los que no cesan de martillar
argumentos en un sentido u otro, capaces de confundir a personas
tradicionalmente amigas de Cuba, pareceríamos aguafiestas a los que
no les importa perjudicar el ingreso neto de moneda exterior de ese
país. Guardar silencio sería para mí optar entre la idea de una
tragedia mundial y un supuesto beneficio para el pueblo de esa gran
nación.
No voy a culpar a Lula y a los brasileños de las leyes objetivas
que han regido la historia de nuestra especie. Apenas han
transcurrido siete mil años desde que el ser humano dejó huellas
palpables de lo que llegó a ser una civilización inmensamente rica
en cultura y conocimientos técnicos. Sus avances no se lograron al
mismo tiempo ni en el mismo lugar de la geografía. Puede afirmarse,
que debido a la inmensidad aparente de nuestro planeta, en muchos
casos se desconocía la existencia de una u otra civilización. Jamás
durante miles de años el ser humano vivió en ciudades de veinte
millones de habitantes como Sao Paulo o Ciudad México, o en
comunidades urbanas como París, Madrid, Berlín y otras que ven
transitar trenes sobre rieles y colchones de aire, a velocidades de
más de 400 kilómetros por hora.
En la época de Cristóbal Colón, hace apenas 500 años, algunas de
esas ciudades no existían o no sobrepasaba su población la cifra de
varias decenas de miles de habitantes. Ninguna gastaba un kiloWatt
para iluminar sus hogares. Posiblemente la población del mundo no
rebasaba entonces los 500 millones de habitantes. Se conoce que en
1830 alcanzó los primeros 1 000 millones, ciento treinta años
después se multiplicó por tres, y cuarenta y seis años más tarde la
suma de los habitantes del planeta se elevó a 6 500 millones, en su
inmensa mayoría pobres, que deben compartir los productos
alimenticios con los animales domésticos y de ahora en adelante con
los biocombustibles.
La humanidad no contaba entonces con los avances de la
computación y los medios de comunicación alcanzados en la
actualidad, aunque sí habían estallado ya las primeras bombas
atómicas sobre dos grandes comunidades humanas, en lo que constituyó
un brutal acto de terrorismo contra población civil indefensa, por
razones estrictamente políticas.
Hoy el mundo cuenta con decenas de miles de bombas nucleares
cincuenta veces más poderosas, con portadores varias veces más
veloces que el sonido y de una precisión absoluta, con las cuales
nuestra sofisticada especie puede autodestruirse. A finales de la
Segunda Guerra Mundial, que libraron los pueblos contra el fascismo,
surgió un nuevo poder que se adueñó del mundo e impuso el actual
orden absolutista y cruel.
Antes de viajar Bush a Brasil, el jefe del imperio estableció que
el maíz y otros alimentos serían la materia prima adecuada para
producir biocombustible. Lula por su parte declaró que, a partir de
la caña de azúcar, Brasil podía suministrar el que fuese necesario;
veía en esta fórmula un porvenir para el Tercer Mundo, y el único
problema pendiente de solución sería mejorar las condiciones de vida
de los trabajadores cañeros. Bien consciente estaba, y así
lo declaró, que Estados Unidos por su parte debía suspender las
barreras arancelarias y los subsidios que afectan la exportación del
etanol a Estados Unidos.
Bush respondió que las tarifas y los subsidios a los agricultores
eran intocables en un país como Estados Unidos, primer productor
mundial de etanol a base de maíz.
Las grandes transnacionales norteamericanas productoras de ese
biocombustible, que invierten aceleradamente decenas de miles de
millones de dólares, le habían exigido al jefe del imperio
la distribución en el mercado norteamericano de no menos de treinta
y cinco mil millones (35 000 000 000) de galones de ese combustible
cada año. Entre tarifas protectoras y subsidios reales la cifra por
año ascenderá a casi cien mil millones de dólares.
Insaciable en su demanda, el imperio había lanzado al mundo la
consigna de producir biocombustibles para liberar a Estados Unidos,
el mayor consumidor mundial de energía, de cualquier dependencia
exterior en materia de hidrocarburos.
La historia demuestra que el monocultivo cañero estuvo asociado
estrechamente a la esclavitud de los africanos, arrancados por la
fuerza de sus comunidades naturales y trasladados a Cuba, Haití
y otras islas del Caribe. En Brasil ocurrió exactamente igual con el
cultivo de la caña.
