(15 de marzo de 2011)
¿Agentes para el cambio?
Alta prioridad conceden los servicios de inteligencia de EE.UU. a
la fabricación de «líderes sociales». Buscan en grupos de interés
como jóvenes, artistas e intelectuales, individuos «capaces» para
esa «transición» que anhelan en Cuba. En esa labor, alejada del trabajo diplomático, sobresale la SINA,
según lo confirma Frank Carlos Vázquez, quien para ellos mordió el
anzuelo pero, en realidad, como se hace público hoy, se toparon con
Robin, agente de la Seguridad cubana.
por
JEAN-GUY ALLARD, MARINA MENÉNDEZ
y
DEISY FRANCIS MEXIDOR
Frank Carlos Vázquez Díaz descollaba por su facilidad en materia
de relaciones públicas. Tenía «chispa» para el contacto con los
otros y su habilidad lo llevaba además a estar «en la última» en
todo, así que en 1998, en medio del período especial, propone a un
grupo de jóvenes artistas crear un proyecto cultural alternativo que
diera a conocer sus obras y atrajera la atención, en particular, de
los circuitos internacionales. La aceptación fue tan inmediata como
entusiasta.
Arte Cubano, como nombraron la página web que entonces vio la
luz, se convirtió en «uno de los primeros sitios de su tipo que
existían en el país» y constituyó el sustento promocional de lo que
comenzaba a gestarse en aquel «pequeño local en La Habana Vieja
ubicado en la calle Obispo», recuerda Frank Carlos.
Por eso no demoró mucho para que los contactaran instituciones
culturales de diferentes naciones. «Establecimos correspondencia y
relaciones de trabajo con varias galerías importantes en Estados
Unidos, Canadá y Europa».
Tan atractivo se presentó el proyecto que pronto aparecieron en
escena aquellos personajes cuyo único «arte» es el de monitorear e
identificar a quienes se puede usar dentro y fuera de Cuba para
cumplir las directrices del Gobierno estadounidense. Desde la
Sección de Intereses de Washington en La Habana, esos especialistas
ubicaban los sitios web independientes con el supuesto perfil
apropiado para sus planes de subversión.
De modo que —con el aparente candor de quien solo quiere
«ayudar»— diplomáticos de la SINA se asomaron enseguida en el local
de Frank Carlos y sus amigos, quienes les explicaron que se trataba
de «un proyecto que no estaba bajo la dirección de las instituciones
culturales».
Por eso, «a partir de ahí comenzó un proceso de encuentros y
contactos, prácticamente diarios, que fueron incrementándose en la
medida que se desarrollaban las diferentes actividades que
realizábamos», cuenta Frank Carlos Vázquez, un licenciado en lengua
Inglesa que enseguida fue considerado como un interlocutor valioso.
Al mismo tiempo, desde la SINA, comenzaron a enviarles «decenas
de cajas de libros, revistas y publicaciones», recuerda Frank
Carlos. Además, el ex funcionario de la oficina Douglas Barnes
manifestó el deseo de «convertir nuestro centro en un lugar de
acceso a Internet, lo que era muy importante en su momento», porque
el ciberespacio apenas se conocía entre los artistas cubanos.
Luego
de la experiencia que la labor como el Robin de la Seguridad del
Estado le ha dejado a lo largo de más de una década, Frank Carlos
Vázquez siente reforzado el compromiso con su tierra y ama aún más a
su natal Pinar del Río.
Este Barnes ya había expresado que su tarea principal era tratar
de instrumentar en Cuba el llamado Carril II de la Ley Torricelli,
para lo cual traía la experiencia de haber trabajado en países del
antiguo campo socialista, y durante su estancia aquí, establecer
relaciones con nacionales del sector cultural, la intelectualidad y
cabecillas contrarrevolucionarios.
Por eso para los diplomáticos de la SINA (¿o de la CIA?), todo lo
que pudieron observar en Frank Carlos parecía hecho a la medida de
sus expectativas.
PRETENDÍAN TUMBAR EL «MURO» DE BERLÍN EN CUBA
Durante la administración de William Clinton (1993-2001), Richard
Nuccio, su asesor para los asuntos cubanos, predicó la llamada
teoría «de pueblo a pueblo», que en verdad significaba algo así como
«ahogar con un abrazo», método que ya habían aplicado contra
Polonia.
