(13
de junio de 2005)
Reclama justicia dominicano testigo de
sabotaje a avión cubano
SANTO DOMINGO, 12 de
junio.—Uno de los pocos testigos oculares de la voladura en 1976 de
un avión cubano cerca de Barbados, el dominicano José Emmanuel
Meléndez Valencia, reclamó hoy justicia contra uno de los autores de
ese crimen, Luis Posada Carriles.
Meléndez lamenta que "hoy,
29 años después, se está tratando de tapar el sol con un dedo,
esconder ese crimen horrendo y proteger en el país que dice combatir
el terrorismo a uno de los criminales que lo planificó y confesó".
Esa es una de las razones
por las que este ingeniero de 69 años que cumplía entonces un
contrato de trabajo en esa Isla caribeña, decidió contar su
testimonio sobre la explosión en el aire del avión de Cubana de
Aviación con 73 personas a bordo en entrevista publicada por el
periódico Listín Diario.
"Para
que mis hijos, nietos, amigos y el resto de quienes viven en este
planeta no vuelvan a sufrir las consecuencias de esa partida de
criminales, de terroristas, patrocinada desde las más altas
instancias de poder de los Estados Unidos", explicó.
Meléndez era encargado
del Departamento de Ingeniería de una compañía norteamericana que
remodelaba el puerto de Bridgetown, capital de Barbados, cuando
ocurrió el sabotaje.
Cuenta que momentos antes
del atentado, cuando se hallaba fuera del área del puerto, oyó un
ruido fuerte que creyó era un trueno, pero le extrañó que no había
visto relámpagos.
"Unos
segundos después oí lo que era ya una muy definida explosión, y vi
frente a mí, a unos 200 ó 300 metros de distancia, un avión enorme
precipitarse de nariz al agua y partirse en dos", dijo.
Lanzó un grito de espanto
que sorprendió a sus tres compañeros barbadenses en el bote, a
quienes señalaba con las manos hacia el lugar donde se había
desplomado la aeronave, cuyo fuselaje y cola sobresalían.
Luego supo de la
procedencia de la aeronave cuando al acercarse al fuselaje deseando
hallar a alguien con vida, leyó en uno de los papeles que emergían
del avión el membrete: Cubana de Aviación.
"Comenzaron
a aflorar también cadáveres. Intentamos levantar el primero al que
nos acercamos, pero nos dimos cuenta de que era imposible que alguien
pudiera haber quedado con vida allí, pues sus cuerpos se doblaban
como goma", recordó.
Era debido a que toda la
parte ósea de los cuerpos había quedado triturada por el impacto y
la desaceleración súbita del avión al chocar en picada contra el
agua a una velocidad tremenda, explicó el ingeniero Meléndez.
Luego de esto, revela que
pasó cinco días sin poder dormir: "Cada vez que cerraba los ojos
veía ese avión entrando de nariz al agua y despedazándose. Si hay
un espectáculo dantesco, ese es uno".
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