En días recientes ocurrieron en nuestro país
importantes acontecimientos.
El 28 de octubre, a las 7 y 30 de la mañana, se
conmemoró el 50 Aniversario de la desaparición física de Camilo
Cienfuegos. El triste suceso ocurrió un atardecer tempestuoso cuando
viajaba en avioneta de Camagüey a la capital, por el norte de Cuba.
En Yaguajay había librado su último combate
victorioso contra la tiranía a fines de diciembre de 1958. Allí se
inauguró un mausoleo, donde yacen los restos de los caídos durante
la guerra en el Frente Norte de Las Villas o después del 1º de Enero
de 1959 y yacerán los de aquellos de su Columna Invasora o los que
se unieron a ella en el centro del país y que aún viven. Alguien lo
llamó el Héroe de Yaguajay y perduró ese título. Era todavía más: el
Héroe de la Columna Invasora Antonio Maceo. El audaz comandante, en
el avance de su columna ligera, iba destinado a Pinar del Río, y
hasta sus montañas habría llegado si no se le indicara desde la
Sierra Maestra detenerse, y luchar junto al Che y bajo sus órdenes,
en el centro del país. No era necesario arriesgarlo en esa misión,
que constituía una interpretación incorrecta de las circunstancias
históricas. El 2 de enero inició con el Che la marcha histórica
hacia la capital. ¡Cuánto se podría investigar y reflexionar sobre
eso!
Por decisión del Partido y el Gobierno, desde este
50 Aniversario, su silueta de acero ilumina, junto a la del
Guerrillero Heroico, el fondo de la Plaza de la Revolución, montando
guardia ante la estatua de Nuestro Héroe Nacional José Martí.
También el 28 de octubre, a las 9 de la mañana,
quiso el azar que se iniciara el debate sobre la resolución
presentada por Cuba contra el bloqueo económico, financiero y
comercial de Estados Unidos a nuestra Patria. Se escucharon palabras
emotivas de los representantes de numerosos países del Tercer Mundo,
que dejaron constancia de su aprecio por el país indoblegable y
solidario que durante medio siglo se ha enfrentado al imperio
despiadado y genocida que se erigió en la vecindad de nuestra isla.
Gran número de países vieron en la resistencia de Cuba una lucha por
su propio derecho a la soberanía.
La obra discreta y solidaria de nuestro pueblo desde
los primeros años de la Revolución, y su heroica resistencia frente
al cruel bloqueo de Estados Unidos, no era olvidada por la
abrumadora mayoría de los 192 Estados soberanos del mundo.
Los argumentos irrebatibles de nuestro canciller,
Bruno Rodríguez, resonaban como martillazos en aquella sala ubicada
en el corazón de Nueva York y muy próxima a Wall Street.
Por primera vez, en muchos años de debates, todos
los Estados que integran las Naciones Unidas participaron en la
discusión del espinoso y comprometedor tema.
Hasta los aliados europeos de la OTAN y los miembros
de la comunidad europea, desarrollados, consumistas y ricos, se
sintieron en la necesidad de expresar su inconformidad con el
bloqueo económico a Cuba. La réplica de nuestro Canciller al
discurso justificativo y plañidero de la representación de Estados
Unidos fue contundente.
Cuando el Presidente de la Asamblea procedió a la
votación, de los 192 Estados, solo tres delegaciones votaron contra
el proyecto de Cuba: Estados Unidos; su aliada en el holocausto
palestino, Israel, y la isla de Palau. Un abogado norteamericano con
ciudadanía israelí que representa a Palau, un territorio en el
Océano Pacífico de 450 kilómetros cuadrados que estuvo bajo la
administración yanki por casi 50 años, votó por Estados Unidos en la
ONU. Dos Estados se abstuvieron y 187 condenaron el bloqueo.
Estos hechos, sin embargo, por puro azar, no fueron
los dos únicos importantes para los cubanos ese día. En horas de la
tarde finalizaba la visita a nuestra Patria de la doctora Margaret
Chan, Directora General de la Organización Mundial de la Salud
(OMS), acompañada de Mirta Roses, Directora de la Organización
Panamericana de la Salud (OPS). Ambas representan los dos más
importantes organismos internacionales que asumen la responsabilidad
por esa vital tarea. El pasado martes 27 tuve el honor de compartir
con ellas.