Bajo esos postulados, en el segundo mandato de Clinton, la SINA
abrió como nunca la entrega de visas para «facilitar el intercambio
cultural», mientras sus especialistas valoraban qué sectores de la
intelectualidad pudiesen propiciar la aparición de movimientos
artísticos «paralelos»; en esencia, que fueran contestatarias e
«independientes del Estado».
Creían que con ello desaparecería el sentido revolucionario en el
movimiento cultural cubano, algo que se había experimentado en la
otrora Checoslovaquia.
Fue el filón que vio Larry Corwin, un especialista de arte,
entonces secretario de Prensa y Cultura de la SINA, quien desde su
llegada al país desarrolló una intensa influencia en el medio
cultural de la Isla y de la llamada prensa independiente.
Precisamente, ese diplomático se quitó la máscara poco después de
concluir su estancia en la Isla al reaparecer en Kosovo, en el 2004,
como oficial de Asuntos Públicos de la oficina del Departamento de
Estado en el territorio balcánico ocupado por las fuerzas de la
OTAN.
La práctica de Corwin no es nueva. Desde la Segunda Guerra
Mundial, y el posterior inicio de la Guerra Fría, los servicios
especiales pusieron a punto un aparato de subversión dirigido hacia
un público intelectual, a partir de cadenas de instituciones-
fachada con presuntas finalidades de muy diversa índole. Los
fundadores de esa maquinaria de subversión fueron académicos y
especialistas en guerra psicológica, cuya actividad en ese campo
tiene numerosas experiencias a lo largo de la historia.
Esas instituciones —entre las que vale mencionar al casi
centenario Brooklyn Institution, a la Rand Corporation y la Heritage
Foundation— trabajan hoy con métodos de influencia afinados durante
décadas, mediante los cuales se acercan a las personas
«seleccionadas» a partir de estudios de su personalidad y el rol que
podrían desempeñar en la sociedad.
Acá en La Habana el «especialista» Corwin trabajó de conjunto con
el segundo jefe de la estación local de la CIA, James Patrick Doran,
camuflado en el cargo de vicecónsul. Para ellos, poner a Frank
Carlos bajo el círculo de su influencia, era controlar al grupo de
jóvenes en su conjunto.
Según la apreciación de la CIA y de la SINA, al alcanzarse ese
objetivo, llegarían a crear futuros destructores del socialismo,
auténticos conspiradores, de los que iban a «tumbar el muro de
Berlín en Cuba».
Por eso Corwin atendió con diligencia a Frank Carlos. Le facilitó
todo lo que necesitaba, siempre atento a sus deseos, a nombre de la
«amistad». Le propuso proyectos, contactos, insistiendo en la
seductora idea de la comercialización de las obras que este
promovía.
Pero otra vez, el enemigo se había equivocado. Como joven cubano
que creció con la Revolución, lejos estaban de imaginar quienes lo
«visualizaron» que él se mantendría fiel a su país. Más de diez años
han transcurrido, y hasta ahora que se hace pública su identidad,
Frank Carlos Vázquez ha cumplido misiones como el agente Robin de
los Órganos de la Seguridad del Estado, cuya mayor riqueza consiste,
precisamente, en esa fusión de los hombres y mujeres que la integran
con el pueblo, en defensa de la Patria.
UNA EXPERIENCIA AMERICANA
Con un presupuesto que parecía sin límites, y un acceso
privilegiado a distintas esferas del mundo cultural norteamericano,
Larry Corwin le anuncia a Frank Carlos que le iba a conseguir
invitaciones de prestigiosas instituciones, para que pudiese viajar
a EE.UU.
«En el año 1998, se me acercan y me entregan una invitación
realizada por el Chicago Cultural Center», considerado como uno de
los más relevantes de su tipo en suelo estadounidense.
Frank Carlos y su grupo habían sido seleccionados «para
establecer un proyecto de intercambio» que los alió a ese centro en
una amplia colaboración mediante la cual fue dos veces al norteño
país con todos los gastos pagados, como «cortesía» de las agencias
federales e instituciones gubernamentales en Washington.
Más que nunca, el buen conocimiento del inglés, fue la llave:
«Prácticamente me abrió todas las puertas. Estando allí pude tener
acceso a muchísimas personalidades con las que, por mi conocimiento
de su idioma, pude establecer un diálogo y un contacto muy
profundo», recuerda.
