No se sabe cuántas personas en Estados Unidos le escriben a Obama y
cuántos temas diferentes le plantean. Es evidente que no puede leer
todas las cartas y abordar cada uno de los asuntos, porque no le
alcanzarían las 24 horas del día y los 365 días del año. Lo que sí
es seguro es que los asesores, apoyados por las computadoras,
equipos electrónicos y celulares responden todas las cartas. Su
contenido será registrado y existen de antemano las respuestas
apoyadas en múltiples declaraciones del nuevo Presidente durante su
campaña por la postulación y la elección.
De todas formas, las cartas influyen y tienen un
peso en la política de Estados Unidos ya que no se trata, en este
caso, de un político corrupto, mentiroso e ignorante como su
predecesor, que odiaba los avances sociales del New Deal.
Por ello fijé mi atención en un cable publicado ayer
14 de abril, procedente de Washington, suscrito por la agencia de
noticias DPA:
"Un grupo de altos militares retirados
estadounidenses instó al presidente Barack Obama a ‘apoyar y firmar’
una Ley para acabar con la prohibición de viajar a Cuba de todos los
norteamericanos, argumentando que el embargo contra la isla no sirve
a los propósitos políticos y de seguridad de Washington.
"‘El embargo ha provocado un significativo
movimiento diplomático contra la política estadounidense’, advierten
los 12 altos oficiales retirados, entre ellos el ‘zar de las drogas’
durante la presidencia de Bill Clinton, Barry McCaffrey, y el ex
jefe del estado mayor de Colin Powell, Lawrence B. Wilkerson, en una
carta dada a conocer hoy en Washington.
"‘Como militares profesionales, entendemos que los
intereses de Estados Unidos están mejor atendidos cuando el país es
capaz de atraer el apoyo de otras naciones hacia nuestra causa’,
insisten los militares en la misiva enviada el lunes a Obama, en el
mismo día en que el presidente norteamericano anunció el fin de las
restricciones de viajes y remesas a cubano-americanos, pero no para
todos los ciudadanos del país, como reclaman sectores progresistas.
"A juicio de estos militares, la ‘Ley sobre la
Libertad para viajar a Cuba’ presentada ante la Cámara de
Representantes por el demócrata Bill Delahunt ‘es un importante
primer paso hacia el levantamiento del embargo’.
"Un tipo de política, agregan, ‘con más
posibilidades de llevar el cambio a Cuba’ y también para cambiar la
imagen internacional de Washington.
"‘En todo el mundo los líderes están reclamando un
verdadero cambio político basado en las esperanzas que usted inspiró
con su campaña’, sostienen los militares.
"‘Cuba se ofrece como el elemento más a mano para
demostrar ese cambio y sería además una maniobra que quedaría
profundamente grabada en la mente de nuestros socios y rivales en el
mundo’, agregan."
Ubicada la noticia entre 315 páginas de cables
parecería algo intrascendente. Sin embargo, aborda el meollo del
problema que motivó cuatro reflexiones en menos de 24 horas, en
torno a la Cumbre de las Américas, que se iniciará dentro de 48
horas.
En Estados Unidos las guerras las desatan los
políticos y tienen que hacerlas los militares.
Kennedy, inexperto y joven, decretó el bloqueo y la
invasión de Girón, organizada por Eisenhower y Nixon que de guerras
sabía menos que aquel. El inesperado revés lo condujo a nuevas y
desacertadas decisiones que culminaron en la Crisis de Octubre de la
cual sin embargo salió airoso, pero traumatizado por el riesgo de
una guerra termonuclear de la que estuvo muy cerca, como me contó el
periodista francés Jean Daniel. "Es una máquina de pensar", añadió
en elogio al Presidente, que lo había impresionado mucho.
Entusiasmado más adelante con los Boinas Verdes, los
envió a Vietnam, donde Estados Unidos apoyaba la restauración del
imperio colonial francés. Otro político, Lyndon Johnson, llevó
aquella guerra hasta las últimas consecuencias. En esa ingloriosa
aventura más de 50 mil soldados perdieron la vida, la Unión
despilfarró no menos de 500 mil millones de dólares cuando el valor
de estos en oro bajó 20 veces, mató millones de vietnamitas y
multiplicó la solidaridad con aquel país pobre del Tercer Mundo. El
servicio militar tuvo que ser sustituido por soldados profesionales,
alejando al pueblo del entrenamiento militar, lo cual debilitó esa
nación.
Un tercer político, George W. Bush, protegido por su
padre, llevó a cabo la guerra genocida de Iraq que aceleró la crisis
económica, haciéndola más grave y profunda. Su costo en cifras
económicas se eleva a millones de millones de dólares, una deuda
pública que caerá sobre las nuevas generaciones de norteamericanos,
en un mundo convulso y lleno de riesgos.
