En horas del mediodía de ayer viernes 3 de abril,
sostuve un encuentro de casi dos horas con Daniel Ortega y su esposa
Rosario Murillo.
Como le expliqué por carta enviada a Daniel por la
tarde, quedé gratamente impresionado del encuentro. Le
agradecí la oportunidad que tuve de conocer detalles de su lucha en
Nicaragua.
Le expresé tristeza por los cuadros que fallaron y
recordé a Tomás Borge, Bayardo, Jaime Wheelock, Miguel
D´Escoto y otros que se mantuvieron fieles a los sueños de Sandino y
a las ideas revolucionarias que el Frente Sandinista llevó a
Nicaragua.
Le rogué me enviara noticias con la mayor frecuencia
posible para conocer las vicisitudes de un pequeño país del Tercer
Mundo frente a las ambiciones insaciables del G-7.
A Rosario le envié un ejemplar del libro "Geología
de Cuba para todos" que recibí hace tres días, una maravillosa
biografía de la naturaleza de nuestra isla a través de cientos de
millones de años, ilustrado con bellas imágenes y fotografías,
escrito por 12 científicos cubanos, que junto a sus narraciones y
análisis constituye una joya literaria. Se lo mostré y le había
interesado mucho.
Con Daniel conversé largamente sobre la "famosa"
Cumbre de las Américas que tendrá lugar los días 17, 18 y 19 en
Puerto España, capital de Trinidad y Tobago.
Esas cumbres tienen su historia y por cierto
bastante tenebrosa. La primera se realizó en Miami, capital de la
contrarrevolución, el bloqueo y la guerra sucia contra Cuba. Esa
cumbre se efectuó durante los días 9, 10 y 11 de diciembre de 1994.
Fue convocada por Bill Clinton, electo presidente de Estados Unidos
en noviembre de 1992.
La URSS se había derrumbado y nuestro país estaba en
pleno período especial. Se descontaba la caída del socialismo en
nuestra patria como ocurrió en Europa Oriental primero y después en
la propia Unión Soviética.
Los contrarrevolucionarios preparaban sus maletas
para regresar victoriosos a Cuba. Bush padre había perdido las
elecciones, como consecuencia sobre todo de la aventura guerrerista
en Irak. Clinton se preparaba para la era post-Cuba revolucionaria
en América Latina. El Consenso de Washington tenía plena vigencia.
La guerra sucia contra Cuba estaba a punto de
concluir exitosamente. La Guerra Fría terminaba con la victoria de
Occidente y una nueva era se abría para el mundo.
A la Cumbre de Miami, en 1994, acudieron entusiastas
los Presidentes de Sur y Centroamérica alentados por la invitación
de Clinton.
El presidente de Argentina Carlos Ménem, encabezaba
la lista de Presidentes suramericanos que acudirían a la cita,
seguidos por Lacalle el vecino derechista de Uruguay, Eduardo Frei
de la Democracia Cristiana de Chile, el boliviano Sánchez de Lozada,
Fujimori de Perú, Rafael Caldera de Venezuela. Nada extraño tenía
que arrastraran a Itamar Franco y Fernando Enrique Cardoso, sucesor
suyo a la presidencia, Samper de Colombia y Sixto Durán de Ecuador.
La lista de asistentes a Miami por Centroamérica era
encabezada por Calderón Sol, del partido ARENA en El Salvador y
Violeta Chamorro que, en virtud de la guerra sucia antisandinista,
había sido impuesta por Reagan y Bush padre en Nicaragua.
Ernesto Zedillo representaba a México en la Cumbre
de Miami.
Detrás de la misma había un objetivo estratégico: el
sueño imperialista de un acuerdo de libre comercio desde Canadá
hasta la Patagonia.
Hugo Chávez, presidente de la República Bolivariana
de Venezuela, no había aparecido todavía en las cumbres hasta la del
2001 en Québec. Tampoco George W. Bush con su tenebroso papel en la
esfera internacional.
Quiso la historia que nuestro Héroe Nacional y
paladín de la independencia de Cuba, José Martí, conociera la
primera gran crisis económica del capitalismo en Estados Unidos que
duró hasta 1893. Comprendía que la unión económica con Estados
Unidos significaría el fin de la independencia y la cultura de los
pueblos de Latinoamérica.
En mayo de 1888, el Presidente de Estados Unidos
había enviado a los pueblos de América y el Reino de Hawaii en el
Pacífico una invitación del Senado y la Cámara de Representantes de
ese país, a una conferencia internacional en Washington para
estudiar entre otras cosas "la adopción por cada uno de los
gobiernos de una moneda común de plata, que sea de uso forzoso en
las transacciones comerciales recíprocas de los ciudadanos de todos
los Estados de América".
Sin duda los miembros del Congreso tienen que haber
estudiado bien las consecuencias de aquellas medidas.
Casi dos años después la Conferencia Internacional
Americana, de la que eran parte los Estados Unidos, recomendó que se
estableciese una unión monetaria internacional y que, como base de
esta unión, se acuñasen una o más monedas que pudieran usarse en los
países representados.
Finalmente, después de un mes de prórroga, como
cuenta el propio Martí, en la Comisión Monetaria Internacional, la
delegación de los Estados Unidos declaró, en marzo de 1891, que "era
un sueño fascinador que no podía intentarse sin el avenimiento de
los demás países del globo". Recomendó también usar oro y plata en
las monedas que se acuñaran.
Era una premonición de lo que ocurriría 55 años
después cuando en Bretton Woods le concedieron el privilegio de
emitir en papel moneda la divisa internacional, usar el oro y la
plata.
Aquel hecho sin embargo dio lugar a que Martí
elaborara el análisis político y económico más impresionante que he
leído en mi vida, publicado en la Revista Ilustrada de Nueva York,
el mes de mayo de 1891, en el que se oponía resueltamente a la idea.
Durante el encuentro con Daniel, él me entregó gran
número de párrafos que se discuten sobre la declaración final de la
próxima cumbre en Puerto España.
La OEA dicta pautas como secretaria permanente de la
Cumbre de las Américas: es el papel que le asignó Bush. Contiene 100
párrafos, parece que la institución gusta de los números redondos
para dorar la píldora y darle más fuerza al documento. Un epígrafe
por cada una de las 100 mejores poesías de la hermosa lengua.
Había por cierto gran número de conceptos
inadmisibles. Será una prueba de fuego para los pueblos del Caribe y
América Latina. ¿Es acaso un retroceso? ¿Bloqueo y además exclusión
después de 50 años de resistencia?
¿Quién cargará con esas responsabilidades? ¿Quiénes
exigen ahora nuestra exclusión? ¿Acaso no se comprende que los
tiempos de los acuerdos excluyentes contra nuestro pueblo han
quedado muy atrás? Habrá importantes reservas en esa declaración
suscrita por jefes de Estado para que se comprenda que, a pesar de
las modificaciones alcanzadas en duras discusiones, existen ideas
que son para ellos inaceptables.
Cuba siempre mostró su disposición en las nuevas
circunstancias a ofrecer el máximo de cooperación a las actividades
diplomáticas de los países de América Latina y el Caribe. Lo conocen
bien quienes deben conocerlo pero no se nos puede pedir guardar
silencio ante concesiones innecesarias e inadmisibles.
¡Hasta las piedras hablarán!