Hoy en ese país, casi el 80% de la caña se corta manualmente.
Fuentes y estudios aportados por investigadores brasileños afirman
que un cortador de caña, trabajador a destajo, debe producir no
menos de doce toneladas para satisfacer necesidades elementales. Ese
trabajador necesita efectuar 36 630 flexiones de piernas, recorrer
pequeños trayectos 800 veces cargando 15 kilos de caña en los brazos
y caminar en su faena 8 800 metros. Pierde un promedio de 8 litros
de agua cada día. Solo en caña quemada se puede alcanzar esa
productividad por hombre. La caña de corte manual o mecanizado se
suele quemar para proteger al personal de mordidas o picadas dañinas
y sobre todo para elevar la productividad. Aunque exista una norma
establecida de 8 de la mañana a 5 de la tarde para realizar su
tarea, ese corte a destajo no escapa de las 12 horas de trabajo. La
temperatura en ocasiones alcanza los 45 grados centígrados
al mediodía.
Yo personalmente he cortado caña no pocas veces por deber moral,
igual que otros muchos compañeros dirigentes del país. Recuerdo el
mes de agosto de 1969. Escogí un lugar próximo a la Capital. Me
movía bien temprano cada mañana hacia allí. La caña no quemada era
verde, de variedad temprana y alto rendimiento agrícola
e industrial. No cesaba de cortar un minuto durante cuatro horas
consecutivas. Alguien se encargaba de afilar el machete. Ni una vez
dejé de producir un mínimo de 3,4 toneladas diarias. Luego me
bañaba, almorzaba sosegadamente y descansaba en un lugar muy
próximo. Gané varios bonos por la famosa zafra del 70. Tenía
entonces 44 años recién cumplidos. El resto del tiempo, hasta la
hora de dormir, lo dedicaba a mis deberes revolucionarios. Detuve
aquel esfuerzo personal cuando me ocasioné una herida en el pie
izquierdo. El afilado machete había penetrado en la bota protectora.
La meta nacional era de 10 millones de toneladas de azúcar y
4 millones de toneladas de melaza aproximadamente, como subproducto.
Nunca se alcanzó, aunque nos acercamos a ella.
La URSS no había desaparecido, parecía algo imposible. El período
especial, que nos llevó a una lucha por la supervivencia y a las
desigualdades económicas con sus elementos de corrupción inherentes,
no había surgido. El imperialismo creyó que había llegado la hora de
rematar a la Revolución. También es honesto reconocer que en los
años de bonanza aprendimos a derrochar y no fue poco el grado de
idealismo y de sueños que acompañaron a nuestro heroico proceso.
Los grandes rendimientos agrícolas de Estados Unidos se lograron
mediante la rotación de las gramíneas (maíz, trigo, avena, mijo y
otros granos similares) con las leguminosas (soja, alfalfa,
frijoles, etcétera). Estas incorporan nitrógeno y materia orgánica a
los suelos. El rendimiento del maíz en Estados Unidos en el año
2005, según datos de la Organización de Naciones Unidas para la
Agricultura y la Alimentación (FAO), alcanzó 9.3 toneladas por
hectárea.
En Brasil solo se logran 3 toneladas de ese grano en la misma
área de tierra. La producción total contabilizada de ese hermano
país fue ese año treinta y cuatro millones seiscientas mil
toneladas, consumido internamente como alimento. No puede aportar
maíz al mercado mundial.
Los precios de ese grano, alimento principal de numerosos países
del área, casi se han duplicado. ¿Qué ocurrirá cuando cientos de
millones de toneladas de maíz se dediquen a la producción de
biocombustible? Y no voy a mencionar las cantidades de trigo, mijo,
avena, cebada, sorgo y otros cereales que los países
industrializados utilizarán como fuente de combustible para sus
motores.
A esto se añade que es muy difícil para Brasil llevar a cabo la
rotación del maíz con leguminosas. De los estados brasileños que
tradicionalmente lo producen, ocho de ellos son responsables del
noventa por ciento de la producción: Paraná, Minas Gerais, Sao
Paulo, Goias, Mato Grosso, Río Grande do Sul, Santa Catarina y Mato
Grosso do Sul. Por otro lado, el 60% de la producción de caña de
azúcar, una gramínea que no puede rotarse con otros cultivos, se
lleva a cabo en cuatro Estados: Sao Paulo, Paraná, Pernambuco y Alagoas.
