Bush se mostraba feliz con tener a Lula a su diestra
en la cena del viernes. A Hu Jintao, al que respeta por el enorme
mercado de su país, la capacidad de producir bienes de consumo a
bajo precio y el caudal de sus reservas en dólares y bonos de
Estados Unidos, lo sentó a su izquierda.
Medvédev, a quien ofende con la amenaza de ubicar
los radares y la cohetería estratégica nuclear no lejos de Moscú,
fue ubicado en un asiento distante del anfitrión de la Casa Blanca.
El rey de Arabia Saudita, un país que producirá en
un futuro próximo 15 millones de toneladas de petróleo ligero a
precios altamente competitivos, quedó también a su izquierda, al
lado de Hu.
Su más fiel aliado en Europa, Gordon Brown, Primer
Ministro del Reino Unido, no aparecía cerca de él en las imágenes.
Nicolás Sarkozy, descontento con la arquitectura
actual del orden financiero, quedó distante de él, con el rostro
amargado.
Al Presidente del Gobierno español, José Luis
Rodríguez Zapatero, víctima del resentimiento personal de Bush y
asistente al cónclave de Washington, ni siquiera lo vi en las
imágenes televisadas de la cena.
De esa forma fueron ubicados los asistentes al
banquete.
Cualquiera hubiera pensado que al día siguiente se
produciría el debate de fondo sobre el peliagudo tema.
Temprano en la mañana del sábado, las agencias
informaban sobre el programa que tendría lugar en el National
Building Museum de Washington. Cada segundo estaba programado. Se
analizarían la actual crisis y las medidas a tomar. Se iniciaría a
las 11 y 30 hora local. Primero, sesión gráfica: "fotos de familia",
como las llamó Bush; veinte minutos después, la primera plenaria,
seguida de una segunda a la mitad del día. Todo rigurosamente
programado, hasta los nobles servicios sanitarios.
Los discursos y análisis durarían aproximadamente
tres horas y 30 minutos. A las 3 y 25, hora local, almuerzo. De
inmediato, a las 5 y 5, declaración final. Una hora después, a las 6
y 5, Bush marcharía a descansar, cenar y dormir plácidamente en Camp
David.
El día transcurría, para los que seguían el evento,
con la impaciencia por conocer cómo en tan breve tiempo se
abordarían los problemas del planeta y de la especie humana. Estaba
anunciada una declaración final.
El hecho real es que la declaración final de la
Cumbre se elaboró por asesores económicos preseleccionados, bastante
afines al pensamiento neoliberal, mientras Bush en sus
pronunciamientos pre y pos cumbre reclamaba más poder y más dinero
para el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y otras
instituciones mundiales que están bajo riguroso control de Estados
Unidos y sus más cercanos aliados. Ese país había decidido inyectar
700 mil millones de dólares para salvar a sus bancos y empresas
transnacionales. Europa ofrecía una cifra igual o mayor. Japón, su
más firme pilar en Asia, ha prometido una contribución de 100 mil
millones de dólares. Esperan de la República Popular China, que
desarrolla crecientes y convenientes vínculos comerciales con los
países de América Latina, otra contribución de 100 mil millones
procedentes de sus reservas.
¿De dónde saldrían tantos dólares, euros y libras
esterlinas como no fuera endeudando seriamente a las nuevas
generaciones? ¿Cómo se puede construir el edificio de la economía
mundial sobre billetes de papel, que es en lo inmediato lo que
realmente se pone en circulación, cuando el país que los emite sufre
un enorme déficit fiscal? ¿Valdría la pena tanto viaje por aire
hacia un punto del planeta llamado Washington para reunirse con un
Presidente al que le quedan sólo 60 días de gobierno, y suscribir un
documento que ya estaba diseñado de antemano para ser aprobado en el
Washington Museum? ¿Tendría razón la prensa radial, televisiva y
escrita de Estados Unidos al no concederle atención especial a ese
viejo rejuego imperialista en la cacareada reunión?
Lo increíble es la propia declaración final,
aprobada por consenso de los participantes en el cónclave. Es obvio
que constituye una aceptación plena de las exigencias de Bush, antes
y durante la cumbre. A varios de los países participantes no les
quedaba otra alternativa que aprobarla; en su lucha desesperada por
el desarrollo, no deseaban aislarse de los más ricos y poderosos,
así como de sus instituciones financieras, que constituyen mayoría
en el seno del Grupo G-20.
Bush habló con verdadera euforia, usando palabras
demagógicas, leyó frases que retratan la declaración final:
"La primera decisión que tuve que tomar —dijo— fue
quiénes venían a la reunión. Decidí que teníamos que tener a las
naciones del Grupo de los 20, en lugar de solamente el Grupo de los
Ocho o el Grupo de los Trece.
"Pero una vez que se toma la decisión de tener al
Grupo de los 20, la pregunta fundamental es con cuántas naciones de
seis diferentes continentes, que representan a diferentes etapas de
desarrollo económico, es posible alcanzar acuerdos que sean
sustanciales, y me complace informarles que la respuesta a esa
pregunta es que lo logramos."
"Estados Unidos ha tomado algunas medidas
extraordinarias. Ustedes, que han seguido mi carrera, saben, yo soy
un partidario del libre mercado, y si uno no toma medidas decisivas,
es posible que nuestro país se suma en una depresión más terrible
que la Gran Depresión."
"Recién empezamos a trabajar con el fondo de 700 mil
millones de dólares que está comenzando a liberar dinero a los
bancos."
"De manera que todos entendemos la necesidad de
promover políticas económicas a favor del crecimiento."