¿Tienen o no razón los que afirman que el embargo
afecta los intereses de seguridad de Estados Unidos?
Los que escribieron la carta no apelan al uso de las
armas, sino a la lucha de ideas, algo diametralmente opuesto a lo
que han hecho los políticos.
En general los militares norteamericanos, que
defienden el sistema económico, político y social de Estados Unidos,
poseen privilegios y son altamente remunerados, pero se preocupan de
no incurrir en el robo de los fondos públicos, que los conduciría al
descrédito y a la falta total de autoridad para su desempeño
militar.
Ellos no creen que Cuba constituya una amenaza para
la seguridad de Estados Unidos, como han tratado de presentarnos
ante la opinión pública norteamericana. Han sido los gobiernos de
ese país los que convirtieron la base de Guantánamo en refugio de
contrarrevolucionarios o emigrantes. Peor que todo eso, la
convirtieron en un centro de torturas que la hicieron famosa como
símbolo de la negación más brutal de los derechos humanos.
Los militares conocen también que nuestro país es
modelo de lucha contra el tráfico de drogas, y que nunca desde
nuestro territorio se ha permitido acción terrorista alguna contra
el pueblo de Estados Unidos.
Como lo pudo comprobar el Caucus Negro del Congreso,
incluir a Cuba en la lista de países terroristas es lo más
deshonesto que se ha hecho nunca.
Al igual que a los senadores Lugar, Delahunt, el
Caucus y otros influyentes miembros del Congreso, les damos las
gracias a los que escribieron la carta a Obama.
No tememos dialogar; no necesitamos inventar
enemigos; no tememos al debate de ideas; creemos en nuestras
convicciones y con ellas hemos sabido defender y seguiremos
defendiendo nuestra Patria.
Con los fabulosos avances de la tecnología, la
guerra se ha convertido en una de las ciencias más complejas.
Es algo que los militares norteamericanos
comprenden. Saben que no es cuestión de ordeno y mando al estilo de
las viejas guerras. Hoy los adversarios posiblemente no se vean
jamás las caras; pueden encontrarse a miles de kilómetros de
distancia; las armas más mortíferas se disparan por programas. El
hombre apenas participa. Son decisiones previamente calculadas y
carentes de emociones.
He conocido a varios de ellos, ya retirados, que se
dedican al estudio de las ciencias militares y las guerras.
No expresan odio ni antipatías hacia el pequeño país
que ha luchado y resistido frente a un vecino tan poderoso.
En Estados Unidos existe en la actualidad un
Instituto de Seguridad Mundial con el cual nuestro país mantiene
contactos e intercambios académicos. Hace 15 años lo que existía era
el Centro de Información de la Defensa (CID). Realizó la primera
visita a Cuba a fines de junio de 1993. Entre esa fecha y el 19 de
noviembre del 2004 realizaron nueve visitas a Cuba.
Hasta el año 1999 las delegaciones estuvieron
integradas en su mayoría por militares retirados.
En la visita de octubre de 1999 comenzó a variar la
composición de las delegaciones, disminuyendo la presencia de
militares. Desde la visita número cinco todas las delegaciones
estuvieron presididas por el prestigioso investigador Bruce Blair,
experto en políticas de seguridad, especializado en fuerzas
nucleares de control y mando. Profesor consultante en las
universidades de Yale y Princeton. Ha publicado numerosos libros y
cientos de artículos sobre el tema.
Conocí por esa vía militares que asumieron
importantes papeles en las fuerzas armadas de Estados Unidos. No
siempre coincidimos con sus puntos de vista, pero nunca dejaron de
ser amables. Intercambiamos con amplitud sobre hechos históricos en
los cuales ellos como militares habían participado.
Las visitas continuaron en el 2006, pero yo había
tenido el accidente en Santa Clara y más tarde enfermé gravemente.
Entre los doce militares retirados que firmaron la
carta a Obama estaba uno de los que participó en aquellas reuniones.
Supe que en el último encuentro que tuvo lugar, con
franqueza, dijeron que los militares no tenían intención de agredir
militarmente a Cuba; que había una nueva situación política en
Estados Unidos, derivada de la debilidad de la administración por su
fracaso en Iraq.
Para los compañeros que se reunieron con los
norteamericanos estaba claro que se sentían mal dirigidos y se
abochornaban por lo que estaba ocurriendo, aunque nadie podía
ofrecer garantías sobre la política aventurera del presidente de
Estados Unidos, que mantuvo hasta el último día de su
administración. Aquella reunión tuvo lugar a principios de marzo del
2007, hace 14 meses.
Bruce Blair debe saber mucho más que yo sobre el
espinoso tema. Siempre me impresionó su conducta valiente y
transparente.
No deseaba que estos datos quedaran en los archivos
esperando el momento en que ya no interesarían a nadie.