«Conocí desde el alcalde de Chicago hasta los directivos de las
instituciones culturales más importantes, pasando por galeristas
renombrados dentro del mundo del arte. Nos entrevistamos con
diferentes congresistas, políticos…»
A estos encuentros se sumaron otros con agendas políticas muy
definidas, que rebasaban la divulgación y la promoción de la
cultura. Es así como dirigen a Frank Carlos hacia «lo que ellos
estaban interesados que yo conociera». Y en apariencia, el plan del
«team» Corwin-Doran se concretaba poco a poco.
Los «diplomáticos» de la SINA sopesan la amplia experiencia
adquirida por Frank Carlos, y comienzan a manifestarle otras
«necesidades», específicamente que tratara de aglutinar a jóvenes.
El objetivo de la operación emerge entonces con claridad:
inculcarles «los intereses que las instituciones culturales de EE.UU.
perseguían», dice.
A esas alturas se había establecido una especie de regla:
esperando que ocurriera aquí lo mismo que en Europa del Este, el
mercado occidental y particularmente el estadounidense estaba ávido
de un arte cubano contestatario e hipercrítico.
Su experiencia «americana» dejó también otros recuerdos en la
memoria de Frank Carlos Vázquez Díaz. De Chicago, donde lo ubicó la
inteligencia norteamericana en su plan de influencia, no olvida la
visita que hizo a barrios marginales, «donde los ciudadanos
afronorteamericanos son totalmente segregados».
También le chocó «la violencia en las calles y el tráfico
incesante de drogas que existe en muchos lugares», así como vivir
«la realidad de un país que está diseñado para ganar dinero», y si
las personas no son capaces de obtenerlo «se les considera de
segunda clase».
NECESARIA RECAPITULACIÓN
La invitación que recibió Frank Carlos Vázquez se inscribe en el
programa Cuba de la Agencia para el Desarrollo Internacional de
Estados Unidos (USAID, por sus siglas en inglés), que, financiado
con millonarios fondos federales, sirve de cobertura a la actividad
de la CIA contra la Isla. Uno de los métodos empleados es la
fabricación de líderes sociales, supuestamente capacitados como
«agentes para el cambio» político y que tratan de captar en el
universo juvenil, los artistas, universitarios, la intelectualidad…
utilizando como señuelo el otorgamiento de becas y viajes.
La USAID, según explica la capitana Mariana, analista de la
Seguridad del Estado, se vale además en su accionar de diversos
mecanismos, «uno de ellos es el empleo de organizaciones, como es el
caso del Instituto Republicano Internacional (IRI)», surgido en 1983
bajo la administración de Ronald Reagan, un arma de la derecha
estadounidense para campañas de engaño y de manipulaciones. Su
presidente es, ni más ni menos John McCain, un amigo de la mafia
cubanoamericana de Miami.
El IRI desempeña un activo papel en el programa Cuba de la USAID
y para ello ha establecido dos objetivos prioritarios, que son
incrementar el libre flujo de información desde y hacia la Isla, y
en segundo lugar la conformación de organizaciones no
gubernamentales que faciliten sus fines. El IRI no actúa
directamente en territorio nacional sino a través de organizaciones
como Solidaridad Española con Cuba y la Fundación Eslovaca Pontis.
Para el IRI es de suma importancia lograr instalar en el país
redes de comunicación inalámbrica con posibilidades de transmisión
vía satelital con la utilización de medios de tecnología avanzada
como el Bgan.
Por otra parte, la USAID también «puede utilizar mecanismos más
directos, como sucedió en el caso de Frank Carlos, quien fue
contactado de manera personal por un funcionario de la SINA».
Argumenta la analista de la Seguridad del Estado que la beca
concedida a Frank Carlos fue, justamente, «parte de su preparación»
y una forma de «trabajar sus cualidades de liderazgo, sus
potencialidades.
Siguiendo
indicaciones de la SINA, Frank Carlos coordinó una reunión en un
lugar discreto de Pinar del Río entre diplomáticos de la oficina y
un elemento contrarrevolucionario.