Los motores de tractores, máquinas cosechadoras y los medios
pesados de transporte para mecanizar la cosecha, gastarían
hidrocarburos en cantidades crecientes. El incremento de la
mecanización nada ayudaría a evitar el calentamiento del planeta,
algo que está probado por los especialistas que miden la temperatura
anual desde hace más de 150 años.
Brasil sí produce un excelente alimento especialmente rico en
proteína, la soja: cincuenta millones ciento quince mil (50 115 000)
toneladas. Consume casi 23 millones de toneladas y exporta
veintisiete millones trescientos mil (27 300 000). ¿Es que acaso una
parte importante de esa soja se va a convertir en biocombustible?
En lo inmediato los productores de carne bovina comienzan a
quejarse de que los terrenos sembrados de pastos se están
transformando en cañaverales.
El antiguo Ministro de Agricultura de Brasil, Roberto Rodrigues,
importante defensor de la actual línea gubernamental y hoy co-presidente
del Consejo Interamericano de Etanol, creado en el 2006 a partir de
un acuerdo con el Estado de Florida y el Banco Interamericano de
Desarrollo (BID) para promover el uso de biocombustible en el
continente americano, declaró que el programa de mecanización de la
cosecha cañera no genera más empleo, sino que por el contrario se
produciría un excedente de personal no calificado.
Se conoce que los trabajadores más pobres procedentes de diversos
estados son los que acuden al corte de la caña por imperiosa
necesidad. En ocasiones, son personas que tienen que separarse
muchos meses de sus familiares. Es lo que ocurría en Cuba hasta el
triunfo de la Revolución, cuando el corte y alza de la caña era
a mano y apenas existía el cultivo y transporte mecanizado. Al
desaparecer el brutal sistema impuesto a nuestra sociedad, los
cortadores, alfabetizados masivamente, abandonaron su peregrinar en
muy pocos años y fue necesario sustituirlos con cientos de miles de
trabajadores voluntarios.
A esto se añade el último informe de Naciones Unidas sobre el
cambio climático, al afirmar lo que ocurrirá en Suramérica con el
agua de los glaciares y la cuenca acuífera del Amazonas a medida que
la temperatura de la atmósfera siga aumentando.
Nada impide que el capital norteamericano y europeo financie la
producción de biocombustibles. Podrían incluso regalarles los fondos
a Brasil y América Latina. Estados Unidos, Europa y demás países
industrializados se ahorrarían más de ciento cuarenta mil millones
de dólares cada año, sin preocuparse de las consecuencias climáticas
y de hambre, que afectarían en primer lugar a los países del Tercer
Mundo. Siempre les quedaría dinero para el biocombustible y adquirir
a cualquier precio los pocos alimentos disponibles en el mercado
mundial.
Lo que se impone de inmediato es una revolución energética que
consiste no solo en la sustitución de todas las luminarias
incandescentes, sino también en el reciclaje masivo de todos los
equipos domésticos, comerciales, industriales, transporte y de uso
social, que con las tecnologías anteriores requieren dos y tres
veces más energía.
Duele pensar que se consumen anualmente 10 mil millones de
toneladas de combustibles fósiles, lo cual significa que cada año se
derrocha lo que la naturaleza tardó un millón de años en crear. Las
industrias nacionales tienen por delante enormes tareas que realizar
y con ello incrementar el empleo. Así podría ganarse un poco de
tiempo.
Otro riesgo de carácter diferente que el mundo corre es el de una
recesión económica en Estados Unidos. En los últimos días los
dólares han roto récord de pérdida de valor. Con esa moneda de papel
y los bonos norteamericanos están constituidas la mayor parte de las
reservas en divisas convertibles de todos los países.
Mañana Primero de Mayo es un buen día para hacer llegar estas
reflexiones a los trabajadores y a todos los pobres del mundo, junto
a la protesta contra algo también increíble y humillante que ha
ocurrido: la liberación de un monstruo del terrorismo, precisamente
al cumplirse el 46 Aniversario de la Victoria Revolucionaria de
Playa Girón.
¡Prisión para el verdugo!
¡Libertad para los Cinco Héroes!
Fidel Castro Ruz
30 de abril de 2007
6:34 pm.