Nació hace cien años en Valparaíso, al sur de Chile,
el 26 de junio de 1908. Su padre, de clase media, abogado y notario,
militaba en el Partido Radical chileno. Cuando yo nací, Allende
tenía 18 años. Realiza sus estudios medios en un liceo de la ciudad
natal.
En sus años de estudiante preuniversitario, un viejo
anarquista italiano, Juan Demarchi, lo pone en contacto con los
libros de Marx.
Se gradúa como alumno excelente. Le gusta el deporte
y lo practica. Ingresa voluntario al servicio militar en el
Regimiento Coraceros de Viña del Mar. Solicita traslado al
Regimiento Lanceros de Tacna, un enclave chileno en el norte seco y
semidesértico, posteriormente devuelto a Perú. Egresa como oficial
de reserva del Ejército. Lo hace ya como hombre de ideas socialistas
y marxistas. No se trataba de un joven blando y sin carácter. Era
como si adivinara que un día combatiría hasta la muerte defendiendo
las convicciones que ya comenzaban a gestarse en su mente.
Decide estudiar la noble carrera de Medicina en la
Universidad de Chile. Organiza un grupo de compañeros que se reúnen
periódicamente para leer y discutir sobre el marxismo. Funda el
Grupo Avance en 1929. Es elegido vicepresidente de la Federación de
Estudiantes de Chile en 1930 y participa activamente en la lucha
contra la dictadura de Carlos Ibáñez.
Se había desatado ya la gran depresión económica en
Estados Unidos con la crisis de la Bolsa de Valores que estalló en
1929. Cuba se adentraba en la lucha contra la tiranía machadista.
Mella había sido asesinado. Los obreros y los estudiantes cubanos se
enfrentaban a la represión. Los comunistas, con Martínez Villena al
frente, desataban la huelga general. "Hace falta una carga para
matar bribones, para acabar la obra de las revoluciones..." —había
proclamado en vibrante poema. Guiteras, de profunda raíz
antiimperialista, intenta derrocar la tiranía con las armas. Cae
Machado, que no puede resistir el empuje de la nación, y surge una
revolución que Estados Unidos en pocos meses, con guantes de seda y
mano de hierro, aplasta, y su dominio absoluto perdura hasta 1959.
Durante ese período Salvador Allende, en un país
donde la dominación imperialista se ejercía brutalmente sobre sus
trabajadores, su cultura y sus riquezas naturales, lleva a cabo una
lucha consecuente que nunca lo apartó de su intachable conducta
revolucionaria.
En 1933 se gradúa de médico. Participa en la
fundación del Partido Socialista de Chile. Es ya dirigente en 1935
de la Asociación Médica Chilena. Sufre prisión durante casi medio
año. Impulsa el esfuerzo para crear el Frente Popular, y lo eligen
subsecretario general del Partido Socialista en 1936.
En septiembre de 1939 asume la Cartera de Salubridad
en el gobierno del Frente Popular. Publica un libro suyo sobre
medicina social. Organiza la primera Exposición de la Vivienda.
Participa en el año 1941 en la reunión anual de la Asociación Médica
Americana en Estados Unidos. Asciende en 1942 a Secretario General
del Partido Socialista de Chile. Vota en el Senado, en el año 1947,
contra la Ley de Defensa Permanente de la Democracia, conocida como
"Ley Maldita" por su carácter represivo. Asciende en 1949 a
Presidente del Colegio Médico.
En 1952 el Frente del Pueblo lo postula para
Presidente. Tenía entonces 44 años. Pierde. Presenta en el Senado un
proyecto de ley para la nacionalización del cobre. Viaja a Francia,
Italia, Unión Soviética y la República Popular China en 1954.
Cuatro años después, en 1958, es proclamado
candidato a la Presidencia de la República por el Frente de Acción
Popular, constituido por la Unión Socialista Popular, el Partido
Socialista de Chile y el Partido Comunista. Pierde la elección
frente al conservador Jorge Alessandri.
Asiste en 1959 a la toma de posesión como Presidente
de Venezuela de Rómulo Betancourt, considerado hasta entonces una
figura revolucionaria de izquierda.
Viaja ese mismo año a La Habana y se entrevista con
el Che y conmigo. Respalda en 1960 a los mineros del carbón, que
paralizan su trabajo durante más de tres meses.
