Ayer hablábamos del Ike financiero que
enloquece al imperio. Este no encuentra la forma de conciliar el
consumismo con las guerras injustas, los gastos militares y las
enormes inversiones en la industria de armamentos, que matan pero no
alimentan a los pueblos ni satisfacen sus necesidades más
elementales.
Nada podría describir mejor la enajenante
contradicción que las palabras del senador Richard Shelby, el
principal republicano de la Comisión de Bancos del Senado de Estados
Unidos, cuando declaró al canal de televisión BBC: "No sabemos
cuánto va a costar esto. Probablemente de 500 mil millones hasta un
millón de millones de dólares, y eso afectará a los contribuyentes
tarde o temprano, o será una deuda cobrada a todos nosotros o a
nuestros hijos", relata la agencia noticiosa Reuters de Gran
Bretaña.
Nadie puede dudar del destino del mundo capitalista
desarrollado y la suerte que promete a miles de millones de personas
en el planeta.
La lucha es el único camino de los pueblos en la
actualidad para alcanzar una comunidad en la cual vivir con justicia
social y decoro, la antítesis del capitalismo y los principios que
rigen el odioso e injusto sistema. En la dura batalla por esos
objetivos, el peor enemigo es el instinto egoísta del ser humano. Si
el capitalismo significa la constante utilización de ese instinto,
el socialismo es la batalla incesante contra tal tendencia natural.
Si otras veces en la historia la alternativa era volver al pasado,
hoy tal alternativa no existe. Se trata de una batalla que
corresponde librar fundamentalmente a nuestro glorioso Partido.
Toda manifestación de privilegio, corrupción o robo
tiene que ser combatida y no hay excusa posible en esto para un
verdadero comunista. Cualquier tipo de debilidad en tal sentido es
absolutamente inadmisible. Nunca fue la característica de los miles
de hombres y mujeres que marcharon voluntariamente a cumplir los
deberes internacionalistas que llenaron de gloria y prestigio a la
Revolución Cubana. En tales principios de ética y pureza se inspiró
el pensamiento de José Martí y todos los que lo precedieron.
Ahora, en medio del golpe demoledor y fresco de los
huracanes, es cuando debemos demostrar lo que somos capaces de
hacer.
El robo en fábricas, almacenes, servicios
automotrices, hoteles, restaurantes y otras actividades donde se
manejen recursos o dinero, tiene que ser combatido sin tregua por
los militantes del Partido. Cuando alguien con esa condición incurra
en tan bochornosa actividad, aparte de las medidas legales que le
correspondan, debe ser sancionado por el Partido, sin extremismos,
pero de forma madura y eficaz. El capitalismo es víctima del delito
común y se defiende de este mediante sofisticados medios técnicos,
el desempleo, la exclusión social, el asesinato y hasta la violencia
extrema, que resulta ya inútil frente al tráfico de drogas, que
cuesta cientos y hasta miles de vidas cada año en algunos países
latinoamericanos.
No es fácil la tarea de los cuadros en un mundo
donde la incitación al consumismo es permanente a través de todos
los medios radiales, televisivos, electrónicos y escritos, y los
métodos de seducir al ser humano son extraídos de laboratorios y
centros de investigación. Obsérvese lo que ocurre con lo que se ha
dado en llamar publicidad, por la que los consumidores pagan más de
un millón de millones cada año. Se repiten tanto los anuncios
comerciales, que desesperan por su banalidad a casi todas las
personas.
Pero el robo está lejos de ser el único mal que daña
a la Revolución. Están los privilegios conscientes o tolerados y los
inventos burocráticos. Recursos asignados para una situación
temporal, se convierten en gastos y consumos permanentes.
Todo conspira contra las reservas en materiales y en
divisas del país, lo cual puede traer escasez de productos y exceso
de dinero circulante. Lo mismo ocurre cuando los que tienen dinero
abundante corren a comprar en exceso lo que les vendan en las
tiendas de divisas.
Hay aparatos del Estado con la tendencia de
generalizar los privilegios o dar mucho más en la competencia que
desatan por los técnicos y la fuerza de trabajo disponible. A veces
se vuelven timbiricheros con métodos genuinamente capitalistas en la
búsqueda de ingresos, para administrar recursos con los cuales hacer
el papel de eficientes y ganar el apoyo complaciente de los suyos.
Son costumbres burguesas y no proletarias, contra las cuales todos
tenemos el sagrado deber de luchar en nosotros y en otros.
Hay países que no vacilan en aplicar la pena capital
contra estos delitos. No pienso realmente que sea necesario en
nuestro caso. Tampoco premiar idiotamente a los incorregibles en
nuestras prisiones; que adquieran un oficio, pero no soñar
convertirlos en científicos.
A lo largo de mi vida revolucionaria vi cómo estos
vicios crecían al lado de las virtudes. También se producen
blandenguerías en algunos ciudadanos que se habitúan a recibir y
dedican poco tiempo a meditar, leer periódicos e informarse de las
realidades. El enemigo conoce sobradamente bien las debilidades de
los seres humanos en su búsqueda de espías y traidores, pero
desconoce la otra cara de la moneda: la enorme capacidad del ser
humano para el sacrificio consciente y el heroísmo. Los padres
quisieran legar bienes materiales a sus hijos, pero prefieren
dejarles la herencia de una vida digna y prestigiosa que los
acompañe siempre.
El imperio se ha topado en esta isla con un pueblo
capaz de resistir su bloqueo y agresiones decenas y decenas de años.
Por ello extrema sus medidas contra Cuba. Trata de arrebatarle
personal calificado y su fuerza de trabajo; selecciona a los que
conceden las miles de visas acordadas por año, mientras promueve a
su vez las salidas ilegales; mantiene y refuerza su Ley de Ajuste
Cubano, que concede privilegios especiales para la emigración ilegal
a los ciudadanos de una sola nación en el mundo: Cuba. Si los
extendiera a los demás países de América Latina, en poco tiempo los
latinoamericanos serían más de la mitad de los habitantes de Estados
Unidos.
Lo que es más cínico: recluta mercenarios que
pretenden impunidad, les suministra orientación y recursos, los
promueve internacionalmente, y se complace en poner a prueba la
paciencia y ecuanimidad del poder revolucionario.
La verdad nunca le faltará a nuestro pueblo.
No sólo lucharemos sin tregua contra nuestros
propios errores, debilidades y vicios, sino también ganaremos la
batalla de ideas en la que estamos enfrascados.
Si de algo podrán estar seguros siempre los jefes
del imperio, es que ni huracanes naturales ni huracanes de cinismo
lograrán doblegar a la Revolución.
Antes, como dijo Martí, se unirá el mar del Norte al
mar del Sur y nacerá una serpiente de un huevo de águila.