Dado el hecho de que el tema de la epidemia de gripe
A H1N1 es de gran interés para todos los pueblos, especialmente los
del Tercer Mundo —que son los que más han sufrido las consecuencias
de la explotación y el saqueo—, les solicité un encuentro dentro de
su apretado programa.
A pesar de la preocupación y los esfuerzos de
nuestro Ministerio de Salud Pública, y sus programas de información
a nuestros ciudadanos, pensé en la conveniencia de profundizar en el
tema de la epidemia.
La salud pública fue una de las causas que hicieron
necesaria una revolución en Cuba. No pretendo exponer los avances
obtenidos, que nos ubican como el país con más médicos per cápita en
el mundo —un ejemplo de lo que puede hacerse por otros pueblos—, a
pesar de ser una nación bloqueada y agredida por el poderoso imperio
durante medio siglo. Nuestra Patria no solo fue víctima del robo
despiadado de cerebros, sino también objetivo de las agresiones
biológicas del gobierno de Estados Unidos, que no se limitó al
empleo de virus y bacterias contra plantas y animales, sino que los
utilizó contra la propia población. El dengue afectó a más de 300
mil personas, y el serotipo número 2 lo introdujeron en Cuba y el
hemisferio cuando aún no estaba presente como epidemia en ningún
otro país.
Omitiendo otros muchos datos, en aras de la
brevedad, baste recordar a los efectos de esta reflexión que el
dengue se transmite a través del mosquito, pero la gripe A H1N1 se
expande mucho más fácil y directamente a través de las vías
respiratorias.
Nuestra población debe conocer que, al finalizar la
Primera Guerra Mundial, una epidemia de gripe mató a decenas de
millones de personas en una etapa en que la población del planeta
apenas rebasaba los 1 500 millones de habitantes. Los recursos
científicos y técnicos de la humanidad eran mucho menores que los de
hoy.
Esta realidad no nos debe inducir a un exceso de
confianza. Cuando surgen epidemias de esa índole se requiere de
recursos que las prevén o combaten, como ocurrió con la fiebre
amarilla, la poliomielitis, el tétanos y otras, como las vacunas que
desde hace años protegen a los niños y a la población en general de
numerosas enfermedades sumamente dañinas.
Hoy existen además otros tipos de vacunas, en
especial las que protegen a la población contra los virus gripales y
se aplican a los casos de mayor riesgo por causas pasajeras o
permanentes.
Nuestros ciudadanos deben tener presente que las
vacunas contra determinados virus son más difíciles debido a las
mutaciones genéticas de los mismos, como los asociados a la gripe A
H1N1 y otros.
Los países más desarrollados y ricos cuentan con
laboratorios bastante sofisticados y costosos. La propia Cuba, a
pesar del subdesarrollo y el bloqueo yanki, fue capaz de crear
algunos laboratorios para la producción de vacunas y medicamentos.
En la esfera internacional se ha producido un temor
lógico con la mencionada gripe, por su capacidad de diseminación y
sus efectos en determinadas personas más vulnerables. Aparte de los
aspectos relacionados con la cooperación internacional de nuestros
médicos —que le han aportado a Cuba gran autoridad moral y
prestigio—, deseaba analizar con la Directora General de la OMS el
tema de la epidemia A H1N1. Ella me reiteró que la dificultad con
las vacunas se debe a que los laboratorios capaces de producirlas en
Europa, Estados Unidos y Canadá están obteniendo mucho menos volumen
de vacunas que las necesarias; la demanda en los países
desarrollados era grande y las primeras vacunas disponibles para los
demás países no estarían listas hasta fines de año, y sus precios
tienden a crecer considerablemente. Entre los países a priorizar
ella ha incluido a Cuba por su cooperación internacional y su
capacidad de aplicar inmediatamente las vacunas a personas
priorizadas a través de su red hospitalaria.
La doctora Chan conoce que, dondequiera que se
encuentren, los médicos cubanos cooperarán en la rápida aplicación
de las vacunas.
Son noticias obviamente positivas para nuestro
pueblo. Sin embargo, debemos tener presente determinadas
circunstancias.
Las primeras vacunas tardarán en llegar varias
semanas o tal vez dos o tres meses.