«En definitiva, este programa lo que busca es darle una
orientación contrarrevolucionaria a los fenómenos propios de nuestra
sociedad, o construir hechos, o líderes que permitan canalizar los
intereses del gobierno de Estados Unidos en relación con Cuba»,
puntualiza.
No hay que llamarse a engaño. La USAID respecto a nuestro país
apoya un accionar que bajo distintos escenarios persigue crear las
condiciones del «cambio», antes, durante e inmediatamente después de
la «transición».
A partir de 1995, luego de la implementación de la Ley Torricelli
durante el gobierno de William Clinton, se hizo más evidente la
actividad subversiva de esta agencia federal contra nuestro país.
Por ejemplo, han entrado por diferentes vías más de 10 000 radios de
onda corta, y casi dos millones de libros, y productos multimedia
con propaganda que alienta el «cambio».
Pero para nadie es secreto el extenso aval de la USAID en temas
de injerencia y desestabilización desde que fue fundada en 1961
durante la administración del presidente John F. Kennedy.
En América Latina, está asociada a muchas de las intervenciones
yanquis en la región. Mención especial merece la participación de la
agencia en la década del 70 en la aplicación del Plan Cóndor, una
transnacional secreta de muerte contra la izquierda en el Cono Sur
del continente.
Más recientemente, en el 2002, la Agencia del Desarrollo
Internacional estuvo muy vinculada al golpe contra el presidente de
Venezuela, Hugo Chávez. Desde entonces, ha aumentado de manera
continua la intensidad de sus operaciones de apoyo a la oposición, a
través de una serie de «programas» que subsidia a golpe de millones.
En Bolivia y la Honduras de José M. Zelaya ha sido otro tanto,
aunque siempre han tratado de edulcorar los capítulos más
repugnantes de su historia.
OPERACIÓN VITRAL
Dentro de las tareas que iban dándole a Frank Carlos hay una que
rememora, en este recuento de más de diez años como el agente Robin.
Fue en el 2000, cuando los estadounidenses James Patrick Doran y
Larry Corwin le solicitan con insistencia que se acercara al
contrarrevolucionario Dagoberto Valdés, quien dirigía la revista
Vitral y el denominado Centro Cívico Religioso de Pinar del Río.
«Ese proyecto era de mucho interés para los norteamericanos. Me
pidieron que organizara un encuentro entre los funcionarios de la
Sección de Intereses y Dagoberto, que se preparó en un lugar
discreto de la ciudad».
En esta visita con toque de clandestinidad, los visitantes
hablaron con el susodicho acerca del potencial de su —hoy
desaparecida— publicación para expresar ideas
contrarrevolucionarias, y como medio para ser utilizado contra el
Gobierno y la Revolución Cubana.
Hecho significativo: Valdés planteó entonces su «gran
preocupación pues estaba siendo contactado directamente por los
"diplomáticos" norteamericanos, porque, según él, eso lo ponía
demasiado en evidencia». Así que se pronunció por «trabajar a través
de los diplomáticos de las embajadas checa y polaca, que estaban un
poco más afuera de la palestra pública», lo que le permitiría actuar
«con mucha más rapidez y tranquilidad». Pronto, el encuentro
«discreto» de Pinar se acompañó de una exposición de carteles
organizada, «casualmente», con la colaboración de diplomáticos
polacos y checos.
«Ahí se plasmaban algunas ideas que venían de Polonia… y que
fueron entonces propaladas dentro de la intelectualidad pinareña…»
Dagoberto pretendía «convertirse en el paladín de la libertad, en
el portavoz de los intelectuales y convertir esa revista en un
vehículo contrarrevolucionario para destruir nuestra Revolución»,
asegura Frank Carlos.
LA BIENAL DE VICKY HUDDLESTON
En el propio año 2000, la SINA pretendió manipular un evento de
tanta trascendencia y prestigio internacional como la Bienal de La
Habana, en este caso durante su VII edición.
No por gusto intentaron hacer el trabajo de subversión. La Bienal
ya se había ganado un merecido espacio donde se divulgaba un arte
experimental de alta calidad que era apreciado por grandes sectores
de la población cubana.
«Un día se me aparece Larry Corwin en la casa con una gorra de
pelotero, una camiseta y un short de playa. Venía en una bicicleta»,
rememora Frank Carlos, quien en ese momento se extrañó de la imagen
del diplomático. Con el disfraz, Corwin intentaba encubrir su
accionar ilegal.
