(1 de marzo de 2011)
El fiasco del experimento
Testimonios inéditos del agente de
la Seguridad del Estado "Vladimir", quien durante más de 25
años estuvo infiltrado dentro de la contrarrevolución
DEISY FRANCIS MEXIDOR
Moisés Rodríguez Quesada le sabe a la historia de los grupúsculos
contrarrevolucionarios en Cuba. Vivió entre ellos. Por eso cuando le
piden despojarse del velo de la memoria alude a un año: 1980.
"Sé que en este minuto otros cubanos pudieran estar
haciendo lo mismo. Mi país jamás estará desprotegido".
Fue en esa época que conoció a Elizardo Sánchez Santa Cruz
Pacheco, El Camaján. "Ahí iniciamos una relación" que también se
extendió a "otros vinculados con él, en el propósito de crear un
movimiento de ‘derechos humanos’ en el país", en correspondencia con
el añejo interés del gobierno de Estados Unidos de acabar con todo
aquello que huela a Revolución en la Isla.
La punta de lanza era esa, pero "ya después Washington ordena que
no solamente se crearan esos grupos sino también de artistas, de
profesionales de diferentes ramas…, en fin, los de corte político",
rememora Moisés, quien fuera primer vicepresidente del llamado
Comité Cubano Pro-derechos Humanos surgido por aquel entonces.
Aunque le organizaron una visita
a Costa Rica, el destino real fue EE.UU., donde lo contactaron
varios mercenarios.
"Estuvimos un tiempo tratando de acordar cómo haríamos y además
escuchando las órdenes de los amos: me refiero a la Sección de
Intereses de Estados Unidos, que ya funcionaba aquí en La Habana
como centro de diseño y dirección de la contrarrevolución", asegura
este hombre de hablar sereno.
El contexto era propicio. Los acontecimientos en Europa en las
décadas de 1980 y 1990 fueron caldo de cultivo para esos grupúsculos
tras colapsar el campo socialista. "Se intenta fabricar un cierto
paralelismo en Cuba", expresa.
Moisés mirará directamente a los ojos de sus hijos,
quienes quizás no entendieron en algún momento su distanciamiento de
las reuniones de padres en la escuela o su aparente apatía.
Fue "un periodo en el que los funcionarios venían de Europa del
Este para ‘la gran ofensiva’", como si se tratara de la estocada
mortal contra el socialismo cubano.
"Yo participaba en reuniones con los norteamericanos y con la
cúpula de la ‘disidencia’, en las que se pronosticaba que esto se
iba a pique, que faltaban días para el derrumbe de la Revolución, y
hasta festejaban por adelantado", recuerda Moisés, ya en ese
instante Vladimir para los Órganos de la Seguridad del Estado, y a
quien le habían confiado la misión de penetrar el mundillo de los
que dicen pertenecer a una oposición política, pero que en realidad
–según confiesa este trabajador aduanero--, en la mayoría de los
casos, cuando tienen "el primer chance, lo que hacen es irse del
país, o en el tiempo de espera hacerse de dinero".
Incluso, dice, "mi casa sirvió para varias reuniones". Uno de
esos encuentros fue una denominada "cumbre paralela" a la
Iberoamericana que transcurría en La Habana. Se trató de aprovechar
la presencia de los presidentes "para regalar una imagen de que
teníamos una oposición organizada".
De acuerdo con el criterio de Moisés, la SINA ha sido ‘el
laboratorio’ donde se formuló "‘químicamente’ lo concerniente a ese
movimiento de supuestos defensores de ‘derechos humanos’. Ellos
fueron los padrinos de cada proyecto del experimento, como la
llamada Concertación Democrática Cubana, la Coalición Democrática
Cubana, el Concilio Cubano, La Patria es de todos, Todos Unidos…,
siempre con un fin: tratar de unir a la contrarrevolución".
Con la mente tranquila, Moisés con su familia,
recibe el reconocimiento del pueblo.
Sin embargo, "cada grupo tenía una característica diferente",
narra Moisés al especificar que "lo mismo podían ser de dos
personas, que de tres, cuatro o diez", y a tenor con eso "nos daban
una orientación, órdenes para cumplir".
En su opinión, con el paso del tiempo y los pocos resultados que
obtuvieron "se habrán dado cuenta que planificaron algo que al final
les salió mal".
DE TURNO EN LA OFICINA
Cuando piensa en esas cosas, Moisés dice que para él la Sección
de Intereses de EE.UU. en La Habana es además, como "un lugar
tenebroso".
