
Reflexiones del Comandante en
Jefe
Lula
(Tercera Parte)
El Comandante en Jefe aborda la política hostil y agresiva que
por más de 45 años ha mantenido Estados Unidos con el objetivo
de desestabilizar la Revolución Cubana, advierte de las maniobras de
ese gobierno para proteger y desarrollar su economía, sin importarle
afectar las de otros países, e insiste en que no solo el egoísmo a
ultranza preconizado por el capitalismo refuerza el abismo de
desigualdades entre los países pobres y ricos, sino que
el individualismo y el consumismo presente en esas sociedades, ponen
en peligro la supervivencia de la especie y del planeta
Cuando se produjo la desintegración de la Unión Soviética, que
fue para nosotros como si dejara de salir el sol, la Revolución
Cubana recibe un golpe demoledor. No sólo se tradujo en un
cese total de los suministros de combustible, materiales y
alimentos; perdimos los mercados y precios alcanzados para
nuestros productos en el duro bregar de la lucha por la soberanía,
la integración y los principios. El imperio y los traidores,
llenos de odio, afilaban los puñales con los que pensaban pasar a
cuchillo a los revolucionarios y recuperar las riquezas del país.
El Producto Interno Bruto comenzó a caer progresivamente hasta un
35 por ciento. ¿Qué país habría resistido tan terrible golpe?
No defendíamos nuestras vidas; defendíamos nuestros derechos.
Muchos partidos y organizaciones de izquierda se desalentaron
ante el colapso en la URSS tras su titánico esfuerzo por construir
el socialismo durante más de 70 años.
Las críticas de los reaccionarios en todas las tribunas y medios
de divulgación eran feroces. No sumaríamos las nuestras al
coro de los apologistas del capitalismo haciendo leña del árbol
caído. Ninguna estatua de los creadores o abanderados del
marxismo fue demolida en Cuba. Ninguna escuela o fábrica
cambió de nombre. Y decidimos seguir adelante con inconmovible
firmeza. Así lo habíamos prometido en tan hipotéticas e
increíbles circunstancias.
Nunca se practicó tampoco en nuestro país el culto a la
personalidad, prohibido por nuestra propia iniciativa desde los
primeros días del triunfo.
En la historia de los pueblos, los factores subjetivos han hecho
avanzar o retroceder los desenlaces, independientemente de los
méritos de los líderes.
Le hablé a Lula del Che, haciéndole una breve síntesis de su
historia. Él discutía con Carlos Rafael Rodríguez sobre el
sistema de autofinanciamiento o el método presupuestario, a los que
no les dábamos mucha importancia, entonces ocupados en la lucha
contra el bloqueo norteamericano, los planes de agresión y la crisis
nuclear de octubre de 1962, un problema real de supervivencia.
El Che estudió los presupuestos de las grandes compañías yanquis,
cuyos funcionarios administrativos vivían en Cuba, no sus
propietarios. Extrajo una idea clara del accionar imperialista
y de lo que ocurría en nuestra sociedad, que enriqueció sus
concepciones marxistas y lo llevó a la conclusión de que en Cuba no
se podían usar los mismos métodos para construir el socialismo.
Pero no se trataba de una guerra de insultos; eran
intercambios honestos de opiniones, que se publicaban en una pequeña
revista sin intención alguna de crear sismos o divisiones entre
nosotros.
Lo que ocurrió después en la URSS no habría sorprendido al Che.
Mientras tuvo cargos importantes y ejerció funciones, fue siempre
cuidadoso y respetuoso.
Su lenguaje se endureció cuando chocó con la horrible realidad
humana impuesta por el imperialismo, que percibió en la antigua
colonia belga del Congo.
Hombre abnegado, estudioso y profundo, murió en Bolivia junto a
un puñado de combatientes cubanos y de otros países
latinoamericanos, luchando por la liberación de Nuestra América.
No llegó a conocer el mundo de hoy, al que se suman problemas que
entonces se ignoraban.
Tú no lo conociste, le dije. Era sistemático en el trabajo
voluntario, el estudio y la conducta: modesto, desinteresado,
daba el ejemplo en los centros de producción y en el combate.
Pienso que en la construcción del socialismo, mientras más
reciban los privilegiados, menos recibirán los más necesitados.
