La mañana estaba tempestuosa, húmeda, fría. Soplaban fuertes vientos
y el cielo estaba oscuro. No era un día primaveral, ni cálido.
Barbara deseaba visitar la ELAM, donde 114 jóvenes
norteamericanos se consagran al estudio de la Medicina.
El avión oficial que los trajo a Cuba había
adelantado el viaje 24 horas; saldría a las dos de la tarde del
martes, en lugar del miércoles.
No intenté reunirlos a todos pues no tengo espacio
amplio para los siete, más la traductora y el Ministro que los
acompañaba. Le pedí me visitara con dos legisladores más, designados
por el grupo. Así pude encontrarme con ella una vez más.
En esta ocasión las circunstancias han cambiado
mucho. El Caucus Negro Legislativo representa un sector de gran peso
en Estados Unidos.
La larga lucha por la igualdad y la justicia social
se iluminó con la vida y el ejemplo de Martin Luther King, cuyo
pensamiento y obra cautiva hoy a millones de personas en el mundo y
fue lo que a mi juicio explica que un ciudadano negro, en un momento
de profunda crisis, alcanzara la presidencia de Estados Unidos.
De ahí que un nuevo encuentro con el Caucus Negro
adquiriera para mí, en lo personal, especial importancia. Conocía
los detalles de su estancia en Cuba por los compañeros que los
atendieron durante la visita, las ideas básicas de la organización
congresional y las opiniones de sus componentes.
Raúl me transmitió igualmente la magnífica impresión
que le dejaron durante el encuentro con ellos, que se prolongó
durante casi cuatro horas la noche de ayer lunes.
Cuando Barbara Lee llegó a la casa acompañada por
Bobby Rush, congresista demócrata por Illinois y Laura Richardson,
por California, junto al Ministro del CITMA, José Miyar Barrueco,
que durante largos años fue secretario del Consejo de Estado, eran
las 11:35 de la mañana; el cielo se había despejado y un sol
radiante caía sobre el patio. Me alegró realmente ver de nuevo a
Barbara y tener la posibilidad de saludar personalmente a Bobby y
Laura, cuyos nombres ya eran familiares por sus palabras en los
encuentros con Raúl, Alarcón, Bruno, Miyar y los familiares de los
Cinco Héroes.
La reunión conmigo duró 1 hora y 45 minutos, según
el reloj; en realidad, medio minuto, si me atengo a la velocidad con
que transcurrió y el deseo de escucharlos.
Conté brevemente las experiencias vividas en dos
años y siete meses de internamiento hospitalario y las actividades a
las que me dedico ahora. Les expliqué lo aprendido en ese tiempo de
reclusión obligada, sobre todo, el gran interés por lo que acontecía
en el mundo y de modo especial en Estados Unidos, a medida que
recopilaba noticias y me concentraba en el estudio. Recordé que los
había invitado para escucharlos y comenzaba a olvidar lo que más me
interesaba: conocer sus opiniones. Fue reconfortante el interés y la
profundidad con que exponían sus puntos de vista, la sinceridad y
calidad de sus palabras, sencillas y profundas. Los tres reflejaban
transparencia, orgullo por sus tareas, su organización, su lucha y
su país. Es evidente que conocen a Obama y reflejan confianza,
seguridad y simpatías hacia él.
Barbara está orgullosa de presidir el Caucus Negro,
de participar activamente en la política de su país con nuevos bríos
y optimismo, de su hijo varón, que estaba lejos de nacer cuando el
triunfo de la Revolución en Cuba, y de sus cinco nietos. Ella había
votado en solitario contra la guerra genocida de Bush en Irak. Fue
una prueba insuperable de valor político. Merece todos los honores.
Recuerda en especial a Dellums, que la trajo por
primera vez a Cuba cuando ella era su asistente y estuvieron conmigo
en un cayo conversando muchas horas. Ya no es legislador, me cuenta,
pero es alcalde de Oklahoma con lo que atiende una población de 400
mil habitantes, y me habla también de la ex congresista que visitó
Cuba con Dellums que alcanza ya 98 años y envió efusivos saludos.
Laura es congresista en California, por el distrito
de Long Beach; habla con especial orgullo del puerto californiano,
que me explica "es el tercero del mundo". En realidad no pude
contener mi deseo de bromear y teniendo en cuenta que es defensora
activa del medio ambiente le dije: "Laura, si el casquete polar
antártico se derrite, tu tercer puerto del mundo queda bajo el
agua." En el ambiente creado no se disgustó lo más mínimo, continuó
diciendo cosas interesantes.
Después habló Rush, el de más edad y experiencia de
la delegación, luchador radical en los primeros años, cuya vida ha
sido un crecimiento incesante de conocimientos políticos y humanos.
Es miembro del Comité de Energía y Comercio y del Subcomité de
Comunicaciones e Internet. Durante un lapso de 15 ó 20 minutos lo
escuché sin interrupción alguna. Explicó que en los primeros años
leyó las obras y escritos de importantes pensadores revolucionarios
modernos, que fueron el punto de partida para su ulterior maduración
política a través de la observación y la meditación de lo que
ocurría en su país y en el mundo. Menciona por sus nombres a Mandela,
el Che y otras personas extraordinarias que se sacrificaron por los
demás. Como es bastante generalizado en los líderes del Caucus
Negro, los párrafos de la Biblia son citados como lo hacía Martin
Luther King para sostener sus puntos de vista: "La palabra justicia
en la Biblia se menciona en dos mil ocasiones, casi tantas veces
como la palabra amor", me dice. Habló de su salud, las batallas que
libró por preservarla y sobrevivir a una enfermedad cancerígena.
Conoce personalmente a Obama por haberlo tratado de
cerca durante años, en ocasiones incluso como adversario, expresando
un alto y sincero concepto de él; lo califica de persona honesta y
buena que desea ayudar al pueblo norteamericano.
Expresó admiración por los servicios de salud que se
prestan en Cuba a la población y los centros de investigación
dedicados a la lucha contra las enfermedades.
Podría escucharlo durante horas como manantial
inagotable de conocimiento y madurez.
Le hice una pregunta sobre el sentido de su
afirmación: "Obama puede mejorar las relaciones con Cuba, pero Cuba
debe ayudar a Obama." Nosotros no éramos agresores ni amenazábamos a
Estados Unidos. Cuba no disponía de alternativa alguna que le
permitiera tomar la iniciativa. Partíamos de la seguridad de que sus
palabras eran sinceras y lo habíamos afirmado públicamente antes y
después de su elección. Expresábamos a la vez el criterio de que las
realidades objetivas eran, en Estados Unidos, más poderosas que las
sinceras intenciones de Obama.
Finalmente le pregunté cuáles obras de las
publicadas en inglés sobre Martin Luther King eran las mejores en
Estados Unidos y si estaban traducidas al español. Me hablaron los
tres de la trilogía de Taylor Brecht como una de las más
interesantes, entre ellas, "Cartas desde la cárcel". No estaban
seguros sobre la traducción en español y prometieron enviarme los
materiales pertinentes.
Fue un magnífico encuentro.
