Los oligarcas chilenos se han rasgado las vestiduras
con la visita de la Presidenta Michelle Bachelet a Cuba.
El Subsecretario de Relaciones Exteriores de Chile,
Alberto Van Klaveren declaró que en la Reflexión del día 12 de
febrero, se emitieron ideas a título estrictamente personal. Es muy
cierto ya que no pretenden otro carácter.
Recibí con todo respeto a la Jefa de Estado chilena.
No utilicé una palabra que pudiera ofender a la ilustre visitante.
Carecería de sentido común. Entendía que era un elemental deber,
aunque implicaba para mí un esfuerzo adicional, ya que significó
horas dedicadas a conversar, y escribir después sobre el encuentro.
Seleccioné varias fotos tomadas por un colaborador
de cuando fui Jefe del Estado y las puse en sus manos para que
decidiera qué hacer con ellas. Por mi cuenta no hice uso alguno de
las mismas.
¿A qué se
debe tanto alboroto oligárquico en relación al encuentro?
¿Por qué
se afirma que mis palabras constituyen
"una interpretación
histórica sobre temas que están muy atrás en la historia"
como informa la agencia ANSA?
No tengo otro compromiso que con la verdad
histórica, y la historia consigna que el Libertador de América,
Simón Bolívar, al proclamar él la independencia de Bolivia, asignó
una amplia franja de la costa pacífica de Sur América entre los
paralelos 22 y 23. También registra que el desierto de Atacama fue
incluido en el territorio de la naciente Bolivia, al producirse la
victoria contra el imperio español.
El guano, el nitrato, el cobre y otros valiosos
minerales descubiertos después estaban incluidos en ese territorio.
Fui bastante moderado al afirmar que no se sabía si esos minerales
eran chilenos o bolivianos, fue una forma diplomática de expresar
las realidades, pensando que al fin y al cabo, Bolívar concebía una
América Latina unida, más grande por su concepción que por sus
riquezas.
De todas formas, nada puede restar brillo y
trascendencia al momento histórico que significará pasado mañana la
aprobación o el rechazo de la Enmienda Constitucional en Venezuela.
Por mi parte, seré siempre fiel al histórico pueblo
que sacrificó tantas vidas a partir del 11 de septiembre de 1973,
defendiendo las ideas inmortales del Presidente Salvador Allende y
repudiaré hasta el último aliento de mi vida la política artera de
Augusto Pinochet. ¿Pueden
decir lo mismo la oligarquía chilena y los burócratas que desean
limpiarla de toda responsabilidad?