¡Abrid las celdas!
Este es el reclamo de
cada vez más voces en el mundo ante la arbitraria privación de
libertad —léase secuestro— de Cinco Patriotas cubanos luchadores
antiterroristas en cárceles estadounidenses de máxima seguridad,
detenidos desde hace justamente hoy siete años
LOURDES PÉREZ NAVARRO
 YA
NO TIENEN a qué atenerse. Lo han dicho los jueces de la Corte de
Apelaciones del Onceno Circuito de Atlanta en su serio, detallado y
excepcional dictamen: "Las condenas de los acusados son revocadas".
¿Qué esperan entonces para liberarlos?
Luego del fallo, dado a
conocer el pasado 9 de agosto, la Fiscalía ha quedado sin saber qué
hacer. Entre las opciones estarían sentarse a negociar con la defensa
—como habitualmente se hace—; iniciar un nuevo juicio en una sede
distinta a Miami, "comunidad permeada con sentimientos de hostilidad
hacia los acusados" y que "ha estado repetida y profundamente expuesta
a una publicidad perjudicial", donde "conformar un jurado (imparcial)
era una probabilidad poco razonable", tal como refrenda el dictamen.
Sea cual fuere la
decisión, algo es seguro: Gerardo, René, Fernando, Antonio y Ramón
fueron absueltos por un tribunal superior; las condenas ya no existen.
Sin embargo, aún se mantienen encerrados ilegalmente en prisiones de
máxima seguridad destinadas solo a individuos que cumplen sanción.
Como señaló el abogado
Paul McKenna, defensor de Gerardo, desde el momento en que falló la
Corte de Apelaciones, "mi cliente no es convicto de nada". Si el
Gobierno de Estados Unidos quiere juzgar otra vez a nuestros Cinco
Héroes que vuelvan a acusarlos, pero primero tendrán que liberarlos.
Así también lo exigió
el pasado 27 de mayo el Grupo de Trabajo de Detenciones Arbitrarias de
la Comisión de Derechos Humanos de Naciones Unidas, el que determinó
que la detención —el 12 de septiembre de 1998, hace hoy justamente
siete años— y todo el proceso posterior, que ha privado de libertad
a nuestros compatriotas, son arbitrarios y violatorios del Derecho
Internacional, específicamente de la Convención sobre los derechos
civiles y políticos, de la cual es parte Estados Unidos.
Esta Comisión exhortó al
Gobierno a poner fin a tal situación, "y la única forma de cumplirla
es abriendo la celda de los compañeros y sacándolos a la calle", tal
como aseguró recientemente Ricardo Alarcón de Quesada, presidente de
la Asamblea Nacional del Poder Popular.
El Gobierno de EE.UU. sabe
lo que tiene que hacer, agregó. Se lo ha demandado un mecanismo de la
ONU, y la decisión de la Corte de Apelaciones le ha quitado toda
excusa.
Una persona privada de su
libertad, arbitraria e ilegalmente, es una persona sometida a
secuestro. En el caso de nuestros Cinco compatriotas, el mundo sabe
quién es el secuestrador y quiénes los secuestrados; conoce quién
viola la Constitución, las leyes y los procedimientos carcelarios
estadounidenses.
AÑOS DE ENSAÑAMIENTO
Y ARBITRARIEDADES
Siete años han
transcurrido desde aquella madrugada del 12 de septiembre de 1998 en
que efectivos del Buró Federal de Investigaciones (FBI) detuvieran en
sus domicilios a René González, Antonio Guerrero, Fernando
González, Ramón Labañino y a Gerardo Hernández en un operativo
contra una supuesta red de espías.
Todos fueron conducidos al
cuartel general del FBI en Miami, para una entrevista de "convencimiento"
a colaborar y traicionar, a cambio de ciertas promesas, y mediante
presiones y chantajes. Después de varios intentos fallidos los
llevaron al Centro de Detenciones de Miami. De todo ello el jefe del
FBI en esa ciudad, Héctor Pesquera, mantuvo informados, antes que a
nadie, a los congresistas Ileana Ross Lehtinen y Lincoln Díaz-Balart,
notorios personajes pertenecientes a la mafia anticubana.
