24
de mayo de 2005
De los nexos de la
Casa Blanca con el terrorismo
Bush (padre)
NICANOR LEÓN COTAYO
El
16 de agosto de 1989 el entonces presidente de los Estados Unidos,
George Bush (padre), incurrió en una contradicción que más tarde
pareció exigir de él una aclaración respecto a su postura sobre el
terrorismo, que nunca tuvo lugar.
Por un lado reclamó una
mejoría en la situación de los derechos humanos en Cuba y, por otro,
favoreció la candidatura al Congreso de la defensora de un gángster
que hasta la CIA y el Departamento de Justicia norteamericano
valoraron como peligroso terrorista.
"Algún
día me gustaría ver relaciones mejoradas, normalizadas con Cuba.
Pero eso no podrá ocurrir y no ocurrirá mientras Castro continúe
violando los derechos humanos de su propia gente", dijo.
Esas palabras del
mandatario tuvieron lugar en un acto de recaudación de fondos para
Ileana Ross-Lehtinen, quien participaría en una elección 13 días
más tarde para ocupar un puesto vacante en la Cámara de
Representantes.
El respaldo del Presidente
a Lehtinen, demostrado en varias ocasiones, estuvo subrayado por el
hecho de que su hijo Jeb, hoy Gobernador de la Florida, fungía como
jefe de la campaña de esta.
Un despacho cablegráfico
de la agencia británica Reuter hizo notar que la señora
Ross-Lehtinen se encontraba entre las figuras de Miami que defendían
con vehemencia al terrorista Orlando Bosch Ávila, amenazado de
deportación por las autoridades del país.
El 12 de agosto, la AP se
hizo eco de una carta que el detenido envió al director de
Inmigración y Naturalización de Miami, Perry Rivkind, en la que
trató de justificar el crimen de Barbados.
Bosch, uno de los
principales autores de ese genocidio, dice en su carta a Rivkind que "el
hecho de que haya muerto allí gente inocente, aunque muy lamentable,
está gobernado por las duras realidades de las leyes hipotéticas de
la guerra".
Aquel apoyo de Bush
(padre) a Ross-Lehtinen, erigida en la más cálida defensora de
Bosch, trae a la mente otro caso en que el mandatario se relacionó de
cierta forma con otro terrorista: Luis Posada Carriles, prófugo de la
justicia venezolana también mezclado en el sabotaje de Barbados.
A mediados de septiembre
de 1988, el conocido agente de la CIA Félix Rodríguez, de origen
cubano, admitió a la prensa en Washington que en 1985 él se hizo
cargo de esconder a Posada Carriles, luego de que a través de un bien
montado operativo lo "fugaron" de una cárcel venezolana.
Un asesor militar
estadounidense que fue capturado en Nicaragua, Eugene Hasenfus, había
declarado antes que Posada Carriles estaba en El Salvador formando
parte de una red de la CIA que abastecía a los grupos antisandinistas
y dio a conocer que su protector —Félix Rodríguez— tenía
estrechos vínculos con la oficina del entonces vicepresidente George
Bush.
El consejero de este
último para Asuntos de Seguridad Nacional, Donald Gregg, dijo por
aquellos días a la prensa: "No creo que el Vicepresidente supiera que
Posada Carriles estaba trabajando con Félix, de manera que ¿para
qué vamos a pedir una investigación?".
Apenas un mes después, a
mediados de octubre del mismo año, el entonces candidato presidencial
republicano George Bush volvió a incursionar en el campo de
terroristas de origen cubano.
Sucedió durante la
segunda y última confrontación televisiva que mantuvo con su rival
demócrata, Michael Dukakis, cuando Bush expresó que Armando
Valladares era uno de los "héroes" que inspiraban a los Estados
Unidos.
Valladares, como demuestra
su expediente de la época, formó parte de la policía del tirano
Fulgencio Batista, y luego del triunfo de la Revolución en 1959
estuvo ampliamente involucrado en acciones terroristas, algo muy
divulgado en la prensa.
A pesar de ese abultado
fardo de antecedentes, este sórdido personaje fue nombrado embajador
de Washington ante la Comisión de Derechos Humanos de la ONU, y el
Bush padre le brindó los más solemnes homenajes.
Junto a lo anterior, como
se apuntó al inicio, el mandatario se erigió en recaudador de fondos
para Ross-Lehtinen, quien tenía entonces como héroe a un terrorista
al que rechazaban hasta las autoridades norteamericanas.
Si todo lo dicho fuese
sumado, resulta muy comprometida la percepción de George Bush (padre)
respecto al terrorismo, pues, además, era el jefe de la CIA cuando el
crimen de Barbados que organizaron hombres de esa agencia de
espionaje.
Su hijo le está siguiendo
los pasos con absoluta fidelidad. Lo demuestra el caso Posada
Carriles, que propina un fuerte golpe a los proclamados afanes de la
Casa Blanca contra el terrorismo.
|