Automedicación en el anciano
JOSÉ A. DE LA OSA
No nos llevemos a engaño, la automedicación —el empleo de medicamentos, productos naturales u otros remedios por iniciativa propia— ha sido la forma más empleada durante años para el tratamiento de enfermedades, y se hace caso omiso, por desconocimiento o inadvertencia, a los daños que puede originar a la salud.
Doctora Mayra Levy Rodríguez.
Sin que los avale un diploma de médico hay quienes recetan, para citar un ejemplo, el uso de la kanamicina o la estreptomicina, olvidando que sin una estricta indicación especializada, pueden originar daños en el riñón y afectar la audición. O la tetraciclina, con riesgos de causar trastornos gastrointestinales, manchas de la piel y los dientes...
La mirada de hoy a la automedicación, e incluso la medicación, estará dirigida principalmente al anciano, a propuesta de mi entrevistada la doctora Mayra Levy Rodríguez, especialista de segundo grado en Farmacología y Profesora Auxiliar del Instituto Superior de Ciencias Médicas de La Habana, quien es coautora de un libro de reciente aparición: Farmacología general.
—¿Considera que los ancianos son los más vulnerables en el tema que nos ocupa?
—Sin lugar a dudas. Las personas mayores de 65 años, por efecto del propio proceso de envejecimiento, son más vulnerables a las enfermedades, consumen de 2 a 3 veces más medicamentos que el promedio de la población general y por ello tienen más posibilidades de sufrir reacciones debidas a interacciones medicamentosas. Esto es así, además, porque con el paso de los años se produce una serie de cambios fisiológicos que alteran la absorción, distribución, metabolismo y excreción de esos preparados. A modo de ejemplo: numerosos fármacos se acumulan en el organismo y provocan efectos tóxicos, como ocurre con la gentamicina, estreptomicina, captopril, digoxina, furosemida, ranitidina, entre otros.
—¿Dónde situaría usted las fronteras entre el buen uso y el abuso de medicamentos en el adulto mayor?
—El buen uso lo da el seguir al pie de la letra las indicaciones del médico y del farmacéutico; el abuso viene dado por la administración inadecuada, bien sea en cantidad de medicamentos o en las dosis.
—¿Y concretamente los peligros de la automedicación?
—Entre sus consecuencias te citaría el enmascaramiento de la enfermedad, su prolongación o agravamiento, resistencia a los fármacos utilizados, o llegar incluso hasta la dependencia. Un conocido y típico ejemplo de automedicación se genera a partir del insomnio, que para combatirlo las personas suman y suman medicamentos y remedios que, a veces, predisponen a caídas durante la noche, estreñimiento o pérdida de memoria, cuando muchas veces es posible solucionar los desvelos con oportunos consejos sobre cambios en el estilo de vida y hábitos nocturnos.
—¿Establecería alguna diferencia, para su administración, entre los fármacos que se expenden con recetas o sin ellas?
—Considero que la administración de un medicamento de los que se expenden sin receta debe ir acompañada de una correcta información y educación al paciente por parte del médico o el farmacéutico. En cuanto a los que regularmente son objeto de uso indiscriminado, y que pueden acarrear serios problemas de salud, se encuentran los antibióticos, que se autoadministran de forma inadecuada en dosis y duración de los tratamientos. Asimismo los analgésicos, que desde la familiar aspirina hasta otros menos conocidos, son responsables de importantes efectos adversos, como las hemorragias digestivas, reacciones alérgicas y otros trastornos.
—No obstante, doctora, ¿consideraría que pacientes bien informados pudieran solucionar, sin consulta médica previa, pequeños problemas de salud? Es decir, ¿podría existir una "automedicación responsable"?
—Sí, de hecho existe la automedicación llamada responsable o consciente que consiste en la obtención de un medicamento recetado anteriormente por el médico para una dolencia que sufre el paciente periódicamente y conoce, por tanto, cómo combatirla. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ve incluso, en la automedicación responsable, una fórmula válida en las sociedades desarrolladas. Hay que destacar que estamos hablando de medicamentos de libre acceso, es decir que se expenden sin receta médica. Ahora bien, esta fórmula está en clara contraposición con la automedicación o uso indiscriminado de fármacos sin indicación o supervisión del facultativo.
—¿Las llamadas "recetas de complacencia" se convertirían de hecho en automedicación?
—Es sabido que el acto de recetar tiene "algo de magia" al final de una consulta, pero esa magia debe ser para bien y no para mal. Por ello, cuando extendemos una receta por el sencillo hecho de "complacer" a un paciente, lo que estamos es posibilitando que pueda enfermarse por el uso indiscriminado de uno o varios medicamentos.
—Punto y aparte dedicaría al tema de la polifarmacia. ¿Algún comentario en particular?
—Denominamos polifarmacia al consumo de más de 3 medicamentos simultáneamente. Se plantea que las reacciones secundarias a fármacos ocurren en el 25% de las personas mayores de 65 a 70 años, y que de los ingresos en un hospital, del 3 al 10% se deben a reacciones secundarias a fármacos. Subrayaría que la polifarmacia es enemiga de las personas de edad avanzada.
—Hombre o mujer en general, pero sobre todo los entrados en la tercera edad, ¿qué considera deben tener presente en el tema que nos ocupa?
—Que nunca deben administrarse medicamento alguno que no les haya sido indicado por su médico. El médico, por su parte, deberá comenzar con dosis bajas, aumentándolas progresivamente. Cuando se trate de tratamientos prolongados deberán supervisarse cada cierto tiempo. Y referir siempre al facultativo otras sustancias que se estén empleando, como laxantes, antiácidos, vitaminas, que puedan interactuar con algún medicamento que sea indicado.