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Temas

 

 

 

 

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Con un arsenal de argumentos

SARA MÁS Y FÉLIX LÓPEZ

Esta vez —de manera excepcional e histórica— podríamos reportar lo que acontece en el Parlamento cubano desde el Palacio de las Convenciones, sentados en la sala de un hogar de esta Isla o desde el corazón mismo de cualquier compatriota. La Patria está en todas partes. La Asamblea Nacional, en nombre del pueblo que la eligió, también le está respondiendo al señor Bush que el Socialismo es intocable.

Un verdadero ejercicio de democracia, de la real y participativa, es ese donde diputados y pueblo se juntan en una misma Asamblea, con diversos modos de hablar y unidad de ideas, con las cámaras de la televisión y los micrófonos de la radio convertidos en puertas y ventanas. Una democracia transparente en la que se juntan las voces de diputados muy humildes, mujeres, negros, campesinos, obreros, intelectuales y jóvenes universitarios.

Foto: LIBORIO NOVALNo en vano, al iniciar la contienda de ayer, Ricardo Alarcón, presidente del Parlamento, adelantó que era una asamblea ante el pueblo y con el pueblo; instrumento de su voluntad y expresión de su poder. Dos preguntas resumían en ese instante el sentir de una nación que lleva días respondiendo en las calles, y protagonizando con sus firmas un irreductible referendo popular: ¿Cree verdaderamente el señor Bush que nos hundirá en ese infierno de injusticias? ¿Supone acaso que los cubanos renunciarán a la obra realizada, entregarán su soberanía, traicionarán a su Patria?

La respuesta siguió emergiendo en todas partes: está en la firmeza de Fidel que no abandona la primera línea; en los mensajes enviados desde los Estados Unidos por esos Cinco Compatriotas que representan otros ocho millones de firmas; en la riposta moral que significa la presencia de Juan Miguel González, ese padre que no necesita decir una palabra para demostrar cuánta dignidad llevamos dentro; y en la libertad con que ayer se movían por la sala —para orgullo de sus mayores— pioneros y jóvenes estudiantes que en Cuba hablan con voz propia en todas las tribunas.

Para un diplomático o periodista de la prensa internacional, presentes por decenas en la Asamblea, puede resultar extraño este escenario. Y es entendible en un mundo cada vez más excluyente, donde la democracia está bien delimitada para las clases sociales. Un planeta donde manda el dinero y los gobernantes no pueden garantizar siquiera la subsistencia de sus esclavizados pueblos.

Es difícil entender fuera de nuestras fronteras cuánto simbolismo encierra que el primero en hablar, luego del presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular, haya sido el Comandante de la Revolución Ramiro Valdés, un guerrero que sigue fiel a su Comandante en Jefe y es respetado —como el resto de los líderes históricos de la Revolución— por todas las generaciones de cubanos. La respuesta a Bush, sentenció Ramiro, es también la respuesta del padre Varela, el primero que sembró entre nosotros el ideal de la independencia.

La Revolución, en vivo y en directo, nos ha invitado a dos días de singular clase de historia, contada por protagonistas de todas las edades, hombres y mujeres que nacieron sin nada, jóvenes que nacieron con vacunas, educación, soberanía y Socialismo. Son todos ellos juntos los que hoy han salido, como mambises, como rebeldes de la Sierra, como milicianos de Girón, como combatientes internacionalistas, a defender lo que el imperio pretende arrebatarnos. Socialismo es una palabra demasiado grande y querida en esta parte del mundo.

La pelea a penas ha comenzado. Para defender lo que nos hace libres y felices, aun en medio del rigor y las privaciones de la batalla, todavía sobran argumentos.

 

Publicado 25-06-2002

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