¡Qué susto el de Rojana!

Texto y fotos: JUVENAL BALÁN NEYRA Enviado Especial
nacionales@granma.cip.cu

El corazón palpita más agitado que de costumbre. El monitor cardiovascular comienza a marcar la tensión arterial, la saturación de oxígeno, así como las frecuencias cardiacas y respiratorias. El doctor Amel García Montero está junto a la paciente. El enfermero anestesista Enrique Archibala Mustelier le aplica la oxigenoterapia. Sala de cuidados intensivos del hospital de campaña de Maira, al Norte de Paquistán, a siete horas de viaje por carretera desde Islamabad. Es víspera del Día de la Medicina Latinoamericana.

Al atardecer el hijo retorna a su mamá a la tienda de campaña que le sirve como casa.

Bibí Rojana es pequeña de estatura. Los 65 años que dice tener y la vida de montaña, en Rasga Allai, muy cerca del pico nevado, la han encorvado. El shador no le cubre el rostro marcado por la huella de la vida. Ahora lo contrae constantemente. Está asustada por la cantidad de cables que le han puesto en el pecho y una "cosa rara" que le obligan tener ante la nariz.

Rojana aún se debe estar preguntando qué cosa rara tenía ante la nariz, que le alivió la falta de aire.

La doctora Mildrey Gil Agramonte le practica un electrocardiograma, en el laboratorio clínico, las pinareñas Belkis Sánchez Moreyra y Marisela Ferro Hernández se encargan de la muestra de sangre. La enfermera anestesista Norma Agramonte Escalona canaliza la vena. Varios profesionales de la salud cubana, están en función de Rojana, quien fue traída a cuestas por su hijo, al hospital de campaña, desde el campamento de refugiados.

Los minutos transcurren. El monitor se mantiene en constante función. La descomposición cardiovascular aguda va cediendo, la paciente muestra recuperación total. El hijo no se ha despegado de su madre. Está impresionado por todas las cosas que ha visto. Dice que a esta zona nunca ha subido un médico. Está contento por tener un hospital tan cerca del campamento de damnificados, donde hay miles de familias que bajaron buscando refugio seguro para soportar las bajas temperaturas, que por estos tiempos cubren de nieve las montañas. La tarde va dando paso al ocaso, Rojana y su hijo, prendidos de la mano, salen a paso lento, pero seguro, rumbo a su tienda de campaña. La bandera de las franjas azules y blancas, el triángulo rojo y la estrella solitaria, sigue flameando en el norte paquistaní.

22-12-2005

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