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![]() A un cuarto de siglo del Crimen de Barbados Herida abierta sobre Cuba NICANOR LEON COTAYO MI PRIMER libro está dedicado al crimen de Barbados, ese espeluznante y cobarde hecho terrorista que el 6 de octubre de 1976 arrancó la vida a 73 personas frente a la mencionada isla caribeña cuando viajaban en un avión civil cubano. Abrumadoras pruebas demostraron la máxima responsabilidad de la CIA en el suceso, quienes lo organizaron en Caracas y pusieron los explosivos fueron plenamente identificados, pero aún, ni unos ni otros, han sido sancionados por esta fechoría. Se trata de la más repugnante síntesis de las múltiples agresiones lanzadas por Washington contra la Revolución desde que esta en 1959 liberó a Cuba del status de neocolonia estadounidense y emprendió un programa de justicia social a favor de la inmensa mayoría de su pueblo. Meses antes del caso Barbados las principales figuras de la Casa Blanca habían lanzado duras amenazas contra la Isla debido a la conocida ayuda internacionalista prestada a Angola y a continuación se intensificaron las agresiones terroristas. Fueron dirigidas fundamentalmente contra sedes diplomáticas cubanas y representaciones aéreas de la misma nacionalidad, sobre todo en Panamá y países del Caribe que mantenían relaciones con La Habana, tales como México, Colombia, Jamaica, Barbados, Trinidad-Tobago y Venezuela. Para la organización de sus actividades subversivas utilizaban en primer lugar las bases montadas a lo largo de años en Miami y Puerto Rico, así como, entre otros, los territorios de Chile y Nicaragua donde se movían con asistencia oficial. El periódico francés Le Monde recordó entonces, apoyado en investigaciones del Senado de Estados Unidos, que la CIA estaba mezclada con grupos terroristas de origen cubano, dato corroborado después por importantes publicaciones norteamericanas. En julio de 1976, varias de esas pandillas terroristas radicadas en Estados Unidos fueron reunidas en República Dominicana y crearon un llamado Comando de Organizaciones Revolucionarias Unidas (CORU), bajo la jefatura de Orlando Bosch Avila. Varias semanas después, en un periódico editado en Miami publicaron un denominado parte de guerra, y luego de referir cómo volaron un automóvil frente a la embajada de Cuba en Colombia y destruyeron las oficinas de Air Panamá, declaraba al final: "muy pronto atacaremos aeronaves en vuelo..." El 21 de septiembre de aquel año dos hombres de estos grupos, los hermanos Ignacio y Guillermo Novo Sampol, asesinaron en Washington con una bomba al ex canciller chileno Orlando Letelier y a su secretaria de nacionalidad norteamericana, Ronny Moffit. Mas tarde ambos terroristas ocuparon responsabilidades públicas en la Fundación Nacional Cubano Americana (FNCA), hecho muy criticado por el periódico The New York Times, y uno de ellos, Guillermo, se encuentra detenido en Panamá junto a Posada Carriles por el conocido nuevo intento de asesinato a Fidel. El 15 de octubre de 1976, en la despedida de duelo por las víctimas del sabotaje, y luego de apuntar un conjunto de aplastantes evidencias, Fidel señaló que "la CIA tuvo una participación directa en la destrucción del avión de Cubana en Barbados" Ese mismo día el entonces secretario de Estado norteamericano, Henry Kissinger, se limitó a decir que el gobierno de Washington "no tiene absolutamente nada que ver" con la destrucción por medio de explosivos del avión DC-8. Pero otros hechos concretos lo desmintieron. Por ejemplo, se supo que alguien acusado de ser el jefe CIA en Venezuela, Joe Leo, mantuvo sistemáticas relaciones con uno de los implicados en la masacre de Barbados, Hernán Ricardo Lozano. Así fue admitido el 20 de octubre de 1976 ante periodistas por un funcionario de la Embajada de Estados Unidos en Caracas, Yale Newman, quien dijo que desde hacía dos años existían contactos entre Ricardo y el "agregado legal" de la misión diplomática, Leo, y trató de justificarlo con el argumento de que el primero estaba interesado en viajar al país norteño. Con anterioridad, el entonces primer ministro de Guyana, Forbes Burham, al hablar en la despedida de duelo de los jóvenes guyaneses muertos en Barbados, indicó que en una libreta de notas ocupada en Trinidad-Tobago al otro autor material del suceso, Freddy Lugo, aparecía el nombre de Joe Leo, a quien acusó de ser un falso diplomático. El periódico The Washington Post subrayó que los contactos admitidos oficialmente entre Joe Leo y Ricardo Lozano, hacían dudar de la declaración hecha por Kissinger el 15 de octubre, en el sentido de que "nadie relacionado con su gobierno había tenido que ver con el sabotaje del avión". Por otro lado el diario canadiense Le Devoir llamó la atención sobre el hecho de que "el atentado contra el DC-8 de la empresa Cubana de Aviación que costó la vida a 73 personas, fue apenas comentado por la prensa estadounidense, que en otros casos dedicó grandes espacios a esas informaciones". Las pruebas contra los terroristas fueron tan abrumadoras, que la jueza venezolana Delia Estava Moreno dictó auto de detención contra Luis Posada Carriles, Orlando Bosch Avila y sus dos cómplices, por homicidio calificado, fabricación y uso de armas de fuego y porte de documentos falsos. Pero más tarde la CIA con la asistencia de la Fundación Nacional Cubano Americana y gente de la extrema derecha venezolana decidió salvar a sus hombres, y para ello comenzó a través de brutales presiones por hacer renunciar a la referida funcionaria. La deformación del proceso llegó a tal extremo, que cuando años después el presidente de la Corte Marcial, general (r) Elio García Barrios, intentó retomar la postura de Estava Moreno, le asesinaron a su hijo y a su chofer en un ataque terrorista. El 18 de agosto de 1985 "fugaron" a Posada Carriles de la cárcel y posteriormente hicieron aparecer a Bosch como inocente respecto al crimen de Barbados, lo que facilitó a ambos volver a planear y ejecutar actos violentos contra Cuba. El primero de ellos está detenido en Panamá luego de un nuevo intento de asesinato contra Fidel durante la reunión Cumbre Iberoamericana celebrada allí a fines del 2000, y el segundo radica sin limitaciones en Miami. Baste remitirse a lo dicho públicamente por el FBI, o a las historias contadas por The New York Times y otras importantes publicaciones de Estados Unidos, para saber hasta dónde llegan los antecedentes terroristas de estos individuos. Sin embargo, porque somos civilizados, respetamos el derecho internacional y la soberanía de las naciones, los cubanos jamás reclamaríamos una invasión a Miami para capturar a Bosch y juzgarlo en La Habana, y nunca sugeriríamos lanzar un operativo en Panamá con el ánimo de llegar hasta Posada Carriles con iguales intenciones. Ni terrorismo ni guerra, he ahí
nuestra posición. |
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