Para la OMS su inquietud mayor es que la capacidad
mutante del virus de la epidemia sobrepase rápidamente el efecto de
las vacunas y sea necesario iniciar de nuevo la búsqueda de otra
vacuna eficaz. Ello, a mi juicio, determina la importancia de una
red adecuada de servicios médicos como la que existe en nuestro
país, y la orientación sistemática de una población que cuenta con
altos niveles de educación para que coopere con las medidas
pertinentes.
La falta de servicios médicos adecuados en muchos
países, incluido Estados Unidos, donde casi 50 millones de personas
no reciben atención médica, eleva considerablemente el número de
posibles víctimas. En ese país se ha declarado la Emergencia
Sanitaria. Hace dos días escuchaba la noticia de que la Gripe A H1N1
entre noviembre y marzo podría ocasionar 90 mil muertes en Estados
Unidos, ya que los meses de frío favorecen el desarrollo de la
epidemia. Ojalá tales cálculos resulten equivocados y el daño sea
menor. Con una población que supera por lo menos 27 veces la
población de Cuba, sería equivalente a más de 3 mil fallecidos en
nuestro país, y a muchos millones de personas en el mundo, a pesar
de los avances de la ciencia.
Los síntomas iniciales del A H1N1 surgieron en
México desde el primer trimestre del presente año y casi,
simultáneamente, en Estados Unidos y Canadá. De estos se trasladó a
España, uno de los primeros países de Europa adonde se extendió la
epidemia.
Cuando el Presidente actual de Estados Unidos
levantó las restricciones a los cubanoamericanos para los viajes a
Cuba, en gran número de Estados de esa nación ya se había extendido
la epidemia. De esta forma resultó que los cuatro países que más
generan turismo o viajes a nuestro país por otras causas, eran
aquellos en los que, en mayor grado, se había extendido la epidemia
en el mundo.
Los primeros casos portadores del virus fueron
viajeros procedentes del exterior. Las personas contagiadas en
nuestro país eran relativamente pocas, durante meses no se produjo
un solo fallecimiento. Pero a medida que el virus se extendió a
todas las provincias, principalmente aquellas con un mayor número de
familiares residentes en Estados Unidos, se hizo necesario adquirir
nuevos equipos de análisis para el Instituto de Medicina Tropical
"Pedro Kourí", y multiplicar el esfuerzo a la vez que se luchaba
contra el dengue.
Se produjo así el extraño caso de que Estados
Unidos, por un lado, autorizó los viajes del mayor número de
personas portadores del virus y, por otro, prohíbe la adquisición de
equipos y medicamentos para combatir la epidemia. No pienso, desde
luego, que esa haya sido la intención del gobierno de Estados
Unidos, pero es la realidad que resulta del absurdo y vergonzoso
bloqueo impuesto a nuestro pueblo.
Con los equipos de otras procedencias estamos en
condiciones de conocer, con absoluta precisión, el total de
afectados por la epidemia y el número de personas cuyo fallecimiento
se relacione con la presencia del virus que la origina.
Afortunadamente, además de los servicios y el
personal médico bien capacitado de nuestro país, en el mercado
internacional existe un medicamento antiviral eficaz, especialmente
si se aplica a las personas con inconfundibles síntomas de posibles
portadores del virus y a quienes directamente los atienden.
Disponemos de ese antiviral y, adicionalmente, de la
materia prima necesaria para continuar produciendo una cifra similar
a la disponible, y se realizará cuanto esfuerzo sea necesario para
contar con las dosis indispensables.
Aunque en muchos países, por falta de redes de
servicios y personal médico, se deje de ofrecer a los organismos
internacionales la información pertinente sobre la epidemia,
conocemos el firme propósito de nuestro gobierno de comunicar con
toda precisión, a esos organismos, el número de casos y los
fallecimientos asociados a la epidemia, como hemos hecho siempre con
los datos de la salud pública de Cuba.
Nuestro país, por su parte, cuenta afortunadamente
con una amplia red de servicios de salud; la posibilidad de atención
inmediata de las personas afectadas es real, y dispone del número
suficiente y la calidad de sus médicos, muchos de los cuales han
cumplido honrosas e inolvidables misiones internacionalistas.