Denuncia junto al Che en 1961 el carácter demagógico
de la Alianza para el Progreso en la reunión de la OEA que tuvo
lugar en Punta del Este, Uruguay.
Designado de nuevo candidato a la Presidencia, es
derrotado en 1964 por Eduardo Frei Montalva, democratacristiano que
contó con todos los recursos de las clases dominantes y que, según
datos revelados en documentos desclasificados del Senado de Estados
Unidos, recibió dinero de la CIA para apoyar su campaña. En su
gobierno, el imperialismo trató de diseñar lo que se dio en llamar
la "Revolución en Libertad", como respuesta ideológica a la
Revolución Cubana. Lo que engendró fueron los fundamentos de la
tiranía fascista. En esa elección, Allende obtiene, sin embargo, más
de un millón de votos.
Encabeza en 1966 la delegación que asiste a la
Conferencia Tricontinental de La Habana. Visita la Unión Soviética
en el Aniversario 50 de la Revolución de Octubre. El año siguiente,
1968, visita la República Democrática de Corea, la República
Democrática de Viet Nam, donde tiene la satisfacción de conocer y
conversar con el extraordinario dirigente de ese país, Ho Chi Minh.
Incluye en ese mismo recorrido a Camboya y Laos, en plena
efervescencia revolucionaria.
Tras la muerte del Che, acompaña personalmente hasta
Tahití a tres cubanos de la guerrilla en Bolivia, que sobrevivieron
a la caída del Guerrillero Heroico y se encontraban ya en territorio
chileno.
La Unidad Popular, coalición política integrada por
comunistas, socialistas, radicales, MAPU, PADENA y Acción Popular
Independiente, lo proclama su candidato el 22 de enero de 1970, y
triunfa el 4 de septiembre en los comicios de ese año.
Es un ejemplo verdaderamente clásico de la lucha por
vías pacíficas para establecer el socialismo.
El gobierno de Estados Unidos, presidido por Richard
Nixon, después del triunfo electoral entra de inmediato en acción.
El Comandante en Jefe del Ejército chileno, general René Schneider,
es víctima de un atentado el 22 de octubre y fallece tres días
después porque no se plegaba a la demanda imperialista de un golpe
de Estado. Fracasa el intento de impedir la llegada de la Unidad
Popular al gobierno.
Allende asume legalmente con toda dignidad el cargo
de Presidente de Chile el 3 de noviembre de 1970. Comienza desde el
gobierno su heroica batalla por los cambios, enfrentando al
fascismo. Tenía ya 62 años de edad. Me cupo el honor de haber
compartido con él 14 años de lucha antiimperialista desde el triunfo
de la Revolución Cubana.
En las elecciones municipales de marzo del año 1971,
la Unidad Popular obtiene mayoría absoluta de los votos con el 50,86
por ciento. El 11 de julio el presidente Allende promulga la Ley de
Nacionalización del Cobre, una idea que había propuesto al Senado 19
años antes. Fue aprobada en el Congreso por unanimidad. Nadie se
atrevía a objetarla.
En 1972 denuncia en la Asamblea General de las
Naciones Unidas la agresión internacional de que es víctima su país.
Es ovacionado de pie durante largos minutos. Visita ese mismo año la
Unión Soviética, México, Colombia y Cuba.
En 1973, al realizarse las elecciones parlamentarias
de marzo, la Unidad Popular obtiene un 45 por ciento de los votos y
aumenta su representación parlamentaria.
No pueden prosperar las medidas promovidas por los
yanquis en las dos Cámaras para destituir al Presidente.
El imperialismo y la derecha agudizan una lucha sin
cuartel contra el gobierno de la Unidad Popular y desatan el
terrorismo en el país.
Le escribí seis cartas confidenciales a mano, con
letra pequeñita y una pluma de punta fina entre los años 1971 y
1973, en las que le abordaba temas de interés con la mayor
discreción.
El 21 de mayo de 1971 le decía:
"...Estamos maravillados de tu extraordinario
esfuerzo y tus energías sin límites para sostener y consolidar el
triunfo.
"Desde aquí se puede apreciar que el poder popular
gana terreno a pesar de su difícil y compleja misión.
"Las elecciones del 4 de Abril constituyeron una
espléndida y alentadora victoria.
"Han sido fundamentales tu valor y decisión, tu
energía mental y física para llevar adelante el proceso
revolucionario.
