Un día para no olvidar

Texto y fotos:JUVENAL BALÁN NEYRA 
Enviado especial

Apenas las manecillas del reloj marcan las cinco de la mañana y ya el Astro Rey se quiere imponer detrás de las altas elevaciones, calentando desde temprano el ambiente y embelleciendo el paisaje con el contraste de las contraluces a través de los bosques de elevados árboles que enriquecen la naturaleza de estas altas montañas en Cachemira, al norte de Paquistán.

Muchos paquistaníes fueron a compartir estos momentos con los amigos cubanos.

La caravana de vehículos con los integrantes del hospital de campaña cubano de Abbaspur y los carros de carga, van surcando el peligroso camino que por las constantes bifurcaciones, las incesantes curvas y las condiciones viales hacen una tarea de titanes las más de ocho horas que los separan del destino final. Es como una montaña rusa en grado superlativo.

Hace cerca de cinco meses que arribaron a la región y la labor desplegada tanto en la asistencia hospitalaria, como en las visitas de terreno, han dejado una huella que siempre marcará un antes y un después de los médicos cubanos.

En la noche anterior todo estaba recogido. Los sentidos estaban puestos en las horas de viajes hasta Islamabad, lugar que los acerca más al futuro encuentro en la tierra cubana con sus familiares.

Apenas amaneció comenzó el largo recorrido de retorno de la caravana que transportaba a los colaboradores del hospital de campaña cubano en Abbaspur, en Cachemira, Paquistán.

Mientras que en el campamento alguien recordaba una anécdota, otros jugaban dominó, alguien acariciaba a las mascotas que los han acompañado en todo el duro bregar de esta humanitaria misión, cerca, una niña de 12 años se iba loma abajo rodando precipitadamente.

Los familiares, entre ellos el padre, la condujeron en una típica cama paquistaní hasta el hospital cubano. La niña viene politraumatizada. Los daños son considerables, fractura de fémur, de la clavícula y la muñeca derecha. Labios y costado izquierdo de la cara seriamente dañados, al igual que la cervical.

Todos se ponen en función del caso. Atrás queda la añoranza. Unos canalizan la vena, otros tratan, con manos de seda, de enyesar los miembros dañados. Urge recuperar los signos vitales. Cada movimiento provoca a la pequeña un gemido de fuerte dolor. Con alta profesionalidad y con bondad, se le dan los primeros auxilios y, cuando está lista se dispone la evacuación al hospital de Rawalakot.

La niña politraumatizada peligraba. Los galenos cubanos lo dieron todo por revitalizar los signos vitales.

Cuando se es testigo de la manera en que actúan los integrantes del Contingente Internacionalista Henry Reeve en el norte de Paquistán, se puede comprender mejor por qué el último día de su estancia en Abbaspur, el campamento estuvo en todo momento poblado de paquistaníes beneficiados con los servicios de salud prestados por estos hombres y mujeres de bata blanca, llevándoles dulces para compartir, queriendo plasmar en una imagen fotográfica el momento para el recuerdo y compartiendo a brazo partido la jornada del repliegue.

También se puede entender mejor cuando una joven doctora especialista en Medicina General Integral dice que cuando arribaron a la región, en invierno, casi no había follaje, en los rostros de los pobladores había una marcada tristeza por el dolor sufrido por el terremoto; y ahora el verde de la naturaleza colma las montañas, ya se ha formado una gran familia, hemos crecido en el orden humano, dejamos una huella en este pueblo agradecido y nos vamos con una mezcla de alegría por acercarnos a la familia, y tristeza por dejar atrás a nuestros pacientes, a quienes con nuestra labor hemos tratado de aliviar su dolor y enfrentar a la muerte. Sin duda, la última jornada de los colaboradores cubanos en Abbaspur es difícil de olvidar.

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