Las agresiones biológicas contra Cuba salieron ayer con particular fuerza a la palestra pública durante la práctica de pruebas de la Demanda al gobierno de los Estados Unidos por daños y perjuicios económicos al pueblo cubano, y quedó demostrada la sostenida y eficaz labor de los científicos y especialistas formados por la Revolución, capaces de enfrentar tan compleja batalla.
Por
primera vez coincidieron tres mujeres como peritas titulares ante el tribunal:
Antonia A. Prieto, Raquel Silveira y María del Carmen Rodríguez, del Centro de
Investigaciones Pesqueras, presentaron el informe acerca de la aparición en
1996, de la enfermedad ulcerativa de la trucha.
El informe pericial rendido por la doctora Rosa Elena Simeón, ministra de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente, ofreció abundante información acerca de los altos costos de esta guerra biológica. En 1978, la Roya de la caña de azúcar afectó el 30 por ciento de nuestras plantaciones, por lo cual se dejaron de producir 1 350 000 toneladas del dulce, además de obligar a sustituir rápidamente las variedades susceptibles.
La
doctora Rosa Elena Simeón, ministra de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente,
ofreció abundante información acerca de los altos costos de la guerra biológica
de Estados Unidos contra nuestro país.
Solo un año más tarde apareció el temible Moho Azul del tabaco, que produjo pérdidas que ascendieron a 374 millones de pesos.
El virus de la fiebre porcina africana fue introducido en Cuba en 1971, procedente de Fort Gullick, base militar de Estados Unidos en la zona del Canal de Panamá, hecho reconocido más tarde públicamente en la prensa internacional por el propio agente de la CIA encargado de la tenebrosa misión. En aquella oportunidad no quedó más remedio que cortar el ciclo de transmisión sacrificando cerca de medio millón de animales, a los que se agregaron casi 300 000 cuando reapareció el mal en 1980 alrededor del poblado de Caimanera, donde se asienta la base norteamericana. En esta ocasión se comprobó que eran cepas de virus modificadas en laboratorio.
Como parte de la guerra biológica contra el pueblo cubano, en 1981 se desató una repentina epidemia de dengue hemorrágico provocado por una cepa de laboratorio que afectó a 350 000 personas y ocasionó la muerte de 158, en su mayoría, niños.
Peritos del Centro Nacional de Sanidad Vegetal —doctores Jorge Ovies y Luis Pérez, e ingeniero Máximo Martínez—, comparecieron para explicar cómo diferentes plagas aparecidas en el país no respondieron a patrones de distribución natural, sino todo lo contrario. Tal es el caso de la Broca del café, cuyos daños alcanzan hasta el 80 por ciento de la cosecha. Las pérdidas ascendieron a más de 48 millones de dólares e incremento de gastos anuales para evitar su ataque superiores a los 21 millones.
El Thrips palmi es una plaga que se alimenta esencialmente de hojas de importantes cultivos y apareció repentinamente en plantaciones de Matanzas, luego de observarse el paso de un avión que dejó caer sustancias desconocidas precisamente por la zona perjudicada. El daño directo a la economía nacional por afectaciones en la papa, el frijol y otros cultivos, así como el desembolso necesario para plaguicidas ascendió a más de 32 millones de dólares.
Estos y otros impactos de la política genocida de los EE.UU. en cultivos de importancia económica y para la alimentación del pueblo, fueron, además, inobjetablemente evidenciados mediante el testimonio de especialistas que participaron en las investigaciones, diagnóstico y enfrentamiento de dichas plagas y enfermedades, y del copiloto del vuelo nacional La Habana-Las Tunas, que presenció las 6-7 descargas de líquido sobre territorio matancero.
Los doctores Emerio F. Serrano, Manuel Toledo y Carlos E. Delgado, del Instituto de Medicina Veterinaria, dictaminaron acerca de los efectos en la población de animales en el país, el decrecimiento de producciones básicas y el retraso de importantes programas en desarrollo como resultado de las enfermedades introducidas por acción enemiga, cuyos daños económicos —ya no los perjuicios incalculables— superan la cifra de 28 millones de dólares.
En el informe se detallan cronológicamente la detección de los primeros brotes, características, extensión y consecuencias de enfermedades como la Newcastle velogénica viscerotrópica, una de las más graves de la avicultura, aparecida en 1962 en granjas de ceba en Pinar del Río, que provocó la muerte de más de un millón de aves; la peste o fiebre porcina africana; la pseudodermatosis nodular bovina y la mamilitis ulcerativa de la vaca lechera, aparecidas en 1981 y 1989, respectivamente, que ocasionaron cuantiosos daños materiales.
El documento aborda, asimismo, lo relativo a la enfermedad hemorrágica viral del conejo, diagnosticada en 1993 en Ciudad de La Habana, y propagada rápidamente a La Habana y Matanzas (causó la muerte de más de 122 000 animales y afectó el aseguramiento de conejos para mejoramiento genético y producciones biológicas para la salud humana y animal), y a la Varroasis, patología que ataca a las abejas adultas y crías, aparecida en 1996 en Matanzas y las provincias habaneras y extendida al 80% del país, que ha causado una sensible disminución de la producción de mieles y sus derivados.
De todos estos casos, el dictamen descarta de manera categórica y sustentado en estudios científicos la posibilidad de su "aparición" por vías naturales, independientemente de la comprobación de sabotajes (por ejemplo, la contaminación de la enfermedad de Newcastle en las vacunas contra la viruela aviar en el laboratorio que las producía con la consiguiente captura y condena de su autor).
Tras la deposición de tres testigos acerca de las investigaciones practicadas en torno a la fiebre porcina, la mamilitis de la vaca lechera y la enfermedad del conejo, la jornada la cerraron las peritos del Centro de Investigaciones Pesqueras, doctora Antonia A. Prieto, master en Ciencias, Raquel Silveira y licenciada María del Carmen Rodríguez, quienes dictaminaron acerca de una nueva enfermedad para el país que denominaron ulcerativa de la trucha, iniciada por la presa Zaza, en abril de 1996, y diseminada desde entonces a todo el país, afectando no solo presas y truchas, sino estaciones de cultivo y otras especies de peces como tilapia, bagre, carpa y goldfish.
(Publicado 8/3/2000)