El golpe de Estado de Honduras, promovido por la extrema derecha
de Estados Unidos —que mantenía en Centroamérica la estructura
creada por Bush— y apoyado por el Departamento de Estado,
evolucionaba mal por la enérgica resistencia del pueblo.
La criminal aventura, condenada de forma unánime por la opinión
mundial y los organismos internacionales, no podía sostenerse.
El recuerdo de las atrocidades cometidas en décadas recientes por
las tiranías que Estados Unidos promovió, instruyó y armó en nuestro
hemisferio, estaba todavía fresco.
Los esfuerzos del imperio se encaminaron durante la
administración de Clinton y en los años subsiguientes al plan de
imponer el TLC a todos los países de América Latina a través de las
llamadas Cumbres de las Américas.
El intento de comprometer al hemisferio con un acuerdo de libre
comercio fracasó. Las economías de otras regiones del mundo
crecieron a buen ritmo y el dólar perdía su hegemonía exclusiva como
divisa privilegiada. La brutal crisis financiera mundial complicó la
situación. En esas circunstancias se produjo el golpe militar en
Honduras, uno de los países más pobres del hemisferio.
Tras dos semanas de creciente lucha popular, Estados Unidos
maniobró para ganar tiempo. El Departamento de Estado asignó a Oscar
Arias, Presidente de Costa Rica, la tarea de auxiliar al golpe
militar en Honduras, asediado por la vigorosa, pero pacífica presión
popular. Nunca un hecho similar en América Latina había recibido tal
respuesta.
En los cálculos del Gobierno de Estados Unidos pesaba el hecho de
que Arias ostentaba el título de Premio Nobel de la Paz.
La historia real de Oscar Arias indica que se trata de un
político neoliberal, talentoso y con facilidad de palabras,
sumamente calculador y aliado fiel de Estados Unidos.
Desde los primeros años del triunfo de la Revolución Cubana, el
gobierno de Estados Unidos utilizó a Costa Rica y le asignó recursos
para presentarla como una vitrina de los avances sociales que se
podían lograr bajo el capitalismo.
Ese país centroamericano fue utilizado como base por el
imperialismo para los ataques piratas contra Cuba. Miles de técnicos
y graduados universitarios cubanos fueron sustraídos a nuestro
pueblo, que estaba ya sometido a cruel bloqueo, para prestar
servicios en Costa Rica. Las relaciones entre Costa Rica y Cuba se
han restablecido en fecha reciente; fue uno de los dos últimos
países del hemisferio en hacerlo, lo cual nos satisface, pero no por
ello debo dejar de expresar lo que pienso en este momento histórico
de nuestra América.
Arias, procedente del sector rico y dominante de Costa Rica,
estudió Derecho y Economía en un centro universitario de su país,
cursó estudios y se graduó después como Máster en Ciencias Políticas
en la Universidad Inglesa de Essex, donde finalmente recibió el
título de Doctor en Ciencias Políticas. Con tales laureles
académicos el presidente José Figueres Ferrer, del Partido
Liberación Nacional, lo nombró asesor en 1970, a los 30 años de
edad, y poco después lo designó Ministro de Planificación, cargo en
el que fue ratificado por el Presidente que le siguió, Daniel Oduber.
En 1978 ingresa al Congreso como Diputado de ese Partido. Asciende
luego a Secretario General en 1979, y es Presidente por primera vez
en 1986.
Años antes del triunfo de la Revolución Cubana, un movimiento
armado de la burguesía nacional de Costa Rica, bajo la dirección de
José Figueres Ferrer, padre del presidente Figueres Olsen, había
eliminado el pequeño ejército golpista de ese país y su lucha contó
con las simpatías de los cubanos. Cuando combatíamos en la Sierra
Maestra contra la tiranía batistiana, recibimos del Partido de
Liberación creado por Figueres Ferrer algunas armas y municiones,
pero era demasiado amigo de los yanquis y pronto rompió con
nosotros. No debe olvidarse la reunión de la OEA en San José de
Costa Rica, que dio lugar a la Primera Declaración de la Habana en
1960.