"Seguramente les esperan a ustedes grandes y
variadas dificultades a enfrentar en condiciones que no son
precisamente ideales, pero una política justa, apoyada en las masas
y aplicada con decisión no puede ser vencida..."
El 11 de septiembre de 1971, le escribí:
"El portador viaja para tratar contigo los detalles
de la visita.
"Inicialmente, considerando un posible vuelo directo
en avión de Cubana, analizamos la conveniencia de aterrizar en Arica
e iniciar el recorrido por el norte. Surgen luego dos cosas nuevas:
interés expresado a ti por Velazco Alvarado de un posible contacto
en mi viaje hacia esa; posibilidad de contar con un avión soviético
IL-62 de mayor radio. Esto último permite, si se quiere, arribar en
vuelo directo a Santiago.
"Va un esquema de recorrido y actividades para que
tú añadas, suprimas e introduzcas las modificaciones que estimes
pertinente.
"He procurado pensar exclusivamente en lo que pueda
ser de interés político sin preocuparme mucho el ritmo o la
intensidad del trabajo, pero todo en absoluto queda sometido a tus
criterios y consideraciones.
"Hemos disfrutado mucho los éxitos extraordinarios
de tu viaje a Ecuador, Colombia y Perú. ¿Cuándo tendremos en Cuba la
oportunidad de emular con ecuatorianos, colombianos y peruanos en el
enorme cariño y el calor con que te recibieron?"
En aquel viaje, cuyo esquema transmití al presidente
Allende, salvé milagrosamente la vida. Recorrí decenas de kilómetros
ante una multitud enorme, situada a lo largo del camino. La Agencia
Central de Inteligencia de Estados Unidos organizó tres acciones
para asegurar mi asesinato durante ese viaje. En una entrevista de
prensa anunciada con anterioridad, había una cámara suministrada por
una emisora televisiva de Venezuela equipada con armas automáticas,
manejada por mercenarios cubanos que con documentos de ese país
habían ingresado a Chile. El valor les falló a los que solo tenían
que apretar el gatillo durante el largo tiempo que duró la
entrevista y las cámaras me enfocaron. No querían correr el riesgo
de morir. Me habían perseguido, además, por todo Chile, donde no me
volvieron a tener tan cerca y vulnerable. Sólo pude conocer los
detalles de la cobarde acción años más tarde. Los servicios
especiales de Estados Unidos habían llegado más lejos de lo que
podíamos imaginarnos.
El 4 de febrero de 1972 escribí a Salvador:
"La delegación militar fue recibida con el mayor
esmero por todos aquí. Las Fuerzas Armadas Revolucionarias dedicaron
prácticamente todo su tiempo durante esos días a atenderla. Los
encuentros fueron amistosos y humanos. El programa intenso y
variado. Mi impresión es que el viaje ha sido positivo y útil, que
existe la posibilidad y es conveniente seguir desarrollando estos
intercambios.
"Con Ariel hablé sobre la idea de tu viaje.
Comprendo perfectamente que el trabajo intenso y el tono de la
contienda política las últimas semanas no te hayan permitido
considerarlo para la fecha aproximada que mencionamos en esa. Es
indudable que no habíamos tomado en cuenta estas eventualidades. Por
mi parte, aquel día, vísperas de mi regreso, cuando cenábamos ya de
madrugada en tu casa, ante la falta de tiempo y la premura de las
horas, me tranquilizaba pensar que relativamente pronto nos
volveríamos a encontrar en Cuba donde íbamos a disponer la
posibilidad de conversar extensamente. Tengo, no obstante, la
esperanza de que puedas tomar en consideración la visita antes de
mayo. Menciono este mes, porque a más tardar, desde mediados del
mismo, tengo que realizar el viaje, ya impostergable, a Argelia,
Guinea, Bulgaria, otros países y la URSS. Esta amplia visita me
llevará considerable tiempo.
"Te agradezco mucho las impresiones que me comunicas
sobre la situación. Aquí, cada día más familiarizados, interesados y
afectados emotivamente todos con el proceso chileno, seguimos con
gran atención las noticias que llegan de allá. Ahora podemos
comprender mejor el calor y la pasión que debió suscitar la
revolución cubana en los primeros tiempos. Podría decirse que
estamos viviendo nuestra propia experiencia a la inversa.
