Escuché hoy domingo a las 10 de la mañana los
debates de los delegados al Sexto Congreso del Partido.
Eran tantas las comisiones que, como es lógico, no
pude escuchar a todos los que hablaron.
Se habían reunido en cinco comisiones para discutir
numerosos temas. Desde luego que yo también aprovechaba los recesos
para respirar con calma y consumir algún portador energético de
procedencia agrícola. Ellos seguramente con más apetito por su
trabajo y su edad.
Me asombraba la preparación de esta nueva
generación, con tan elevado nivel cultural, tan diferente a la que
se alfabetizaba precisamente en 1961, cuando los aviones yankis de
bombardeo, en manos mercenarias, atacaban la Patria. La mayor parte
de los delegados al Congreso del Partido eran niños, o no habían
nacido.
No me importaba tanto lo que decían, como la forma
en que lo decían. Estaban tan preparados y era tan rico su
vocabulario, que yo casi no los entendía. Discutían cada palabra, y
hasta la presencia o la ausencia de una coma en el párrafo
discutido.
Su tarea es todavía más difícil que la asumida por
nuestra generación cuando se proclamó el socialismo en Cuba, a 90
millas de Estados Unidos.
Por ello, persistir en los principios
revolucionarios es, a mi juicio, el principal legado que podemos
dejarle. No hay margen para el error en este instante de la historia
humana. Nadie debe desconocer esa realidad.
La dirección del Partido debe ser la suma de los
mejores talentos políticos de nuestro pueblo, capaz de enfrentarse a
la política del imperio que pone en peligro a la especie humana y
genera gansters como los de la OTAN, capaces de lanzar en solo 29
días, desde el inglorioso "Amanecer de la Odisea", más de 4 mil
misiones de bombardeo sobre una nación de África.
Es deber de la nueva generación de hombres y mujeres
revolucionarios ser modelo de dirigentes modestos, estudiosos e
incansables luchadores por el socialismo. Sin duda constituye un
difícil desafío en la época bárbara de las sociedades de consumo,
superar el sistema de producción capitalista, que fomenta y promueve
los instintos egoístas del ser humano.
La nueva generación está llamada a rectificar y
cambiar sin vacilación todo lo que debe ser rectificado y cambiado,
y seguir demostrando que el socialismo es también el arte de
realizar lo imposible: construir y llevar a cabo la Revolución de
los humildes, por los humildes y para los humildes, y defenderla
durante medio siglo de la más poderosa potencia que jamás existió.