Ninguna persona cuerda, especialmente aquellos que
tuvieron acceso a los conocimientos elementales que se adquieren en
una escuela primaria, estaría de acuerdo con que nuestra especie, de
modo particular los que son niños, adolescentes o jóvenes, sean
privados hoy, mañana y para siempre del derecho a vivir. Jamás los
seres humanos a lo largo de su azarosa historia, como personas
dotadas de inteligencia, conocieron experiencia semejante.
Me siento en el deber de transmitir a aquellos que
se toman la molestia de leer estas reflexiones, el criterio de que
todos, sin excepción, estamos en la obligación de crear conciencia
sobre los riesgos que la humanidad está corriendo de forma
inexorable, hacia una catástrofe definitiva y total como
consecuencia de las decisiones irresponsables de políticos a quienes
el azar, más que el talento o el mérito, puso en sus manos el
destino de la humanidad.
Sean o no los ciudadanos de su país portadores de
una creencia religiosa o escépticos con relación al tema, ningún ser
humano en su sano juicio estaría de acuerdo con que sus hijos, o
familiares más allegados, perezcan de forma abrupta o víctimas de
atroces y torturantes sufrimientos.
Tras los crímenes repugnantes que con frecuencia
creciente viene cometiendo la Organización del Tratado del Atlántico
Norte, bajo la égida de Estados Unidos y los países más ricos de
Europa, la atención mundial se concentró en la reunión del G-20,
donde se debía analizar la profunda crisis económica que afecta hoy
a todas las naciones. La opinión internacional, y particularmente la
europea, esperaban respuesta a la profunda crisis económica que con
sus profundas implicaciones sociales, e incluso climáticas, amenazan
a todos los habitantes del planeta. En esa reunión se decidía si el
euro podía mantenerse como la moneda común de la mayor parte de
Europa, e incluso si algunos países podrían permanecer dentro de la
comunidad.
No hubo respuesta ni solución alguna para los
problemas más serios de la economía mundial a pesar de los esfuerzos
de China, Rusia, Indonesia, Sudáfrica, Brasil, Argentina y otros de
economía emergente, deseosos de cooperar con el resto del mundo en
la búsqueda de soluciones a los graves problemas económicos que le
afectan.
Lo insólito es que apenas la OTAN dio por concluida
la operación en Libia —tras el ataque aéreo que hirió al jefe
constitucional de ese país, destruyó el vehículo que lo transportaba
y lo dejó a merced de los mercenarios del imperio, quienes lo
asesinaron y exhibieron como trofeo de guerra, ultrajando costumbres
y tradiciones musulmanas— la OIEA, órgano de Naciones Unidas, una
institución que debiera estar al servicio de la paz mundial, lanzó
el informe político, tarifado y sectario, que pone el mundo al borde
de la guerra con empleo de armas nucleares que el imperio yanki, en
alianza con Gran Bretaña e Israel, viene preparando minuciosamente
contra Irán.
Después del "Veni, vidi, vici" del famoso emperador
romano hace más de dos mil años, traducido al "vine, vi y murió"
transmitido a la opinión pública a través de una importante cadena
de televisión tan pronto se conoció la muerte de Gaddafi, sobran las
palabras para calificar la política de Estados Unidos.
Lo que importa ahora es la necesidad de crear en los
pueblos una conciencia clara del abismo hacia dónde la humanidad
está siendo conducida. Dos veces nuestra Revolución conoció riesgos
dramáticos: en octubre de 1962, el más crítico de todos en que la
humanidad estuvo al borde del holocausto nuclear; y a mediados de
1987 cuando nuestras fuerzas se enfrentaban a las tropas racistas
sudafricanas, dotadas con las armas nucleares que los israelitas les
ayudaron a crear.
El Sha de Irán también colaboró junto a Israel con
el régimen racista y fascista surafricano.
¿Qué es la ONU?, una organización impulsada por
Estados Unidos antes de finalizar la Segunda Guerra Mundial. Esa
nación, cuyo territorio distaba considerablemente de los escenarios
de guerra, se había enriquecido enormemente; acumuló el 80% del oro
del mundo y bajo la dirección de Roosevelt, sincero antifascista,
impulsó el desarrollo del arma nuclear que Truman, sucesor suyo,
oligarca y mediocre, no vaciló en usar contra las ciudades
indefensas de Hiroshima y Nagasaki en el año 1945.
El monopolio del oro mundial en poder de Estados
Unidos, y el prestigio de Roosevelt, le permitió el acuerdo de
Bretton Woods que le asignó el papel de emitir el dólar como única
divisa que se utilizó durante años en el comercio mundial, sin otra
limitante que su respaldo en oro metálico.
Estados Unidos, al finalizar aquella guerra, era
también el único país que poseía el arma nuclear, privilegio que no
vaciló en transmitirle a sus aliados y miembros del Consejo de
Seguridad: Gran Bretaña y Francia, las dos más importantes potencias
coloniales del mundo en aquella época.
A la URSS, Truman ni siquiera le informó una palabra
del arma atómica antes de usarla. China, entonces gobernada por el
general nacionalista, oligárquico y proyanki, Chiang Kai-shek, no
podía ser excluido de aquel Consejo de Seguridad.
La URSS, golpeada duramente por la guerra, la
destrucción y la pérdida de más de 20 millones de sus hijos por la
invasión nazi, consagró ingentes recursos económicos, científicos y
humanos para equiparar su capacidad nuclear con la de Estados
Unidos. Cuatro años después, en 1949, probó su primera arma nuclear;
la de Hidrógeno, en 1953; y en 1955 su primer megatón. Francia
dispuso de su primera arma nuclear en 1960.
Eran solo tres los países que poseían el arma
nuclear en 1957, cuando la ONU, bajo la égida yanki, creó la
Organización Internacional de la Energía Atómica. ¿Imagina alguien
que ese instrumento de Estados Unidos hizo algo por advertir al
mundo los terribles riesgos a que expondría la sociedad humana
cuando Israel, aliado incondicional de Estados Unidos y la OTAN,
ubicado en pleno corazón de las más importantes reservas del mundo
en petróleo y gas, se constituyera en peligrosa y agresiva potencia
nuclear?
Sus fuerzas, en cooperación con las tropas
coloniales inglesas y francesas, atacaron Port Said cuando Abdel
Nasser nacionalizó el Canal de Suez, propiedad de Francia, lo que
obligó al Primer Ministro soviético a transmitir un ultimátum
exigiendo el cese de aquella agresión, que los aliados europeos de
Estados Unidos no tuvieron otra alternativa que acatar.
Prosigue mañana.