"En tu carta puedo apreciar la magnífica disposición
de ánimo, serenidad y valor con que estás dispuesto a enfrentar las
dificultades. Y eso es fundamental en cualquier proceso
revolucionario, especialmente cuando se desarrolla en las
condiciones sumamente complejas y difíciles de Chile. Yo regresé con
una extraordinaria impresión de la calidad moral, cultural y humana
del Pueblo Chileno y de su notable vocación patriótica y
revolucionaria. A ti te ha correspondido el singular privilegio de
ser su conductor en este momento decisivo de la historia de Chile y
de América, como culminación de toda una vida de lucha, como dijiste
en el estadio, consagrada a la causa de la revolución y el
socialismo. Ningún obstáculo puede ser invencible. Alguien dijo que
en una revolución se marcha adelante con ‘audacia, audacia y más
audacia’. Yo estoy convencido de la profunda verdad que encierra
este axioma."
Le escribí de nuevo al presidente Allende el 6 de
septiembre de 1972:
"Con Beatriz te mandé mensaje sobre distintos
tópicos. Después que ella partió y con motivo de las noticias que
estuvieron llegando la pasada semana, decidimos enviar al compañero
Osmany para ratificarte nuestra disposición de colaborar en
cualquier sentido, y a la vez tú puedas comunicarnos a través de él
tu apreciación de la situación y tus ideas con relación al viaje
proyectado a esta y otros países. El pretexto del viaje de Osmany
será inspeccionar la Embajada cubana, aunque no se le dará
publicidad alguna. Queremos que su estancia en esa sea muy breve y
discreta.
"Los puntos planteados por ti a través de Beatriz ya
se están cumplimentando...
"Aunque comprendemos las actuales dificultades del
proceso chileno, tenemos la confianza de que ustedes hallarán el
modo de vencerlas.
"Puedes contar enteramente con nuestra cooperación.
Recibe un saludo fraternal y revolucionario de todos nosotros."
El 30 de junio de 1973 enviamos una invitación
oficial al presidente Salvador Allende y a los partidos de la Unidad
Popular a la conmemoración del 20 Aniversario del ataque al Cuartel
Moncada.
En carta aparte, le digo:
"Salvador:
"Lo anterior es la invitación oficial, formal, para
la conmemoración del 20 Aniversario. Lo formidable sería que tú
pudieras dar un salto a Cuba para esa fecha. Puedes imaginarte lo
que significaría eso de alegría, satisfacción y honor para los
cubanos. Sé que eso sin embargo depende más que nada de tus trabajos
y de la situación en esa. Lo dejamos por tanto a tu consideración.
"Todavía estamos bajo el impacto de la gran victoria
revolucionaria del día 29 y tu brillante papel personal en los
acontecimientos. Es natural que muchas dificultades y obstáculos
subsistirán pero estoy seguro de que esta primera prueba exitosa les
dará gran aliento y consolidará la confianza del pueblo.
Internacionalmente se ha dado gran relieve a los sucesos y se
aprecia como un gran triunfo.
"Actuando como lo hiciste el 29, la revolución
chilena saldrá victoriosa de cualquier prueba por dura que sea.
Te reitero que los cubanos estamos a tu lado y que
puedes contar con tus fieles amigos de siempre."
El 29 de julio de 1973 le envío la última carta:
"Querido Salvador:
"Con el pretexto de discutir contigo cuestiones
referentes a la reunión de países no alineados, Carlos y Piñeiro
realizan un viaje a esa. El objetivo real es informarse contigo
sobre la situación y ofrecerte como siempre nuestra disposición a
cooperar frente a las dificultades y peligros que obstaculizan y
amenazan el proceso. La estancia de ellos será muy breve por cuanto
tienen aquí muchas obligaciones pendientes y, no sin sacrificio de
sus trabajos, decidimos que hicieran el viaje.