La detención de estos
Cinco jóvenes, quienes tan solo trataban, con elevado altruismo y
valor, de obtener información sobre los grupos terroristas ubicados
en Miami para prevenir sus actos violentos y salvar vidas de cubanos y
norteamericanos, fue la única respuesta del FBI a las informaciones y
evidencias que venía brindando el Gobierno cubano al estadounidense
acerca de actos terroristas dirigidos contra nuestro país, incluidos
planes para atacar aeronaves y poner bombas en hoteles de La Habana,
estos últimos organizados y financiados por la Fundación
Cubano-Americana mediante el connotado criminal Luis Posada Carriles.
La explosión de una de esas bombas mató al turista italiano Fabio di
Celmo e hirió a 12 cubanos.
El proceso involucró
también a familiares de los encausados, como forma de presión y de
chantaje. Incluso Olga Salanueva, esposa de René, fue hecha
prisionera sin que cometiera delito alguno y luego deportada.
Residente en Cuba con sus dos hijas, ha solicitado la visa en varias
ocasiones para visitar en la prisión a su esposo. La primera vez se
le concedió, y cuando hacía sus maletas para viajar, una orden
revocó la visa, y tantas veces como ha presentado después la
solicitud se la han denegado a ella y a su pequeña Ivette. Tal
negativa ha sufrido también Adriana Pérez, la esposa de Gerardo.
Una Corte de Miami
sancionó a nuestros Cinco compatriotas a las penas máximas por
cargos falsos, incluidos los que el Fiscal pidió retirar por falta de
pruebas, con un Jurado sometido a la amenaza de los grupos
terroristas, la intolerancia de las organizaciones
contrarrevolucionarias y de la prensa anticubana.
Durante 17 meses en una
primera ocasión, y en otra por 48 días, fueron sometidos a
confinamiento solitario en "el hueco" —lugar en el que por sus
pésimas condiciones el tiempo máximo establecido para mantener a un
detenido es de 60 días, y solo en los casos más graves, como el de
asesinato—, y a otros tratos crueles, inhumanos y degradantes. Esto
dificultó la comunicación con sus familiares y abogados, y afectó
las garantías mínimas del debido proceso.
En estos momentos en que
la Corte de Atlanta ha revocado las condenas, ¿sobre qué bases les
podrían negar las visas a Adriana y a Olga? Ellos tienen derecho a
reunirse, no en una prisión, sino en cualquier lugar donde pueda
estar un hombre libre.
Mientras, connotados y
confesos terroristas, como Orlando Bosch, recorren libremente las
calles de Miami, reciben estatus legal en los Estados Unidos,
apadrinados por la mafia anticubana, y alardean ante las cámaras de
televisión de la autoría de innumerables crímenes con los que han
sembrado el dolor y la muerte en Latinoamérica.
Otros, como Posada
Carriles, penetran ilegal y "silenciosamente" en tierra
estadounidense, seguros de que encontrarán protección, al amparo de
compinches de la peor catadura. Solo ante el reclamo internacional —luego
de que Cuba denunciara tales actos y presentara convincentes
evidencias—, el criminal es detenido con las mayores gentilezas, y
procesado, de momento, únicamente por incumplir las leyes
migratorias.
¡Qué distinto al
tratamiento dado a nuestros Cinco compatriotas, que precisamente lo
que hacían era luchar contra el terrorismo! Todo ello deja claro la
doble moral del imperio.
En estos siete años de
indetenible lucha, en la que el combate de nuestro pueblo y de cientos
de comités de solidaridad en el mundo han logrado romper el silencio
de la gran prensa y hacer valer la verdad, el fallo de la Corte de
Apelaciones de Atlanta empieza a abrir el camino hacia la justicia y
la libertad.
¡Que se abran ya las
rejas de las celdas y cese el secuestro!
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