ULTRAJE A LAS MILES DE VÍCTIMAS DEL TERRORISMO INTERNACIONAL

30 de mayo del 2007

Amparo al terrorismo anticubano

Tradición familiar del clan Bush

ORLANDO ORAMAS LEÓN

Por decisión del presidente George W. Bush, el terrorista Luis Posada Carriles no pagará por sus crímenes, tan deleznables como los que derrumbaron las Torres Gemelas de Nueva York, cual recompensa a sus "servicios prestados" a la CIA y a la fobia de la Casa Blanca contra la Revolución cubana.

Sergio Pérez Castillo, murió en la explosión de la bomba contra la Misión Comercial de Cuba en Montreal.

Washington erige cárceles internacionales, incluso secretas, reniega de convenios internacionales para juzgar sin garantías procesales a sus cautivos de la guerra antiterrorista, pero da cubil a connotados asesinos de diplomáticos y otros representantes o ciudadanos de Cuba y terceras naciones.

Orlando Bosch, Pedro Remón, Guillermo Novo Sampoll, Gaspar Jiménez Escobedo y Posada, entre otros, tienen sus manos manchadas de sangre sin que la justicia norteamericana, y mucho menos la actual administración, los lleven al banquillo de los acusados por tales crímenes de lesa humanidad.

Quedan impunes así los asesinos de Sergio Pérez Castillo, funcionario cubano que perdió la vida en el bombazo que destruyó, el 3 de abril de 1972, el piso 12 del edificio de oficinas de la Misión Comercial de la Isla en Montreal.

No fue la única víctima. Un documento del FBI, emitido el 16 de agosto de 1978, consigna: "En junio de 1974 (Orlando) Bosch admitió haber enviado paquetes bombas a las embajadas de Cuba en Lima, Perú; Madrid, España; Ottawa, Canadá y Buenos Aires, Argentina".

El 9 de agosto de 1976 secuestraron, torturaron y desaparecieron a Jesús Cejas Arias y Crescencio Galañena Hernández, acreditados en la Embajada de Cuba en Buenos Aires. Eran los tiempos de la criminal organización llamada (CORU), fundada por Bosch, Carriles y otros compinches que en ese propio año ejecutaron decenas de acciones terroristas contra entidades cubanas y de otros países latinoamericanos y europeos que mantenían relaciones con Cuba.

No por casualidad aquellos fueron los meses en que Bush padre se desempeñó como jefe de la Agencia Central de Inteligencia. El mismo Bush que recibió la tarea de la CIA de reclutar para el terrorismo contra Cuba a los Posada, Bosch y el resto de la fauna.

También la época de la Operación Cóndor, de la que igualmente tenían conocimiento las agencias norteamericanas co-mo el FBI, cuyo representante en Argentina, en el propio año 1976, informaba que la junta fascista chilena mantenía una "relación especial" con los grupos contrarrevolucionarios cubanos, la cual incluía misiones conjuntas de asesinato.

OTRO 11 DE SEPTIEMBRE

El 11 de septiembre de 1980, 21 años antes del desplome de las Torres Gemelas, Pedro Remón llamaba a los medios noticiosos de Nueva York para reclamar la responsabilidad del asesinato, a nombre de Omega 7, de Félix García Rodríguez, ataché en la Misión de Cuba ante Naciones Unidas.

Así quedó la Embajada de Cuba en Portugal, donde perdieron la vida los diplomáticos Adriana Corcho y Efrén Monteagudos.

Eduardo Arocena, Andrés García y Eduardo Losada Fernández completaban el grupo asesino. La pistola ametralladora Mac 10, con la que mataron a Félix, fue la misma que disparó Remón, en marzo de 1979, para asesinar al emigrado cubano José Negrín Santos, frente a su hijo de 12 años, en New Jersey.

La ola de atentados que siguió a la conformación del CORU segó la vida de los diplomáticos Adriana Corcho Callejas y Efrén Monteagudo Rodríguez, destrozados en la explosión de una bomba el 22 de abril de 1976 en la embajada cubana en Lisboa.

Dos meses después, en Mérida, Yucatán, caía abatido el técnico de la pesca Artaigán Díaz, quien en dos días regresaba a casa, donde le esperaban su esposa y tres niños. Gaspar Jiménez Escobedo, uno de quienes le dispararon, integraba el grupo comandado por Posada Carriles que fue detenido en Panamá, en noviembre del 2000, cuando se disponían hacer estallar explosivos C-4 para asesinar a Fidel.

"El autobús con los perros se había caído". Con esa frase el mercenario Hernán Ricardo enviaba a Posada Carriles y a Orlando Bosch la confirmación de que el avión de Cubana de Aviación había sido derribado frente a Barbados, con 73 personas a bordo, aquel fatídico octubre de 1976.

Para Guillermo Novo Sampoll "cuando mueren pilotos cubanos, diplomáticos o miembros de sus familias a mi no me causa pena, la muerte de estas personas siempre me alegra". Su confesión parece meritoria para quienes le protegen en Estados Unidos.

Aquel discurso de W. Bush de que quien acoja, de refugio o colabore con terroristas debe ser tratado como tal, no clasifica para el terrorismo anticubano, el "bueno" a los ojos de la Casa Blanca.

Por ello resulta hoy más cínica esta otra declaración:

"... es absurdo el intento de Cuba de describir a los Estados Unidos como defensor del terrorismo internacional y como amparo de terroristas". La frase es del embajador Perkins, proclamada en el Consejo de Seguridad de la ONU, en tiempos de la presidencia de George Bush padre, quien para entonces ya había dado amparo a Orlando Bosch, como ahora lo hace George W. Bush con Posada Carriles. Los dos verdugos del crimen de Barbados libres, siguiendo la tradición familiar.

   

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