Desde el año 1988 hasta el 2005, tuvo relación con todos los
jefes y funcionarios que pasaron por la Oficina. "Ha habido
diferentes administraciones en Washington que han levantado un poco
más o menos la parada con relación a la agresividad contra la
Revolución cubana y, por supuesto, quien estuviera de turno recibía
las orientaciones, y a partir de ahí trabajaba con nosotros".
Recuerda que "en 1992 vino a La Habana Vicky Huddleston como
enviada del Departamento de Estado para ‘conversar’ con la Comisión
Cubana de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional en busca de
apoyo a la recién firmada Ley Torricelli".
"La reunión se hizo ---explica --- en la oficina del jefe de la
SINA y participamos los cuatro miembros que presidíamos la
estructura de la comisión. El objetivo que traía ella era lograr que
nosotros nos pronunciáramos a favor del bloqueo; querían que se
justificara esa guerra económica de Estados Unidos contra nuestro
país, especialmente ante la opinión pública internacional".
En esa coyuntura fue que Moisés conoció a Vicki Huddleston,
"posteriormente jefa de la SINA. Aquello fue un adelanto de lo que
sería su mandato. Bastante fuerte, por cierto".
A partir de ahí tuvo también ‘la oportunidad’ de relacionarse con
Robin Diane Mayer, segunda Secretaria Político Económica de 1994 a
1996; Timothy Zúñiga Brown, primer Secretario Político Económico
entre 1997 y 1999 y Victor Vockerodt, con igual cargo que Diane en
la etapa 1999-2002, y Steven Rice, vicecónsul de 1995 a 1999.
"Por ejemplo, el período de Mayer coincidió con el surgimiento
del Concilio Cubano, que para mí fue el momento en el que en la Casa
Blanca se empeñó más, porque presumía que ya era el fin de la
Revolución. Y pensaron crear una cabeza de playa con un líder o con
un liderazgo en los grupúsculos de ‘derechos humanos’, en el plano
interno".
Eso fue alrededor del año 1995. Para entonces la SINA "logra
crear artificialmente entre nosotros, y con mucho esfuerzo, algo así
como una unión de distintas organizaciones. Ellos decían que
numéricamente eran como 300, pero físicamente no llegaban a 150".
Pero había que hacer un informe, mandar un papel; no importaba
que las estadísticas estuviesen alteradas con congregaciones
fantasmas. La matemática no podía fallar: "mientras enviáramos más
reportes de agrupaciones, más nos pagaban, más dinero mandaban".
Sustento financiero que "estuvo directamente ligado a los grupos de
la mafia de Miami, utilizados por el gobierno norteamericano para
canalizar las grandes sumas de dinero".
Al pasar cuenta sobre algunos de aquellos funcionarios de la SINA
a los que accedió, Moisés señala que la diplomática "Robin Diane
Mayer, quien venía de Europa del Este, era toda una especialista".
"Estoy seguro ---añade--- que su gobierno apostó por ella en ese
objetivo de acabar con la Revolución".
Sin embargo, la Mayer, que había llegado con los vientos que
soplaban por el derrumbe del socialismo europeo, "se tuvo que ir sin
cumplir su encomienda".
Le sucedió Zúñiga Brown. Vino "con un ‘buen’ expediente" y
presuntamente listo para "realzar una oposición cuando buena parte
de sus integrantes se habían ido"; incluso, debía "tratar de
aguantar la estampida que se produjo por medio del Programa de
Refugiados, que ellos mismos inventaron para estimular el trabajo de
la contrarrevolución en Cuba".
La SINA le costeó el viaje de Moisés a EE.UU.
en 1999.
Brown, pese a que tampoco pudo hacer mucho, mantuvo una gran
actividad con los grupúsculos durante su estancia de dos años en La
Habana. "El nivel de relaciones que tuvimos fue amplio. Ya al final
de su estadía aquí como primer Secretario Político Económico de la
SINA es que él me propicia que vaya a Estados Unidos", con la
coartada de que "yo iba a Costa Rica a un curso en el Instituto
Interamericano de Derechos Humanos, el cual tenía vínculos con la
Comisión Cubana de Derechos Humanos".
El propio diplomático –o mejor dicho, la SINA-- le costeó el
viaje a Moisés en 1999, pero, ¡qué curioso!, no fue a San José,
porque lo mantuvieron todo el tiempo en Estados Unidos, de acuerdo
con la agenda de trabajo previamente concebida.
Eso le permitió reencontrarse "con varios contrarrevolucionarios
cubanos que habían emigrado hacia aquel país como Ricardo Bofill,
Adolfo Rivero Caro, y otros que conformaban la palestra de
grupúsculos en Miami. Y un detalle: si los grupúsculos de La Habana
están divididos, los de Miami también lo están; incluso, desde allá
mandaban a los de Cuba a seguir cada uno por su lado", explica
Moisés.
