El presidente de Venezuela es uno de los hombres que
más ha hecho por la salud y educación de su pueblo; como son temas
en los que mayor experiencia ha acumulado la Revolución cubana,
gustosamente colaboramos al máximo en ambos campos con este hermano
país.
No se trata en absoluto de que ese país careciera de
médicos, por el contrario, los poseía en abundancia e incluso entre
ellos profesionales de calidad, como en otros países de América
Latina. Se trata de una cuestión social. Los mejores médicos y los
más sofisticados equipos podrían estar, como en todos los países
capitalistas, al servicio de la medicina privada. A veces ni
siquiera eso, porque en el capitalismo subdesarrollado, como el que
existía en Venezuela, la clase rica contaba con medios suficientes
para acudir a los mejores hospitales de Estados Unidos o Europa,
algo que era y es habitual sin que nadie pueda negarlo.
Peor aún, Estados Unidos y Europa se han
caracterizado por seducir a los mejores especialistas de cualquier
país explotado del Tercer Mundo para que abandonen su patria y
emigren a las sociedades de consumo. Formar médicos para ese mundo
en los países desarrollados implica fabulosas sumas que millones de
familias pobres de América Latina y el Caribe, no podrían pagar
nunca. En Cuba sucedía eso hasta que la Revolución aceptó el reto,
no solo de formar médicos capaces de servir a nuestro país, sino a
otros pueblos de América Latina, el Caribe o del mundo.
Jamás
hemos arrebatado las inteligencias a otros pueblos. En cambio en
Cuba se han formado gratuitamente decenas de miles de médicos y
otros profesionales de alto nivel para devolverlos a sus propios
países.
Gracias a sus profundas revoluciones bolivarianas y
martianas, Venezuela y Cuba son países donde la salud y la educación
se han desarrollado extraordinariamente. Todos los ciudadanos tienen
derecho real a recibir gratuitamente educación general y formación
profesional, algo que Estados Unidos no ha podido ni podrá
garantizar a todos sus habitantes. Lo real es que el gobierno de ese
país invierte cada año un millón de millones de dólares en su
aparato militar y sus aventuras bélicas. Es además el mayor
exportador de armas e instrumentos de muerte y el mayor mercado de
drogas del mundo. Debido a ese tráfico, decenas de miles de
latinoamericanos pierden la vida cada año.
Es algo tan real y tan conocido, que hace más de 50
años, un Presidente de origen militar denunció, con tono amargo, el
poder decisivo acumulado por el complejo militar industrial en ese
país.
Estas
palabras estarían de más si no mediara la odiosa y repugnante
campaña desatada por los medios de difusión masiva de la oligarquía
venezolana, al servicio de ese imperio, utilizando las dificultades
de salud que atraviesa el Presidente bolivariano. A este nos une una
estrecha e indestructible amistad, surgida desde que visitó por
primera vez nuestra patria, el 13 de diciembre de 1994.
A algunos les extrañó la coincidencia de su visita a
Cuba con la necesidad de atención médica que se produjo. El
Presidente venezolano visitó a nuestro país con el mismo objetivo
que lo llevó a Brasil y Ecuador. No traía intención alguna de
recibir servicios médicos en nuestra patria.
Como se conoce un grupo de especialistas cubanos de
la salud prestan, desde hace años, sus servicios al Presidente
venezolano, que fiel a sus principios bolivarianos, jamás vio en
ellos extranjeros indeseables, sino hijos de la gran Patria
Latinoamericana por la cual luchó el Libertador hasta el último
aliento de su vida.
El
primer contingente de médicos cubanos partió hacia Venezuela cuando
se produjo la tragedia en el estado de Vargas, que costó miles de
vidas a ese noble pueblo. Esta acción de solidaridad no era nueva,
constituía una tradición arraigada en nuestra patria desde los
primeros años de la Revolución; desde que hace casi medio siglo
médicos cubanos fueron enviados a la recién independizada Argelia.
Esa tradición se profundizó a medida que la Revolución cubana, en
medio de un cruel bloqueo, formaba médicos internacionalistas.
Países como Perú, la Nicaragua de Somoza y otros del hemisferio y el
Tercer Mundo, sufrieron tragedias por terremotos u otras causas que
requirieron la solidaridad de Cuba. Así nuestra patria se convirtió
en la nación del mundo con más alto índice de médicos y personal
especializado en salud, con elevados niveles de experiencia y
capacidad profesional.