Le reitero a Lula que el tiempo medido en años transcurría ahora
velozmente; cada uno de ellos se multiplicaba. Casi
puede decirse lo mismo de cada día. Nuevas noticias se
publican constantemente, relacionadas con situaciones previstas en
mi encuentro del día 15 con él. Abundando en los argumentos
económicos, le expliqué que cuando la Revolución triunfa en 1959,
Estados Unidos pagaba al precio preferencial de 5 centavos la libra
una parte importante de nuestra producción azucarera, que a lo largo
de casi un siglo era enviada al mercado tradicional de ese país, que
fue siempre abastecido en sus momentos críticos por un suministrador
seguro muy próximo a sus costas. Cuando proclamamos la Ley de
Reforma Agraria, Eisenhower decidió lo que había que hacer, y no se
había llegado todavía a la nacionalización de sus centrales
azucareros ―que habría sido prematura―, ni aplicado aún a sus
grandes latifundios la ley agraria recién aprobada en mayo de 1959.
En virtud de aquella decisión precipitada, nuestra cuota azucarera
fue suprimida en diciembre de 1960, y más tarde redistribuida entre
otros productores de esta y otras regiones del mundo como castigo.
Nuestro país quedó bloqueado y aislado.
Lo peor fue la falta de escrúpulos y los métodos
que exhibió el imperio para imponer su dominio sobre el mundo.
Introdujeron virus en el país y liquidaron las mejores cañas;
atacaron el café, atacaron la papa, atacaron también los porcinos.
La Barbados 4362 era una de nuestras mejores variedades de caña:
madurez temprana, rendimiento en azúcar que a veces llegaba a 13 o
14 por ciento; su peso por hectárea podía pasar de 200
toneladas en caña de 15 meses. Los yanquis acabaron con las
mejores, utilizando plagas. Más grave aún: introdujeron
el virus del dengue hemorrágico, que afectó a 344 mil personas y
costó la vida de 101 niños. Si emplearon otros virus, no lo
sabemos ―o no lo hicieron por temor a la vecindad con Cuba.
Cuando por estas causas no podíamos cumplir los
envíos de azúcar comprometidos con la URSS, ellos nunca dejaban de
enviarnos las mercancías que habíamos acordado. Recuerdo que
negocié con los soviéticos cada centavo del precio del azúcar;
descubrí en la práctica lo que sólo conocía en teoría: el
intercambio desigual. Ellos garantizaban un precio por encima
del que regía en el mercado mundial. Los acuerdos se
proyectaban por cinco años; si al principio del quinquenio
estabas enviando equis toneladas de azúcar para pagar las
mercancías, al final del mismo el valor de sus productos al precio
internacional era un 20 por ciento más alto. Fueron siempre
generosos en las negociaciones: una vez el precio en el
mercado mundial ascendió coyunturalmente a 19 centavos, nos
aferramos a ese precio, y lo aceptaron. Esto sirvió después
como base para la aplicación del principio socialista de que los más
desarrollados económicamente debían apoyar a los menos desarrollados
en la construcción del socialismo.
Al preguntarme Lula cuál era el poder adquisitivo de 5 centavos, le
expliqué que con una tonelada de azúcar se compraban entonces 7
toneladas de petróleo; hoy, al precio del petróleo ligero de
referencia, 100 dólares, se compra un solo barril. El azúcar
que exportamos, a los precios actuales, solo alcanzaría para
adquirir el combustible importado que se consume en 20 días. Habría
que gastar alrededor de 4 mil millones de dólares al año en
adquirirlo.
Estados Unidos subsidia su agricultura con decenas de miles de
millones cada año. ¿Por qué no dejan entrar libremente en
Estados Unidos el etanol que ustedes producen? Lo subsidian de
forma brutal, con lo cual a Brasil le arrebatan ingresos por miles
de millones de dólares cada año. Lo mismo hacen los países
ricos, con su producción de azúcar, oleaginosas y granos para
producir etanol.
Lula analiza datos de las producciones agrícolas de Brasil que
son de gran interés. Me comunica que tiene un estudio
realizado por la prensa brasileña que muestra que hasta el 2015 la
producción mundial de soya crecerá el 2 por ciento al año; es
decir, significa que se necesitará producir 189 millones de
toneladas de soya más de lo que se produce hoy. La producción
de soya de Brasil tendría que crecer a un ritmo del 7 por ciento
anual para poder atender a las necesidades mundiales.
¿Cuál es el problema? Muchos países ya no tienen más
tierras para sembrar. La India, por ejemplo, no tiene más
tierra libre; China tiene muy poca tierra disponible para esto
y Estados Unidos tampoco las posee para producciones adicionales de
soya.
Yo le añadí a su explicación que muchos países latinoamericanos
lo que tienen son millones de ciudadanos con salarios de hambre
produciendo café, cacao, vegetales, frutas, materias primas y
mercancías a bajo precio para surtir a la sociedad de Estados
Unidos, que ya no ahorra y consume más de lo que produce.
Lula explica que pusieron en Ghana una oficina de investigación
de EMBRAPA ―la Empresa Brasileña de Investigación
Agropecuaria―, y añade que en febrero van a inaugurar también una
oficina en Caracas.
