Ofrecimos también de inmediato las pistas aéreas de
nuestro país para los aviones norteamericanos que no tuvieran dónde
aterrizar, dado el caos reinante en las primeras horas después de
aquel golpe.
Es conocida la posición histórica de la Revolución
Cubana que se opuso siempre a las acciones que pusieran en peligro
la vida de civiles.
Partidarios decididos de la lucha armada contra la
tiranía batistiana; éramos, en cambio, opuestos por principios a
todo acto terrorista que condujera a la muerte de personas
inocentes. Tal conducta, mantenida a lo largo de más de medio siglo,
nos otorga el derecho a expresar un punto de vista sobre el delicado
tema.
En acto público masivo efectuado en la Ciudad
Deportiva expresé aquel día la convicción de que el terrorismo
internacional jamás se resolvería mediante la violencia y la guerra.
Fue por cierto, durante años, amigo de Estados
Unidos que lo entrenó militarmente, y adversario de la URSS y del
socialismo, pero cualquiera que fuesen los actos atribuidos a Bin
Laden, el asesinato de un ser humano desarmado y rodeado de
familiares constituye un hecho aborrecible. Aparentemente eso es lo
que hizo el gobierno de la nación más poderosa que existió nunca.
El discurso elaborado con esmero por Obama para
anunciar la muerte de Bin Laden afirma: "¼
sabemos que las peores imágenes son aquellas que fueron invisibles
para el mundo. El asiento vacío en la mesa. Los niños que se vieron
forzados a crecer sin su madre o su padre. Los padres que nunca
volverán a sentir el abrazo de un hijo. Cerca de 3 000 ciudadanos se
marcharon lejos de nosotros, dejando un enorme agujero en nuestros
corazones."
Ese párrafo encierra una dramática verdad, pero no
puede impedir que las personas honestas recuerden las guerras
injustas desatadas por Estados Unidos en Iraq y Afganistán, a los
cientos de miles de niños que se vieron forzados a crecer sin su
madre o su padre y a los padres que nunca volverían a sentir el
abrazo de un hijo.
Millones de ciudadanos se marcharon lejos de sus
pueblos en Iraq, Afganistán, Vietnam, Laos, Cambodia, Cuba y otros
muchos países del mundo.
De la mente de cientos de millones de personas no se
han borrado tampoco las horribles imágenes de seres humanos que en
Guantánamo, territorio ocupado de Cuba, desfilan silenciosamente
sometidos durante meses e incluso años a insufribles y
enloquecedoras torturas; son personas secuestradas y transportadas a
cárceles secretas con la complicidad hipócrita de sociedades
supuestamente civilizadas.
Obama no tiene forma de ocultar que Osama fue
ejecutado en presencia de sus hijos y esposas, ahora en poder de las
autoridades de Pakistán, un país musulmán de casi 200 millones de
habitantes, cuyas leyes han sido violadas, su dignidad nacional
ofendida, y sus tradiciones religiosas ultrajadas.
¿Cómo impedirá ahora que las mujeres y los hijos de
la persona ejecutada sin Ley ni juicio expliquen lo ocurrido, y las
imágenes sean transmitidas al mundo?
El 28 de enero de 2002, el periodista de la CBS Dan
Rather, difundió por esa emisora de televisión que el 10 de
septiembre de 2001, un día antes de los atentados al World Trade
Center y al Pentágono, Osama Bin Laden fue sometido a una
diálisis del riñón en un hospital militar de Pakistán. No estaba en
condiciones de ocultarse y protegerse en profundas cavernas.
Asesinarlo y enviarlo a las profundidades del mar
demuestra temor e inseguridad, lo convierten en un personaje mucho
más peligroso.
La propia opinión pública de Estados Unidos, después
de la euforia inicial, terminará criticando los métodos que, lejos
de proteger a los ciudadanos, terminan multiplicando los
sentimientos de odio y venganza contra ellos.