El Presidente Chávez se esmeró en la atención de
nuestro personal de salud. Así nació y se desarrolló el vínculo de
confianza y amistad entre él y los médicos cubanos que fueron
siempre muy sensibles al trato del líder venezolano, el cual por su
parte, fue capaz de crear miles de centros de salud y dotarlos de
los equipos necesarios para prestar servicios gratuitos a todos los
venezolanos. Ningún gobierno del mundo hizo tanto, en tan breve
tiempo, por la salud de su pueblo.
Un elevado porcentaje de personal cubano de la salud
prestó servicios en Venezuela y muchos de ellos actuaron además como
docentes en determinadas materias impartidas para la formación de
más de 20 mil jóvenes venezolanos que comienzan a graduarse como
médicos. Muchos de ellos comenzaron sus estudios en nuestro propio
país. Los médicos internacionalistas integrantes del Batallón 51,
graduados en la Escuela Latinoamericana de Medicina, han ganado un
sólido prestigio en el cumplimiento de complejas y difíciles
misiones. Sobre esas bases se desarrollaron mis relaciones en ese
campo con el presidente Hugo Chávez.
Debo añadir que a lo largo de más de doce años desde
el 2 de febrero del año 1999, el Presidente y líder de la Revolución
venezolana no ha descansado un solo día, y en eso ocupa un lugar
único en la historia de este hemisferio. Todas sus energías, las ha
consagrado a la Revolución.
Podría afirmarse que por cada hora extra que Chávez
dedica a su trabajo, un Presidente de Estados Unidos, descansa dos.
Era difícil, casi imposible, que su salud no
sufriera algún quebranto y eso sucedió en los últimos meses.
Persona habituada a los rigores de la vida militar,
soportaba estoicamente los dolores y molestias que con frecuencia
creciente lo afectaban. Dadas las relaciones de amistad
desarrolladas y los intercambios constantes entre Cuba y Venezuela,
sumado a mi experiencia personal con relación a la salud, que viví
desde la proclama del 30 de julio del año 2006, no es raro que me
percatara de la necesidad de un chequeo riguroso de la salud del
Presidente. Es demasiado generoso de su parte, atribuirme algún
merito especial en este asunto.
Admito, desde luego, que no fue fácil la tarea que
me impuse. No era para mí difícil percatarme de que su salud no
andaba bien. Habían transcurrido 7 meses desde que se realizó su
última visita a Cuba. El equipo médico dedicado a la atención de su
salud me había rogado que hiciera esa gestión. Desde el primer
momento la actitud del Presidente era informar al pueblo, con
absoluta claridad, su estado de salud. Por ello, estando a punto ya
de regresar, a través de su Ministro de Relaciones Exteriores,
informó al pueblo sobre su salud hasta ese instante y prometió
mantenerlo detalladamente informado.
Cada cura iba acompañada por rigurosos análisis
celulares y de laboratorio, que en tales circunstancias se realizan.
Uno de los exámenes, varios días posteriores a la
primera intervención, arrojó resultados que determinaron una medida
quirúrgica más radical y el tratamiento especial del paciente.
En su digno mensaje del 30 de junio, el Presidente
notablemente recuperado habla de su estado de salud con toda
claridad.
Admito que para mí no fue fácil la tarea de informar
al amigo de la nueva situación. Pude apreciar la dignidad con que
recibió la noticia que —para él con tantas tareas importantes que
llevaba en la mente, entre ellas el acto conmemorativo del
Bicentenario y la formalización del acuerdo sobre la unidad de
América Latina y el Caribe— mucho más que los sufrimientos físicos
que implicaba una cirugía radical, significa una prueba que como
expresó la hizo comparar con los momentos duros que le tocó
enfrentar en su vida de combatiente indoblegable.
Junto a él, el equipo de personas que lo atienden y
que él calificó de sublimes, han librado la magnífica batalla de la
que he sido testigo.
Sin vacilación afirmo que los resultados son
impresionantes y que el paciente ha librado una batalla decisiva que
lo conducirá y con él a Venezuela, a una gran victoria.
Hay que hacer que su alegato se comunique al pie de
la letra en todas las lenguas, pero sobre todo que sea traducido y
subtitulado al inglés, un idioma que pueda entenderse, en esta Torre
de Babel en que el imperialismo ha convertido al mundo.
Ahora los enemigos externos e internos de Hugo
Chávez están a merced de sus palabras y sus iniciativas. Habrá sin
dudas sorpresas para ellos. Brindémosle el más firme apoyo y
confianza. Las mentiras del imperio y la traición de los
vendepatrias serán derrotadas. Hoy hay millones de venezolanos
combativos y conscientes, que la oligarquía y el imperio no podrán
volver a someter jamás.