Cuando en 1976 tuvieron lugar los más graves actos
de terrorismo contra Cuba y de modo especial la destrucción en pleno
vuelo de la nave aérea cubana que despegó de Barbados con 73
personas a bordo —entre ellos pilotos, aeromozas y personal auxiliar
que prestaban sus nobles servicios en esa línea, el equipo juvenil
completo que había obtenido todas las medallas de oro que se
disputaban en el Campeonato Centroamericano y del Caribe de esgrima,
los pasajeros cubanos y de otros países que viajaban confiados en
aquel avión—, los hechos provocaron tal indignación, que en la Plaza
de la Revolución se reunió para despedir el duelo, la más
extraordinaria y apretada concentración que he visto jamás y de la
cual ha quedado constancia gráfica. Las escenas de dolor fueron y
son todavía imborrables. Tal vez ningún dirigente de Estados Unidos,
y muchos en el mundo no tuvieron posibilidad de verlas. Sería
ilustrativo que tales escenas fuesen divulgadas por los medios
masivos para comprender bien las motivaciones de nuestros heroicos
combatientes antiterroristas.
Bush padre era ya un importante oficial de los
servicios de inteligencia de Estados Unidos, cuando estos recibieron
la misión de organizar la contrarrevolución en Cuba. La CIA creó en
la Florida su más grande base de operaciones en el hemisferio
occidental. Ella se responsabilizó con todas las acciones
subversivas realizadas en Cuba, incluidos los intentos de asesinato
contra los líderes de la Revolución y se responsabilizó con los
planes y cálculos que de haber tenido éxito habrían significado un
enorme número de bajas por ambas partes dada la decisión de nuestro
pueblo, demostrada en Girón, de luchar hasta la última gota de
sangre. Bush nunca entendió que la victoria de Cuba salvó muchas
vidas, tanto cubanas como norteamericanas.
El crimen monstruoso de Barbados se produjo cuando
ya él era jefe de la CIA, casi con tanta autoridad como el
Presidente Ford.
En junio de ese año convocó en Bonao, República
Dominicana, una reunión para crear la Coordinación de Organizaciones
Revolucionarias Unidas, con la supervisión personal de Vernon
Walters, entonces Director adjunto de la CIA. Obsérvese bien:
"Organizaciones Revolucionarias Unidas".
Orlando Bosch y Posada Carriles, agentes activos de
esa institución, fueron designados como líderes de esa organización.
Se inicia así una nueva etapa de actos terroristas contra Cuba. El 6
de octubre de 1976, Orlando Bosch y Posada Carriles, personalmente
dirigen el sabotaje para hacer estallar en pleno vuelo el avión de
Cubana.
Las autoridades de Barbados arrestaron a los cuatro
implicados y los remitieron a Venezuela.
El escándalo fue tan grande que el gobierno de ese
país, entonces aliado de Estados Unidos y cómplice de sus crímenes
dentro y fuera de Venezuela, no tuvo otra alternativa que ponerlos a
disposición de los tribunales venezolanos.
La Revolución Sandinista triunfó en julio de 1979.
La sangrienta guerra sucia promovida por Estados Unidos estalló en
ese país. Reagan era ya Presidente de Estados Unidos.
Cuando Gerald Ford sustituyó a Nixon, era tal el
escándalo provocado por los intentos de asesinatos a líderes
extranjeros que prohibió la participación de funcionarios
norteamericanos en tales acciones. El Congreso negó los fondos para
la guerra sucia en Nicaragua. Hacía falta Posada Carriles. La CIA, a
través de la llamada Fundación Nacional Cubano Americana, sobornó
con abundantes sumas a los carceleros pertinentes y el terrorista
salió de la prisión como un visitante más. Trasladado con urgencia a
Ilopango, El Salvador, no solo dirigió los suministros de armas que
provocaron miles de muertes y mutilaciones a los patriotas
nicaragüenses, sino que también, con la cooperación de la CIA,
adquirió drogas en Centro América, las introdujo en Estados Unidos y
compró armas norteamericanas para los contrarrevolucionarios
nicaragüenses.
En aras del espacio omito numerosos datos de la
brutal historia.
No es posible comprender por qué el ilustre Premio
Nobel que preside el Gobierno de Estados Unidos, se complace en
reiterar la estúpida idea de que Cuba es un país terrorista,
mantiene en cárceles aisladas y en condiciones inhumanas a los
cuatro antiterroristas cubanos, sanción que hoy no se aplica a
ningún ciudadano de otro país adversario de Estados Unidos, menos
aún si ninguna fuerza militar norteamericana admite haber sido
puesta en riesgo alguno por ellos, y prohíbe a René regresar a su
patria y al seno de su familia.
El mismo domingo 9 de octubre en que René transmitió
su valiente mensaje al pueblo de Cuba, grabó y filmó otro fraternal
"Mensaje a Fidel y Raúl". Por consejo de Ricardo Alarcón, Presidente
de la Asamblea Nacional, no se publicó ninguno de los mensajes hasta
que el Oficial de Probatoria de la Corte Federal de la Florida, le
comunicara formalmente las condiciones que le imponía en los tres
años de "libertad supervisada".
Cumplido ya ese requisito me complace informar a
nuestro pueblo el contenido textual de ese mensaje que tanto honra a
nuestros héroes y expresa su comportamiento ejemplar y la voluntad
de acero: