El alemán más revolucionario que he conocido fue
Erich Honecker.
Cada hombre vive su época. La actual es
infinitamente cambiante, si se compara con cualquier otra anterior.
Me correspondió el privilegio de observar su conducta cuando este
pagaba amargamente la deuda contraída por aquel que vendió su alma
al diablo por unas pocas líneas de Vodka.
Guardo hacia Honecker el sentimiento más profundo de
solidaridad.