El pueblo cubano reclama
justicia
La alegría de Rosa terminó hace 29 años
RONAL SUÁREZ RAMOS
FOTOS: MIKELY ARENCIBIA
PINAR DEL RÍO.— Rosa
Arias llora desde hace 29 años la desaparición de su hijo Jesús,
uno de los dos funcionarios de la Embajada Cubana en Argentina,
víctimas de la siniestra Operación Cóndor.
A Miguel le indigna saber que los
culpables de la desaparición de su hijo
gozan de impunidad en los Estados Unidos.
En horas de la tarde del 9
de agosto de 1976— según conoció la familia— Jesús Cejas salió
de la representación diplomática acompañado de Crecencio Garañeda.
Los llevaron en automóvil
a una tienda donde debían hacer algunas compras. Al salir se
dirigían a pie hasta donde se alojaban, (quedaba cerca) cuando fueron
atacados por varios hombres, inmovilizados y metidos dentro de una
ambulancia, relata Miguel Cejas, el padre, un campesino tabacalero de
la zona de Río Feo, 8 kilómetros al Oeste de la capital pinareña.
Versiones recientes
indican que ambos jóvenes fueron trasladados a Automotores Orletti,
convertido en centro de tortura de Buenos Aires; allí los
interrogaron y después ultimados a balazos. Sus cuerpos continúan
desaparecidos.
"Yo
me enteré al amanecer del día 11 por un hermano mío que había
escuchado la noticia a través de la radio. No comenté nada en la
casa con la esperanza de que fuese un error, hasta por la tarde que
vinieron unos compañeros de La Habana y confirmaron lo ocurrido",
recuerda Miguel.
Y agrega: "Sabíamos que
si estaba vivo, el Gobierno cubano haría todo lo posible por
salvarlo, pero ya era demasiado tarde. Seis meses después nos
entregaron sus pertenencias. El sangriento brazo de la mafia
terrorista cubano-americana alcanzó a nuestro hijo".
¿Quién era Jesús? Junto
a Teresita, su jimagua, habían sido los primeros frutos de la familia
Cejas Arias en 1953, "tiempos duros", según sus padres, pues eran
aparceros en una vega de tabaco. Después vendrían otros siete
hermanos, seis de ellos tras el triunfo de la Revolución, cuando ya
el campesino era dueño de la tierra y se sentía seguro.
Para Rosa la alegría terminó hace 29 años.
Jesús, quien desde
pequeño aprendió a trabajar en el campo, terminó la primaria e
interrumpió sus estudios, hasta que en el año 1969 fue llamado por
el Servicio Militar. Lo cumplió y pidió continuar, tiempo que
aprovechó para superarse.
"Era
un muchacho muy decidido; cuando se proponía algo no descansaba hasta
lograrlo. Gustaba de jugar a la pelota, montar a caballo, bañarse en
el río y todas esas cosas que eran la principal diversión en el
campo.
"Un
día, muy contento nos comunicó que había sido seleccionado para ir
a Argentina como funcionario de la Embajada. Se despidió de nosotros
el 28 de septiembre de 1975, lo recuerdo porque ese día había
fiestas en todos los CDR", afirma Rosa.
Miguel y Rosa se han
mantenido desde entonces pendientes de cualquier noticia que
esclareciera el destino final de los restos de su hijo.
Nos indigna saber que los
culpables de tantos crímenes andan sueltos y se pasean por las calles
de los Estados Unidos, dice el padre.
He tenido que seguir
luchando por mis otros ocho hijos —afirma Rosa— pero la alegría
se terminó para mí hace 29 años.
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