaban mi moral, fueron barridos por el Gobierno que tildas de antidemocrático. Pides cambios, Bush, y ahí te va uno más: en nuestra Constitución proclamaremos la voluntad de que el régimen económico, político y social escogido por los cubanos sea intocable, y que las relaciones de esta Isla con cualquier país estén exentas de negociarse bajo amenaza o presión externa. ¿Complacido, señor Bush?
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