Sucede que tanto dentro como fuera de la Isla, la causa principal
de la fractura de esos grupúsculos es la ambición de protagonismo y
dinero. Precisamente, fue uno de los motivos de la pelea entre
Elizardo y Bofill. Se fajaron por unos dólares y destruyeron la
primera Comisión de Derechos Humanos.
Rememora que durante ese viaje a EE.UU. también logró establecer
relaciones con la organización Freedom House, a la que pertenecía el
agente de la CIA Frank Calzón (actualmente director ejecutivo del
Centro para una Cuba Libre), que había aprobado entonces un
presupuesto de 49 000 dólares destinados a la supuesta ayuda a
presos y sus familiares, así como para sufragar los gastos de la
denominada Comisión Cubana de Derechos Humanos y Reconciliación
Nacional.
También Moisés se reencuentra con Robin Diane Mayer –quien para
ese momento ocupaba un puesto importante dentro del gobierno
estadounidense-- y además, conoce a Victor Vockerodt, luego nombrado
en la SINA, para tratar "de armar la ya desmoralizada y diezmada
contrarrevolución".
Justo con la presidencia de George W. Bush en la Casa Blanca se
recrudeció mucho más la política de subversión contra Cuba, que
halló en James Cason (2002-2005) a uno de sus principales ejecutores
en La Habana. "Permaneció aquí como jefe de la SINA parte del
mandato de Bush, y su accionar resultó bastante agresivo".
Con el nombrado cabo Cason "es cuando se hacen las grandes
reuniones de la contrarrevolución en la casa de un jefe de la SINA",
comenta Moisés al mencionar uno de los hechos más repugnantes de los
que fue testigo. "En el año 2004 ---dice--- se imita una votación
para las elecciones presidenciales en la residencia de Cason. Los
que asistimos parecía como si nos hallásemos en Estados Unidos.
Había un clima allí de agresividad, de odio hacia a la Revolución
cubana bastante peligroso. Se le dieron vivas a Bush en algún
momento de la noche, y casi todos los presentes votaron a favor de
su reelección como presidente".
Moisés aún conserva un pase permanente de entrada a la SINA,
firmado por el segundo jefe de la Sección en aquellos momentos. "Yo
podía ir cuantas veces quisiera. Tenía la oportunidad de ser
atendido, solamente por mi expediente histórico como
‘contrarrevolucionario’: esa era la garantía".
ESENCIAS DEL MERCENARISMO
Grupúsculos o individuos contrarrevolucionarios como los que tan
bien conoció Moisés, resultan piezas indispensables para echar a
andar la maquinaria de subversión promovida por distintas
administraciones de la Casa Blanca. Ellos constituyen el sustento de
esas campañas de descrédito contra la Revolución, que justifican la
hostilidad contra Cuba. Es una estrategia que se mantiene y se
acrecienta.
El pasado 23 de febrero, un comunicado del presidente Barack
Obama no escatimó adjetivos para exaltar a la contrarrevolución y a
su vez, manipular el primer aniversario de la muerte de un recluso
que había sido sancionado por delitos comunes, y a quien Washington,
el sector más recalcitrante de Miami y Europa convirtieron en
‘disidente’ con el apoyo de los medios de desinformación al servicio
del imperio.
Obama ignoró el alerta que desde el 15 de abril del 2009 le
hiciera el actual jefe de la SINA, Jonathan Farrar, cuando comunicó
al Departamento de Estado su evaluación –revelada hace poco por un
cable de WikiLeaks- de que la llamada disidencia está desconectada
de la vida del país, sin influencia en las generaciones más jóvenes,
y que son prácticamente desconocidos fuera del círculo de los
diplomáticos extranjeros y la prensa.
"Esos grupos –apunta Moisés-- han sido los principales
interlocutores y los ‘informantes’ hacia el exterior en el más
reciente capítulo de manipulación montado en torno a la Isla, y que
tiene como protagonistas a presos y personas ligadas a esa
"disidencia" que deciden hacer huelgas". Pese a que ha estado en
juego la vida humana, la Casa Blanca ha visto la posibilidad de
fomentar con ese tema una megacampaña contra nuestro país.
Aunque no es solo eso. Para Moisés resulta una verdad
incuestionable que a los integrantes de esa denominada oposición
"mientras más digan lo que afuera quieren escuchar, les pagan más y
mejor".
