VISITA A CUBA DEL PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA DE DJIBOUTÍ

(30 de septiembre de 2004)

Estudiantes de Djibouti en Cuba

A la amistad le siguen brotando raíces

ORLANDO GUEVARA NÚÑEZ

Foto: MIGUEL NOADesde Djibouti, una joven y pequeña república asentada en el África subsahariana, que logró su independencia el 27 de junio de 1977, llegó a Santiago de Cuba, en el 2001, un grupo de jóvenes con el fin de estudiar Medicina. Y aquí permanecen, ya en el tercer año de esa carrera, en la Facultad 2 del Instituto Superior de Ciencias Médicas de Santiago de Cuba.

¿Los estudiantes de Djibouti? "Muy disciplinados y con un buen aprovechamiento docente". Fue esa la primera afirmación que escuchamos cuando llegamos al centro universitario donde 529 jóvenes de 11 naciones, comparten con los cubanos su preparación para esta humana profesión.

El grupo está integrado por 19 alumnos, entre ellos dos mujeres. Con algunos de ellos conversamos durante nuestra visita. Acaban de regresar de su país, donde disfrutaron de unas ansiadas vacaciones; desde este lunes comenzaron una nueva etapa de estudios: la inserción en el Hospital Docente Doctor Ambrosio Grillo. Del aula y ante un profesor, pasan a las salas, al lado de los enfermos, sin prescindir de la atención profesoral.

¿Qué ha sido para ustedes lo más difícil durante su estancia aquí? Las respuestas coinciden. Los seis primeros meses, dedicados al aprendizaje del idioma español para sumarlo al francés y al árabe existentes en su país.

Allá, en su tierra natal, colindante con Etiopía, Eritrea y Somalia, decidieron un día optar por la carrera de Medicina y se presentaron a la convocatoria, sabiendo que si eran aprobados vendrían para Cuba, "porque esta profesión no se puede estudiar en cualquier lugar, y mucho menos de forma gratuita, como aquí".

Otra afirmación se refiere a un aspecto medular de la carrera. "Nos formamos como médicos y como seres humanos. Hemos aprendido que el cubano es un pueblo unido, revolucionario, donde se presta ayuda a quienes la necesitan. Aquí, en la escuela, todos nos apoyan".

Y hablan también sobre su aspiración luego de graduados: el regreso a su país, cuyos 23 200 km2 y poco más de 700 000 habitantes esperan por ellos, para ejercer una profesión que beneficie a su pueblo, a través de las instituciones estatales existentes.

La lejanía de la patria y de la familia es siempre motivo de nostalgia. Pero estos jóvenes no se han dejado vencer por ella. Lo primero es el estudio y a él dedican el tiempo necesario. Pero saben también de las playas cercanas, de las populares Noches Santiagueras y las variadas instituciones culturales de la ciudad. Han sembrado y cultivan amistades. Las barreras del idioma desaparecieron y cuando recorren nuestras calles se confunden con los pobladores. El sofocante calor santiaguero no es un problema, comparado con el clima de desierto de su país, donde se registra una temperatura media de 30 grados Celsius.

"Nos hemos adaptado aquí y nos sentimos bien", aseguran. ¿Y entonces?

"Terminaremos nuestros estudios, cumpliremos el tiempo que nos falta", dicen.

Y no existen razones para dudarlo, aún cuando entran ahora al año que marca la mitad de la carrera.

Nos despedimos. Hemos sido testigos de un abrazo solidario entre Cuba y Djibouti. La distancia se inclina ante la fuerza de la hermandad. A la amistad le siguen brotando raíces.

 

   

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