Treinta años atrás, Fidel, aquella región de
Brasilia, Mato Grosso, Goiás, se consideraba una parte de Brasil que
no tenía nada, era igual que la sabana africana; en 30 años se
transformó en la región de mayor producción de granos de todo el
Brasil, y pienso que África tiene una parte muy parecida a esta
región de nuestro país; por ello pusimos la oficina de
investigación allí en Ghana y queremos hacer una sociedad también
con Angola.
Brasil, me dijo, tiene una situación privilegiada.
Contamos con 850 millones de hectáreas de tierra; de estas,
360 millones es la parte del Amazonas; 400 millones de buenas
tierras para la agricultura, y la caña de azúcar ocupa solamente el
uno por ciento.
Brasil, le comento, es por otro lado el mayor
exportador de café del mundo. A Brasil le pagan por este
producto lo mismo que valía una tonelada en el año 1959:
alrededor de 2,500 dólares actuales. Si en ese país cobraban
entonces 10 centavos por una taza, hoy cobran 5 dólares o más por
una taza olorosa de café expreso, un estilo italiano de colar.
Eso es PIB en Estados Unidos.
En África no pueden hacer lo que hace Brasil.
Gran parte de África está cubierta por desiertos y áreas
tropicales y subtropicales, donde es difícil producir soya y trigo.
Sólo en la zona del Mediterráneo, por el norte ―donde caen algunos
cientos de milímetros al año, o la que riegan con aguas del Nilo―,
en las mesetas altas o en el sur, de las que se apropiaron los del
Apartheid, abundan las producciones de granos.
Los peces de sus aguas frías, que bañan sobre todo
su costa occidental, alimentan a países desarrollados que barren con
los arrastreros los ejemplares grandes y pequeños de las especies
que se alimentan con el plancton de las corrientes procedentes del
Polo Sur.
África, con casi 4 veces más superficie que Brasil
(30,27 millones de kilómetros cuadrados) y 4,3 veces más población
que Brasil (911 millones de habitantes), está muy lejos de producir
los excedentes de alimentos de Brasil, y su infraestructura está por
construir.
Los virus y bacterias que afectan la papa, el cítrico, el
plátano, el tomate, el ganado en general, la fiebre porcina, aviar,
aftosa, la enfermedad de las vacas locas, y otras que afectan en
general al ganado en el mundo, abundan en África.
Le hablé a Lula de la Batalla de Ideas que estábamos librando.
Nuevas noticias llegan constantemente, que evidencian la necesidad
de esa lucha constante. Los peores órganos de prensa de los
enemigos ideológicos se dedican a divulgar por el mundo las
opiniones de algunos gusanillos que en nuestro heroico y generoso
país ni siquiera desean escuchar la palabra socialismo. El 20
de enero, cinco días después de la visita, uno de esos órganos
publicó la de un jovenzuelo que gracias a la Revolución alcanzó un
buen nivel de educación, salud y empleo:
"No quiero saber de ningún socialismo", y explica la razón de su
cólera: "mucha gente empeñaba hasta el alma por unos pocos
dólares. Lo nuevo que va a venir para este país, sea lo
que sea, que le den otro nombre," manifiesta. Todo un lobezno
disfrazado de abuelita.
El propio corresponsal que la divulga, continúa gozoso afirmando:
"La propaganda oficial convocando a los cubanos a acudir a las urnas
cita más veces la Revolución que el socialismo. Por lo pronto,
Cuba ya no es un país burbuja, como lo fue hasta fines de la década
de los 80. La mirada insular está transitando hacia una
visualidad global y el país, sobre todo en la capital, está viviendo
una acelerada mutación hacia la modernidad. Y uno de sus
efectos es que están descosiendo las costuras del socialismo
importado décadas atrás."
Se trata de la apelación vulgar del capitalismo imperial al
egoísmo individual, predicado hace casi 240 años por Adam Smith como
la causa de las riquezas de las naciones; es decir, ponerlo
todo en manos del mercado. Eso crearía riquezas sin límites en
un mundo idílico.
Pienso en África y sus casi mil millones de habitantes, víctimas
de los principios de esa economía. Las enfermedades, que
vuelan a la velocidad de los aviones, se propagan al ritmo del SIDA,
y otras viejas y nuevas enfermedades afectan a su población y sus
cultivos, sin que ninguna de las antiguas potencias coloniales sea
capaz realmente de enviarles médicos y científicos.
Sobre estos temas hablé con Lula.
Fidel Castro Ruz
Enero 26 de 2008
Lula
(Primera
Parte)
Lula
(Segunda
Parte)
Lula
(Cuarta y última parte)
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