CIENFUEGOS.— Aún sangran las heridas del corazón de Ayda Domínguez
por la muerte del hijo. Aquel 6 de octubre de 1976 su vástago debía
regresar para celebrar al otro día, junto a ella y la familia, su
cumpleaños 25.
Sin embargo, el joven Eusebio Sánchez, sobrecargo del avión de
Cubana procedente de Barbados, no pudo compartir con los suyos. Una
mano asesina dirigida por Luis Posada Carriles hizo estallar la nave,
cerca de las costas, para cegar así la vida de las 73 personas que
allí viajaban.
Ayda denuncia, una vez más, el horrendo crimen. Esta vez alzó su
voz ante más de 60 000 cienfuegueros que se congregaron en los
alrededores del parque Martí para reclamar justicia y repudiar la
complicidad del gobierno de los Estados Unidos al liberar bajo fianza
al más connotado de los terroristas y enemigo de todo lo humano, al
tiempo que tiene en cárceles de ese país, paradójicamente, a Cinco
compatriotas cubanos que luchaban contra el terrorismo.
Fue una tarde de comunión patriótica, en la que se hizo patente la
bravura de este pueblo, el mismo que sigue firme y decidido el legado
histórico de aquellos cienfuegueros que, en este mismo escenario,
escribieron una página de heroísmo el 5 de septiembre de 1957.