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![]() Los colores de la Patria SARA MÁS y FÉLIX LÓPEZ Siglos de exclusión y olvido bajo el color de la piel. Discriminación y desamparos fraguados desde que llegaron los esclavos del África, se asentaron los antillanos en esta Isla, crecieron sus familias y se mezclaron todas las razas. Un pasado no olvidado que siempre tuvo para el negro un sinónimo de pobre, de segunda categoría. Y una Revolución que vino después a poner todos los colores en su sitio: en el ser humano. Y también, como parte digna del pueblo, en el Parlamento. Es entonces José Maceo Fonst, el nieto del General mambí y sobrino del General Antonio, el que se siente altamente ofendido por Bush y no repara en recordarle, desde su escaño: "Yo soy antiimperialista de nacimiento". Y le dice más: "Que pregunte entre sus amigos mafiosos de Miami qué le pasó a Batista por tratar de tiranizar a este pueblo".
Pero la honra no tiene precio. Ni color. Algo que con frecuencia se olvida. La viven como diputados y cubanos un hombre humilde como Teodoro, el trabajador de Comunales, o la licenciada en Enfermería Isidora Benjamín Gordon, la hija de inmigrantes haitianos, que sabe por ellos lo que fue ser pobre en el oriente de Cuba. Y el pelotero Omar Linares, ese que ante el asombro de muchos rechaza una oferta millonaria, la comodidad, el lujo, y se compromete más con el deporte de su país, porque también para él "más importante que los músculos del cuerpo son los músculos del alma". O Gilberto Romero Vinet, el que no se cansa de pasar revista a la memoria: "¿En qué Parlamento del mundo, a no ser el nuestro, un negro como yo, hijo de obrero agrícola, que a los 12 años tuvo que cortar caña, puede estar sentado defendiendo los intereses del pueblo?" Todavía podríamos permitirnos decenas de ejemplos más de cómo la Revolución y el Socialismo dignificaron al ser humano, dos palabras que para nosotros significan hombre o mujer, blanco, negro o mulato. En el ser humano, como nos enseñó un cubano de la talla de Nicolás Guillén, se juntan todos los que sean capaces de sentir, mejorarse y amar. En el Parlamento, como en nuestra vida toda, el que no tiene de negro tiene de carabalí. Publicado 26-06-2002 |
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