"Veo que están ahora en la delicada cuestión del
diálogo con la D.C. en medio de acontecimientos graves como el
brutal asesinato de tu edecán naval y la nueva huelga de los dueños
de camiones. Imagino por ello la gran tensión existente y tus deseos
de ganar tiempo, mejorar la correlación de fuerzas para caso de que
estalle la lucha y, de ser posible, hallar un cauce que permita
seguir adelante el proceso revolucionario sin contienda civil, a la
vez que salvar tu responsabilidad histórica por lo que pueda
ocurrir. Estos son propósitos loables. Pero en caso de que la otra
parte, cuyas intenciones reales no estamos en condiciones de valorar
desde aquí, se empeñase en una política pérfida e irresponsable
exigiendo un precio imposible de pagar por la Unidad Popular y la
Revolución, lo cual es, incluso, bastante probable, no olvides por
un segundo la formidable fuerza de la clase obrera chilena y el
respaldo enérgico que te ha brindado en todos los momentos
difíciles; ella puede, a tu llamado ante la Revolución en peligro,
paralizar a los golpistas, mantener la adhesión de los vacilantes,
imponer sus condiciones y decidir de una vez, si es preciso, el
destino de Chile. El enemigo debe saber que está apercibida y lista
para entrar en acción. Su fuerza y su combatividad pueden inclinar
la balanza en la capital a tu favor aun cuando otras circunstancias
sean desfavorables.
"Tu decisión de defender el proceso con firmeza y
con honor hasta el precio de tu propia vida, que todos te saben
capaz de cumplir, arrastrarán a tu lado a todas las fuerzas capaces
de combatir y a todos los hombres y mujeres dignos de Chile. Tu
valor, tu serenidad y tu audacia en esta hora histórica de tu patria
y, sobre todo, tu jefatura firme, resuelta y heroicamente ejercida,
constituyen la clave de la situación.
"Hazles saber a Carlos y a Manuel en qué podemos
cooperar tus leales amigos cubanos.
"Te reitero el cariño y la ilimitada confianza de
nuestro pueblo."
Esto lo escribí mes y medio antes del golpe. Los
emisarios eran Carlos Rafael Rodríguez y Manuel Piñeiro.
Pinochet había conversado con Carlos Rafael. Le
había simulado una lealtad y firmeza similares a las del general
Carlos Prats, Comandante en Jefe del Ejército durante parte del
gobierno de la Unidad Popular, un militar digno al que la oligarquía
y el imperialismo pusieron en total crisis, que lo obligó a
renunciar al mando, y fue más tarde asesinado en Argentina por los
esbirros de la DINA, después del golpe fascista de 1973.
Yo desconfiaba de Pinochet desde que leí los libros
de geopolítica que me obsequió durante mi visita a Chile y observé
su estilo, sus declaraciones y los métodos que como Jefe del
Ejército aplicaba cuando las provocaciones de la derecha obligaban
al presidente Allende a decretar el estado de sitio en Santiago de
Chile. Recordaba lo que advirtió Marx en el 18 Brumario.
Muchos jefes militares del ejército en las regiones
y sus estados mayores querían conversar conmigo dondequiera que
llegaba, y mostraron notable interés por los temas de nuestra guerra
de liberación y las experiencias de la Crisis de Octubre de 1962.
Las reuniones duraban horas en las madrugadas, que era el único
tiempo libre para mí. Yo accedía por ayudar a Allende, inculcándoles
la idea de que el socialismo no era enemigo de los institutos
armados. Pinochet, como jefe militar, no fue una excepción. Allende
consideraba útiles estos encuentros.
El 11 de septiembre de 1973 muere heroicamente
defendiendo el Palacio de La Moneda. Combatió como un león hasta el
último aliento.
Los revolucionarios que resistieron allí la
embestida fascista contaron cosas fabulosas sobre los momentos
finales. Las versiones no siempre coincidían, porque luchaban desde
diferentes puntos de Palacio. Además, algunos de sus más cercanos
colaboradores murieron, o fueron asesinados después del duro y
desigual combate.
La diferencia de los testimonios consistía en que
unos afirmaban que los últimos disparos los hizo contra sí mismo
para no caer prisionero, y otros que su muerte sobrevino por fuego
enemigo. El Palacio ardía atacado por tanques y aviones para
consumar un golpe que consideraban trámite fácil y sin resistencia.
No hay contradicción alguna entre ambas formas de cumplir el deber.
En nuestras guerras de independencia hubo más de un ejemplo de
combatientes ilustres que, cuando ya no había defensa posible, se
privaron de la vida antes de caer prisioneros.
Hay mucho que decir todavía sobre lo que estuvimos
dispuestos a hacer por Allende, algunos lo han escrito. No es el
objetivo de estas líneas.