Toda Centroamérica sufrió durante más de 150 años y todavía sufre
desde los tiempos del filibustero William Walker, que se hizo
presidente de Nicaragua en 1856, el problema del intervencionismo de
Estados Unidos, que ha sido constante, aunque el pueblo heroico de
Nicaragua logró ya una independencia que está dispuesto a defender
hasta el último aliento. No se conoce de apoyo alguno de Costa Rica
después que la alcanzó, aunque hubo un gobierno de ese país al que
vísperas de la victoria de 1979, le cupo la gloria de ser solidario
con el Frente Sandinista de Liberación Nacional.
Cuando Nicaragua era desangrada por la guerra sucia de Reagan,
Guatemala y El Salvador habían pagado también un alto precio de
vidas debido a la política intervencionista de Estados Unidos, que
suministraba dinero, armas, escuelas y adoctrinamiento a las tropas
represivas. Daniel nos contó que los yanquis finalmente promovieron
fórmulas que pusieran fin a la resistencia revolucionaria de
Guatemala y El Salvador.
Más de una vez Daniel me había comentado con amargura que Arias,
cumpliendo instrucciones de Estados Unidos, había excluido a
Nicaragua de las negociaciones de paz. Se reunió solo con los
gobiernos de El Salvador, Honduras y Guatemala para imponerle
acuerdos a Nicaragua. Expresaba por ello enorme gratitud hacia
Vinicio Cerezo. Me contó igualmente que el primer acuerdo se firmó
en un convento de Esquipulas, Guatemala, el 7 de agosto de 1987,
después de dos días de intensas conversaciones entre los cinco
presidentes centroamericanos. Nunca hablé públicamente sobre eso.
Pero esta vez, al conmemorarse el 30 Aniversario de la victoria
Sandinista el 19 de julio de 1979, Daniel lo explicó todo con
impresionante claridad, como lo hizo con todos los temas a lo largo
de su discurso, que fue escuchado por cientos de miles de personas y
transmitido por la radio y la televisión. Utilizo sus palabras
textuales: "Los yanquis lo nombraron mediador. Tenemos una profunda
simpatía al pueblo de Costa Rica, pero yo no puedo olvidar, en
aquellos años duros el Presidente de Costa Rica convocó a los
Presidentes centroamericanos y no nos invitó a nosotros¼
"
"Pero los otros Presidentes centroamericanos fueron más sensatos
y le dijeron: Aquí no puede haber plan de paz si no está presente
Nicaragua. Por la verdad histórica, el Presidente que tuvo el valor
de romper el aislamiento que habían impuesto los yanquis en
Centroamérica —donde les habían prohibido a los presidentes
conversar con el Presidente de Nicaragua y querían una solución
militar, querían acabar a través de la guerra con Nicaragua, con su
revolución—, quien dio ese paso valiente fue el presidente de
Guatemala, Vinicio Cerezo. Esa es la historia verdadera."
De inmediato añadió: "Los yanquis corrieron a buscar al
presidente Oscar Arias, ¡porque ya lo conocen!, para buscar cómo
ganar tiempo, para que los golpistas comiencen a hacer demandas que
son inaceptables. ¿Desde cuándo un golpista va a negociar con la
persona a la que le está arrebatando sus derechos constitucionales?
Esos derechos no pueden ser negociados, simplemente hay que
restituir al presidente Manuel Zelaya, tal como lo dijeron los
acuerdos del ALBA, del Grupo de Río, del SICA, de la OEA y de las
Naciones Unidas.
"En nuestros países queremos soluciones pacíficas. La batalla que
está librando el pueblo de Honduras en este momento es una batalla
pacífica, para evitar más dolor del que ya se ha producido en
Honduras", concluyó textualmente Daniel.
En virtud de la guerra sucia ordenada por Reagan y que en parte
—me dijo él— fue costeada con drogas enviadas a Estados Unidos,
perdieron la vida más de 60 mil personas y sufrieron invalidez otras
5 800. La guerra sucia de Reagan dio lugar a la destrucción y el
abandono de 300 escuelas y 25 centros de salud; 150 maestros fueron
asesinados. El costo ascendió a decenas de miles de millones de
dólares. Nicaragua disponía solo de 3,5 millones de habitantes, dejó
de recibir el combustible que le enviaba la URSS y la economía se
hizo insostenible. Convocó a las elecciones e incluso las adelantó,
y respetó lo decidido por el pueblo, que había perdido toda
esperanza de preservar las conquistas de la Revolución. Casi 17 años
después, los sandinistas regresaron victoriosos al gobierno; hace
solo dos días conmemoraban el 30 aniversario de la primera victoria.