Esa «sorpresiva aparición» era para pedirle que Frank Carlos lo
apoyara «en una misión muy importante» que consistiría en «servir de
enlace entre los directivos de la bienal y yo para poder obtener
información que ellos necesitaban, pues ellos no tenían otra manera
de acceso».
Lo cierto es que para esa VII Bienal aflora ahí una numerosísima
delegación norteamericana con muy pocos artistas y, sin embargo,
llegó una legión de abogados, coleccionistas, empresarios,
funcionarios de instituciones culturales estadounidenses, y
«especialistas» del arte vinculados al Departamento de Estado.
La SINA dirigió las actividades de la comitiva que fue recibida
(y aleccionada) por su jefa, Vicky Huddleston, quien ofreció
entonces la recepción más grande que hubo en la historia de esa
representación diplomática.
Fue una Bienal donde, paralelamente a las actividades del evento,
los funcionarios de la Sección de Intereses desarrollaron su propio
plan: una operación agresiva de influencia y captación.
«Prácticamente fue una acción puerta a puerta, tocaron a las
puertas de los artistas, a las de los promotores culturales, a las
de los galeristas…»
A juicio de Frank Carlos «la labor de la SINA en Cuba en esa
época se puede considerar una de las más activas. Ellos trataron de
penetrar el mundo cultural nuestro y establecer vínculos que iban
mucho más allá de la labor diplomática.
«Pretendían comprar los favores de nuestros artistas e
intelectuales, ofreciéndoles exposiciones y promociones en
diferentes galerías norteamericanas, a cambio de que reflejaran una
realidad discordante o distorsionada… La finalidad era crear un
estado de opinión, un fenómeno cultural ficticio, fabricado, con el
cual se intentaba expresar al mundo que los intelectuales cubanos
estaban en contra de la Revolución».
HIPOCRESÍA IMPERIAL
La historia de Frank Carlos Vázquez no pertenece al pasado. La
captación y manipulación de exponentes del ámbito cultural para que
«pinten» una Isla distorsionada, acorde con la imagen que de ella
quieren propalar, es una práctica que se mantiene.
En la actualidad, concursos promovidos desde la Oficina de
Intereses también buscan acercarlos e imponer en su obra la agenda
con que Estados Unidos pretende dividir a la sociedad cubana,
trasladando a ella —o magnificando— conflictos inexistentes aquí
como lo relacionado con el tema racial.
Además, han puesto a funcionar tres centros de acceso a Internet
dentro de sus predios para la preparación de la contrarrevolución.
Tales ilegalidades se ejecutan bajo la cobija de lo que un
documento de la SINA describe como «constituir un espacio público
con fines educacionales e investigativos, así como facilitar la
comunicación y la publicación de materiales en Internet, con fines
profesionales y/o de trabajo».
«Acercamientos» de este corte retoman una práctica plasmada en la
denominada Ley para la Democracia en Cuba, conocida como Ley
Torricelli, emitida en 1992, cuando estipula el contacto «pueblo a
pueblo» como una manera de minar a la Revolución desde adentro (el
llamado Carril II).
Se trata de una política hipócrita seguida a pie juntillas por la
administración de William Clinton y que George W. Bush desdeñó por
un quehacer que elevó a su máxima expresión la agresividad y el
hostigamiento al pueblo cubano.
Ahora Barack Obama retoma la política de la zanahoria, como lo ha
demostrado con el restablecimiento, en enero pasado, de las medidas
emitidas por Clinton al calor de la Torricelli y derogadas por su
sucesor republicano en 2001 y que, entre otras decisiones, proclama
la posibilidad de que estadounidenses viajen a nuestro país con
objetivos académicos, educacionales, culturales y religiosos…
Luego de la experiencia que la labor como el Robin de la
Seguridad del Estado le ha dejado a lo largo de más de una década,
Frank Carlos Vázquez siente reforzado el compromiso con su tierra y
ama aún más a su natal Pinar del Río.
Y a los jóvenes les alerta que no se dejen engañar por falsas
promesas. El ser humano es lo más importante y la construcción de la
dignidad, del bienestar humano, de un sistema equitativo, justo,
como el que construimos aquí, es lo más sagrado que puede tener una
persona en su vida. |