ULTRAJE A LAS MILES DE VÍCTIMAS DEL TERRORISMO INTERNACIONAL

3 de junio de 2005

Tonwley y Posada

Almas gemelas

PEDRO DE LA HOZ

Nada hay más parecido a un terrorista que otro terrorista.

Cuando el periodista chileno Hernán Uribe habló ayer sobre la trayectoria criminal de Michael Townley, podía haber estado hablando de Luis Posada Carriles.

Townley, ese norteamericano que residió desde niño en Chile y que figura en los planos estelares de cuánta empresa criminal organizaron el imperio y sus siervos en este hemisferio durante los setenta, encaminó su odio visceral hacia todo lo que oliera a izquierda, progreso o beneficio social, poniéndose a disposición como agente de la CIA y la DINA, organizaciones donde perfeccionó el arte de matar.

A Posada, que antes del triunfo revolucionario de 1959 figuró en la nómina de los servicios secretos batistianos, la CIA lo fichó apenas arribó a Estados Unidos en los tempranos sesenta, y, tal como confesó en su entrevista para The New York Times, "la CIA nos lo enseñó todo, como usar explosivos, como matar, hacer bombas".

El primer crimen reconocido por Townley fue particularmente repulsivo: al encargado de una planta de TV en la ciudad de Concepción lo torturó, desfiguró, amordazó y abandonó hasta su muerte.

Varios venezolanos han testimoniado cómo Posada, a su paso por la DISIP, ganó reputación como torturador y se sabe que fue responsable de más de un asesinato.

El expediente criminal de Townley es abultado: estuvo entre los ejecutantes del atentado contra el general Carlos Prats y viajó a Buenos Aires para planificar el secuestro y desaparición de dos funcionarios diplomáticos cubanos. De su participación en el asesinato del ex canciller Orlando Letelier y su secretaria en EE.UU., quedó el testimonio de sus aliados de la mafia anticubana: "Si tú logras poner el material, nosotros lo hacemos estallar".

Las manos de Posada están llenas de sangre. Con absoluta desfachatez blasonó de ello en una entrevista publicada en The Miami Herald el 10 de noviembre de 1991 cuando le preguntaron sobre el avión de Barbados: "El sabotaje fue el golpe más efectivo que se haya realizado contra Castro".

Por el caso Letelier, Townley fue condenado a solo 10 años de prisión en Estados Unidos y apenas cumplió la mitad de la sentencia. Un convenio secreto entre el Gobierno de Estados Unidos y el del Chile de Pinochet, develado por Uribe, concretó un arreglo político en el que se concedía a Townley un status de delincuente especial que merecía un tratamiento especial.

Sin ser sometido a juicio, Posada salió por la puerta de un penal venezolano y viajó a Centroamérica, donde prosiguió su carrera terrorista. Apresado en Panamá, consiguió un status especial por acuerdo del Gobierno de Estados Unidos y el de la Moscoso en Panamá; ser indultado.

Townley no es un terrorista, es para los pinochetistas un luchador por la democracia. Posada tampoco es un terrorista, es para la mafia miamense un veterano "luchador anticastrista".

Townley y Posada son almas gemelas de un mismo padre.

 

   

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