El sábado 18 de julio el Premio Nobel propuso los conocidos 7
puntos de la iniciativa personal de paz que restaba autoridad a las
decisiones de la ONU y la OEA, y equivalían a un acta de rendición
de Manuel Zelaya, que le restaban simpatía y debilitarían el apoyo
popular. El Presidente Constitucional envió lo que calificó de
ultimátum a los golpistas, que los representantes suyos debían
presentar, anunciando a la vez su regreso a Honduras para el domingo
19 de julio por cualquier departamento de ese país.
En horas del mediodía de ese domingo, se produce en Managua el
gigantesco acto sandinista con históricas denuncias a la política de
Estados Unidos. Eran verdades que no podían dejar de ser
trascendentes.
Lo peor es que Estados Unidos estaba encontrando resistencia del
gobierno golpista a su maniobra edulcorante. Estaría por precisar el
momento en que el Departamento de Estado envía por su parte un
fuerte mensaje a Micheletti, y si los jefes militares fueron
advertidos de las posiciones del Gobierno de Estados Unidos.
Lo real es que para quien siguiera de cerca los hechos,
Micheletti estaba insubordinado contra la paz el lunes. Su
representante en San José, Carlos López Contreras, había declarado
que la propuesta de Arias no podía ser discutida, pues el primer
punto, es decir, el restablecimiento de Zelaya, no era negociable.
El gobierno civil golpista había tomado en serio su papel y no se
percataba siquiera de que Zelaya, privado de toda autoridad, no
constituía riesgo alguno para la oligarquía y políticamente sufriría
un duro golpe si aceptaba la propuesta del Presidente de Costa Rica.
El propio domingo 19, cuando Arias pide otras 72 horas para
explicar su posición, la señora Clinton habla telefónicamente con
Micheletti y sostiene lo que el portavoz Philip Crowley califica de
una "llamada dura". Algún día se conocerá qué le dijo, pero bastaría
ver la cara de Micheletti cuando habló en una reunión de su
gobierno, el lunes 20 de julio: parecía realmente la de un niño de
kindergarten regañado por la maestra. A través de Telesur pude ver
las imágenes y los discursos de la reunión. Otras imágenes
transmitidas fueron las de los representantes de la OEA pronunciando
sus discursos en el seno de esa institución, comprometiéndose a
esperar la última palabra del Nobel de la Paz el miércoles. ¿Sabían
o no lo que la Clinton le había dicho a Micheletti? Tal vez sí, o
tal vez, no. Quizás algunos, aunque no todos, lo conocían. Hombres,
instituciones y conceptos se habían convertido en instrumentos de la
alta y arrogante política de Washington. Nunca un discurso en el
seno de la OEA brilló con tanta dignidad como las breves, pero
valientes y brillantes palabras de Roy Chaderton, embajador de
Venezuela, en esa reunión.
Mañana aparecerá la pétrea imagen de Oscar Arias explicando que
han elaborado tal y más cual propuesta de solución para evitar
violencia. Pienso que hasta el propio Arias ha caído en la gran
trampa montada por el Departamento de Estado. Veremos qué hace
mañana.
Sin embargo, el pueblo de Honduras es quien dirá la última
palabra. Representantes de las organizaciones sociales y de las
nuevas fuerzas no son instrumentos de nadie dentro o fuera del país,
conocen las necesidades y sufrimientos del pueblo; sus conciencias y
su temple se han multiplicado; muchos ciudadanos que eran indolentes
se han sumado; los propios afiliados honestos de los partidos
tradicionales que creen en la libertad, la justicia y la dignidad
humana juzgarán a los líderes a partir de la posición que adoptaron
en este minuto histórico.
No se conoce todavía cuál sería la actitud de los militares
frente a los ultimátums yanquis, y qué mensajes les llegan a los
oficiales; solo hay un punto de referencia patriótica y honorable:
la lealtad al pueblo, que ha soportado con heroísmo las bombas
lacrimógenas, los golpes y los disparos.
Sin que nadie pueda asegurar cuál será el último capricho del
imperio, si a partir de las últimas decisiones adoptadas Zelaya
regresa legal o ilegalmente, sin duda que los hondureños le harán un
gran recibimiento porque será una medida de la victoria que ya han
alcanzado con sus luchas. ¡Nadie dude de que solo el pueblo
hondureño será capaz de construir su propia historia!
