(10 de junio de 2005)
Luces del cambio, el optimismo de un luchador maduro
MARÍA JULIA MAYORAL
Blancos
de la represión, los cuerpos sin vida de incontables uruguayos
permanecen ocultos en los predios de unidades militares convertidas en
cementerios clandestinos durante la dictadura; pero frente a la
impunidad enraizada empiezan a fulgurar luces de justicia.
Es la visión de Hugo
Cores, secretario general del Partido por la Victoria del Pueblo (PVP)
y fundador del Frente Amplio en esa nación sudamericana, quien
asistió al reciente encuentro internacional Contra el terrorismo, por
la verdad y la justicia, celebrado en La Habana.
"Desde
el primero de marzo del 2005, hace apenas unos 90 días, tenemos un
Gobierno de Izquierda; por primera vez en 30 años hay un Presidente
de la República —el doctor Tabaré Vázquez— que autoriza la
entrada de antropólogos forenses en los cuarteles militares; es
decir, de especialistas en descubrir cuerpos ocultos de forma
criminal."
Terminada la dictadura, el
terrorismo de Estado en Uruguay siguió perpetuado en el pensamiento
de sectores pudientes de las clases conservadoras, en la plutocracia
militar y en los dueños de casi la totalidad de los medios de
comunicación masiva asociados al poder económico oligárquico,
sostiene el profesor y periodista.
Esa componenda, aprecia,
se ha expresado en el silenciamiento de las denuncias sobre
violaciones de los derechos humanos, en la reivindicación por parte
de los militares del golpe de Estado de 1973 y de las atrocidades
cometidas durante la dictadura, al presentarse tales hechos como "actos
de defensa a la Patria frente la subversión marxista".
Ha habido, explica, una
compleja trama de complicidades, articulada dentro de los partidos de
la burguesía, con proyecciones "académicas", en el aparato estatal y
sobre una gran parte de la población que siguió experimentando
temor, pues la impunidad prosiguió aunque formalmente el país había
pasado a la democracia. "En términos de la vida cotidiana, esto
quiere decir que mucha gente mantuvo el miedo a organizarse, ya sea
política o sindicalmente, e incluso para emprender proyectos
culturales".
TESTIGOS
Que terrenos de las
unidades militares están colmados de cadáveres no es secreto para
nadie en Uruguay. "Hay testimonios de soldados y de otros miembros de
las tropas, quienes hicieron las denuncias hace más de 20 años,
entre 1984 y 1985, al finalizar la dictadura; pero fueron ignoradas
debido al sistema de complicidades dentro del poder judicial".
Hasta el momento, advierte
el secretario general del PVP, no hay un solo militar uruguayo preso
por esos crímenes. "Necesitamos quebrar el escepticismo, el
sortilegio de la impunidad; cuando se haga justicia contra el primero
de esos asesinos, habrá muchas más personas dispuestas a declarar
sobre los actos de terror cometidos entre 1973 y 1976.
Sería una gran victoria,
asegura, que los criminales comparezcan ante los tribunales, como
antesala del castigo legítimo y del reconocimiento de la verdad en
voz de ellos mismos; sin traumas ni torturas, defendidos por abogados
y con plenas garantías procesales.
"Lo
que está en juego es la salud sicológica y moral de todo un pueblo,
la dignidad de la nación."
MANIOBRA DE CÓNDORES
Tras no poco esfuerzo un
juez ordenó captura y prisión para el ex canciller uruguayo Juan
Carlos Blanco por su responsabilidad en la desaparición forzosa de la
maestra y luchadora revolucionaria Elena Quinteros, a quien los
militares sacaron a la fuerza de la embajada de Venezuela en
Montevideo, donde le habían ofrecido refugio político. Sin embargo,
el representante de la dictadura fue puesto en libertad condicional
como resultado de una maniobra judicial, ilustra Hugo Cores.
Pero ese, advierte, no es
el único proceso legal contra los asesinos que ha sido obstaculizado
por las presiones de gobiernos "democráticos" en Uruguay.
En este país las huellas
de la Operación Cóndor rebasaron los años 1970. "No es casual que
en 1992 secuestraran y asesinaran en Montevideo al chileno Eugenio
Berríos: ingeniero químico, típico criminal al estilo nazi,
fabricante de gas sarín usado en la represión popular y auxiliar de
la DINA (inteligencia chilena) en los tiempos de Pinochet. Lo sacaron
de su `escondite' en Uruguay y lo liquidaron porque sabía
innumerables secretos y, como drogadicto empedernido, fuera de
control, era un peligro para sus jefes cóndores".
LUCES QUE SE ENCIENDEN
En estos momentos, explica
el secretario general del PVP, hay dos importantes procesos judiciales
en curso contra reconocidos criminales representantes de la Derecha en
Uruguay. Uno contra el ex presidente Juan María Bordaberry, acusado
de ser coautor de los hechos que condujeron al asesinato de los
senadores Zelmar Michelini y Héctor Gutiérrez Ruíz, el 20 de mayo
de 1976, en Buenos Aires. Y el otro, contra Juan Carlos Blanco, por la
desaparición forzosa de la maestra Elena Quinteros.
Un futuro mejor para la
nación uruguaya es posible; pero se requiere una gran unidad
política del pueblo y que no le tiemble la mano al poder judicial a
la hora de impartir justicia, opina el fundador del Frente Amplio,
quien valora la posición de muchos jóvenes: "Están descubriendo
para sí la historia del terrorismo de Estado".
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