Hermanos de sangre y convicciones

Texto y fotos: JUVENAL BALÁN NEYRA Enviado Especial

Arielys y Ariel son hermanos. Él siete años mayor que ella. Ambos integran la Brigada Médica Cubana en Paquistán. Ella con sus 24 años, mochila verde olivo al hombro, se desempeñó al principio en Banna Alai. Allí aprendió a usar el shadort (velo islámico) y a sentirse admirada por las mujeres paquistaníes que al principio iban a las consultas con recelo y después las abarrotaban por la seguridad y confianza que tenían en las doctoras cubanas, quienes consultaban de una manera distinta, dando además, amor.

En su primera guardia médica en una tienda de campaña del hospital cubano, se enfrentó junto a otras especialistas a una paquistaní que presentaba un cuadro de aborto en curso, y por no contar con las condiciones idóneas hubo que evacuarla en helicóptero.

Ella llegó al norte de Paquistán el 4 de noviembre, y casi un mes después, su hermano. Ya para entonces Arielys se desempeñaba en otro hospital de campaña cubano-paquistaní en Battagram. El silbido que los identifica los unió rápidamente. Se fundieron en un apretado abrazo. Los corazones se agitaron, recados de los padres, indagación de lo vivido...

Desde entonces Arielys y Ariel Martínez Torres hicieron pareja de trabajo para el terreno. Ella como Doctora en Medicina General Integral, él como Licenciado en Enfermería, carrera que cursó mediante la Orden 18 del Ministro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias al concluir su Servicio Militar Activo.

“A pesar de tener costumbres muy distintas a las nuestras, especialmente las mujeres, lo que contrasta con las de nuestra sociedad, en la que vamos a la par del hombre, pudimos conocer un pueblo agradecido, humilde”, señaló Arielys.

Ambos hermanos caminaron juntos por las elevaciones colindantes a Battagram. Visitaron unas 12 comunidades y los nombres de Chapargram, Pechora y Batamory les traen buenos recuerdos de la experiencia adquirida como integrantes del Contingente Internacional Henry Reeve.

En especial la villa de Batamory, a 45 minutos de camino en vehículo, entre montañas, dejó un grato recuerdo en Ariel, porque allí enfrentó un caso de urgencia y tuvo que emplearse a fondo para salvar la vida al paciente evitando la evacuación.

Ambos hermanos cuentan, que en esta región ellos han visto marcharse a médicos de otras nacionalidades, y los paquistaníes no se han sentido tan tristes como cuando se habla de la partida de los cubanos. Han estado orgullosos cuando los pobladores de las montañas les expresan que han tenido dos golpes muy fuertes, uno muy malo: el terremoto, y otro muy bueno: la llegada de los médicos cubanos con ayuda.

Jóvenes como estos pinareños abundan en la Brigada Médica Cubana en Paquistán. Personas sencillas, formadas por la Revolución, quienes con madurez asumen sus funciones en calidad de profesionales de la Salud, y coordinan con los líderes de las comunidades para ejercer en sus territorios, como lo hacía cotidianamente Ariel, y después de la jornada asumían las estadísticas y el control económico. Orgullosos deben estar Ariosbaldo y Silvia por contar con hijos que en momentos difíciles han sabido responder al llamado de la Revolución, para convertirse en fieles “soldados” que luchan por calmar el dolor y dar la batalla contra la muerte.

5 abril 2006

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