"La transparencia es muy importante para que los
inversionistas y los reguladores puedan saber exactamente qué está
pasando."
El texto del resto de lo que dijo Bush es por el
estilo.
La declaración final de la Cumbre, que requiere por
su extensión media hora para leerlo en público, se define a sí misma
en un grupo de párrafos seleccionados:
"Nosotros, los líderes del Grupo de los 20, hemos
celebrado una reunión inicial en Washington el 15 de noviembre entre
serios desafíos para la economía y los mercados financieros
mundiales¼ "
"¼ debemos poner las
bases para una reforma que nos ayude a asegurarnos de que una crisis
global como esta no volverá a ocurrir. Nuestro trabajo debe estar
guiado por los principios del mercado, el régimen de libre comercio
e inversión¼ "
"¼ los actores del
mercado buscaron rentabilidades más altas sin una evaluación
adecuada de los riesgos y fracasaron¼ "
"Las autoridades, reguladores y supervisores de
algunos países desarrollados no apreciaron ni advirtieron
adecuadamente de los riesgos que se creaban en los mercados
financieros¼ "
"¼ las políticas
macroeconómicas insuficientes e inconsistentemente coordinadas, e
inadecuadas reformas estructurales, condujeron a un insostenible
resultado macroeconómico global."
"Muchas economías emergentes, que han ayudado a
sostener la economía mundial, cada vez más sufren el impacto del
frenazo mundial."
"Subrayamos el importante papel del FMI en la
respuesta a la crisis, saludamos el nuevo mecanismo de liquidez a
corto plazo y urgimos a la continua revisión de sus instrumentos
para asegurar la flexibilidad.
"Animaremos al Banco Mundial y a otros bancos
multilaterales de desarrollo a usar su plena capacidad en apoyo de
su agenda de ayuda¼ "
"Nos aseguraremos de que el FMI, el Banco Mundial y
los otros bancos multilaterales de desarrollo tengan los recursos
suficientes para continuar desempeñando su papel en la resolución de
la crisis."
"Ejercitaremos una fuerte vigilancia sobre las
agencias de crédito, con el desarrollo de un código de conducta
internacional."
"Nos comprometemos a proteger la integridad de los
mercados financieros del mundo, reforzando la protección del
inversor y el consumidor."
"Estamos comprometidos a avanzar en la reforma de
las instituciones de Bretton Woods, de forma que puedan reflejar los
cambios en la economía mundial para incrementar su legitimidad y
efectividad."
"Nos reuniremos de nuevo el 30 de abril de 2009 para
revisar la puesta en marcha de los principios y decisiones tomadas
hoy."
"Admitimos que estas reformas sólo tendrán éxito si
se basan en un compromiso con los principios del libre mercado,
incluyendo el imperio de la ley, respeto a la propiedad privada,
inversión y comercio libre, mercados competitivos y eficientes y
sistemas financieros regulados efectivamente."
"Nos abstendremos de imponer barreras a la inversión
y al comercio de bienes y servicios."
"Somos conscientes del impacto de la actual crisis
en los países en desarrollo, particularmente en los más vulnerables.
"Mientras avanzamos, estamos seguros de que mediante
la colaboración, la cooperación y el multilateralismo superaremos
los desafíos que tenemos ante nosotros y lograremos restablecer la
estabilidad y la prosperidad en la economía mundial."
Lenguaje tecnocrático, inaccesible para las masas.
Pleitesía al imperio, que no recibe crítica alguna a
sus métodos abusivos.
Loas al FMI, Banco Mundial y las organizaciones
multilaterales de créditos, engendradores de deudas, gastos
burocráticos fabulosos e inversiones encaminadas al suministro de
materias primas a las grandes transnacionales, que son además
responsables de la crisis.
Así por el estilo, hasta el último párrafo. Es
aburrida, plagada de lugares comunes. No dice absolutamente nada.
Fue suscrita por Bush, campeón del neoliberalismo, responsable de
matanzas y guerras genocidas, que ha invertido en sus aventuras
sangrientas todo el dinero que habría sido suficiente para cambiar
la faz económica del mundo.
En el documento no se dice una palabra de lo absurdo
de la política de convertir los alimentos en combustible que
propugna Estados Unidos, del intercambio desigual de que somos
víctimas los pueblos del Tercer Mundo, ni sobre la estéril carrera
armamentista, la producción y comercio de armas, la ruptura del
equilibrio ecológico, y las gravísimas amenazas a la paz que ponen
al mundo al borde del exterminio.
Sólo una frasecita perdida en el largo documento
menciona la necesidad de "afrontar el cambio climático", cuatro
palabras.
Por la declaración se verá cómo los países presentes
en el cónclave demandan reunirse de nuevo en abril de 2009, en el
Reino Unido, Japón o cualquier otro país que cuente con los
requisitos adecuados —nadie sabe cuál—, para analizar la situación
de las finanzas mundiales, con el sueño de que las crisis cíclicas
nunca vuelvan a repetirse con sus dramáticas consecuencias.
Ahora les corresponderá a los teóricos de izquierda
y de derecha opinar fría o acaloradamente sobre el documento.
Desde mi punto de vista, no fueron rozados ni con el
pétalo de una flor los privilegios del imperio. Si se dispone de la
paciencia necesaria para leerlo desde el principio hasta el final,
podrá apreciarse cómo se trata simplemente de una apelación piadosa
a la ética del país más poderoso del planeta, tecnológica y
militarmente, en la época de la globalización de la economía, como
quienes ruegan al lobo que no se devore a la Caperucita Roja.
