El pasado 16 de julio dije textualmente que el golpe
de Estado en Honduras "fue concebido y organizado por personajes
inescrupulosos de la extrema derecha, que eran funcionarios de
confianza de George W. Bush y habían sido promovidos por él."
Cité los nombres de Hugo Llorens, Robert Blau,
Stephen McFarland y Robert Callahan, embajadores yankis en Honduras,
El Salvador, Guatemala y Nicaragua, nombrados por Bush los meses de
julio y agosto de 2008 y que los cuatro seguían la línea de John
Negroponte y Otto Reich, de tenebrosa historia.
Señalé la base yanki de Soto Cano como punto de
apoyo principal del golpe de Estado y que "la idea de una iniciativa
de paz a partir de Costa Rica fue transmitida al Presidente de ese
país desde el Departamento de Estado cuando Obama estaba en Moscú y
declaraba, en una universidad rusa, que el único Presidente de
Honduras era Manuel Zelaya". Añadí que "con la reunión de Costa Rica
se cuestionaba la autoridad de la ONU, la OEA y demás instituciones
que comprometieron su apoyo al pueblo de Honduras y lo único
correcto era demandar del Gobierno de Estados Unidos el cese de su
intervención en Honduras y retirar de ese país la Fuerza de Tarea
Conjunta."
La respuesta de Estados Unidos, tras el golpe de
Estado en ese país de Centroamérica, ha sido pactar con el Gobierno
de Colombia un acuerdo para crear siete bases militares, como la de
Soto Cano, en ese hermano país, que amenazan a Venezuela, Brasil y
todos los demás pueblos de Suramérica.
En un momento crítico, cuando se discute en una
reunión cumbre de Jefes de Estado en Naciones Unidas la tragedia del
cambio climático y la crisis económica internacional, los golpistas
en Honduras amenazan con violar la inmunidad de la Embajada de
Brasil, donde se encuentra el presidente Manuel Zelaya, su familia y
un grupo de sus seguidores que fueron obligados a protegerse en ese
recinto.
Está probado que el gobierno de Brasil no tuvo
absolutamente nada que ver con la situación que allí se ha creado.
Es por tanto inadmisible, más aún inconcebible, que
la Embajada brasileña sea asaltada por el gobierno fascista, a no
ser que pretenda instrumentar su propio suicidio, arrastrando el
país a una intervención directa de fuerzas extranjeras como ocurrió
en Haití, lo que significaría la intervención de tropas yankis bajo
la bandera de Naciones Unidas. Honduras no es un país lejano y
aislado en el Caribe. Una intervención de fuerzas extranjeras en
Honduras desataría un conflicto en Centroamérica y crearía un caos
político en toda América Latina.
La heroica lucha del pueblo hondureño, después de
casi 90 días de incesante batallar, ha puesto en crisis al gobierno
fascista y pro yanki que reprime a hombres y mujeres desarmados.
Hemos visto surgir una nueva conciencia en el pueblo
hondureño. Toda una legión de luchadores sociales se ha curtido en
esa batalla. Zelaya cumplió su promesa de regresar. Tiene derecho a
que se le restablezca en el Gobierno y presidir las elecciones. De
los combativos movimientos sociales están destacándose nuevos y
admirables cuadros, capaces de conducir a ese pueblo por los
difíciles caminos que les espera a los pueblos de Nuestra América.
Allí se engendra una Revolución.
La Asamblea de Naciones Unidas puede ser histórica
en dependencia de sus aciertos o errores.
Los líderes mundiales han expuesto temas de gran
interés y complejidad. Ellos reflejaron la magnitud de las tareas
que la humanidad tiene por delante y cuán escaso es el tiempo
disponible.