En su retrospectiva vuelve a retomar anécdotas sobre su visita a
Estados Unidos. "Estuve en los estudios de Radio Martí", apunta,
donde participé con Emilio San Román --quien entonces presidía las
transmisiones hacia Cuba en la emisora--, en una reunión". Lo que se
abordó en ese encuentro no daba margen a dudas: el sustento del
medio anticubano radicaba en la cantidad de información que fluyera
de la Isla, cuanto más tergiversada mejor. En temas de manipulación
ellos han sido históricamente "muy buenos", puntualiza.
"Además, Radio Martí responde a un presupuesto que sale del
gobierno norteamericano, y está destinado a pagar las acciones que
justifican las agresiones contra nuestro país", añade.
En otro momento del diálogo, Moisés se refiere a la manera en que
fueron acuñados los términos de ‘preso político’ o ‘prisionero de
conciencia’. Eso –dice-- "se lo ‘vendieron’ a Elizardo Sánchez,
porque la llamada Human Rights Watch ha incorporado este lenguaje
para tratar de diferenciar y justificar a los prisioneros
contrarrevolucionarios, dándole la nomenclatura de que ‘por pensar’
están en la cárcel, y eso no es verdad. Ellos reciben grandes sumas
de dinero por lo que hacen y además, gozan del beneficio de poder
irse para Estados Unidos al pasar esta ‘prueba’. Ese es el premio
final.
"Por cierto, muchos de los que se fueron por esa vía, se
convirtieron luego en uno más del montón, y se percataron que no es
tal la ayuda ni el apoyo. Es más, allá no le dan la misma
importancia que cuando estaban en Cuba, porque al irse ya no le
reportaban ninguna ganancia al gobierno estadounidense. Pasaban a
ser como un cero a la izquierda, una especie de mercancía de
segunda".
En más de 25 años como agente de la Seguridad del Estado, Moisés
Rodríguez Quesada (Vladimir) tuvo la posibilidad "de haber conocido
a casi todos, para no decir a todos, los que han estado metidos en
el negocio de la contrarrevolución en Cuba. Si la SINA es el Cuartel
General, la casa de El Camaján, por ejemplo, es como la embajada de
esa contrarrevolución, lo sé porque viví ahí durante seis años.
"Elizardo siempre ha tenido muchas ansias de poder. El hecho de
que manejara listas de reclusos, mapas con el lugar exacto de las
prisiones, le daba una aparente actualización sobre el tema de los
derechos humanos en Cuba. Esa fue la tarea fundamental que la SINA
le dio desde el principio.
"En una ocasión corrió el rumor de su posible doble identidad.
Decían los norteamericanos que les había llegado que podía ser de la
Seguridad cubana, sin embargo sostenían que eso no les interesaba,
lo importante para ellos eran los informes que hace para Ginebra,
por supuesto con el objetivo de condenar a Cuba por supuestas
violaciones de derechos humanos. Todavía hoy Elizardo sigue siendo
la fuente de información más ‘confiable’ de la SINA en este tema."
"La contrarrevolucionaria Martha Beatriz Roque le pidió en una
ocasión a Elizardo durante una reunión, que la impulsara en el mundo
de los grupúsculos y le dijo: ‘Me hace falta que me ayudes a
escalar’. Ella siempre ha buscado el protagonismo; pensó que una
Asamblea de mercenarios le resolvería el problema para el resto de
sus días, que obtendría grandes sumas de dinero, incluso a cada rato
saca un proyecto diferente. Es una mujer que ha pretendido hacerle
mucho daño a la Revolución cubana.
"Y así es todo. Pienso que en estos años los métodos utilizados
han cambiado, han sufrido como una metamorfosis, pero la esencia ha
sido siempre la misma: lacerar el prestigio de la Revolución, hacer
creer que aquí existe una oposición, y eso es mentira."
Moisés sabe también que esos asalariados "lo primero que buscaban
era un aval político para presentarlo en el Programa de Refugiados
de la SINA, que al final se convirtió en un boomerang: pretendieron
estimular a la contrarrevolución, pero a la vez los principales
cabecillas o buena parte de ellos se fueron por esta vía. No
conocí a uno realmente sincero. Todos tenían la esencia del
servilismo, del anexionismo y del mercenarismo".
EL ÚLTIMO ROUND
Moisés finalmente logró la "descompresión", como él mismo resume
tantos años de pasar por otro y de sentirse ajeno. A partir de ahora
mirará directamente a los ojos de sus hijos, quienes quizás no
entendieron en algún momento su distanciamiento de las reuniones de
padres en la escuela o su aparente apatía. Sus vecinos y compañeros
de trabajo también dejarán de evaluarlo como "el tipo medio raro" y
vuelve a la piel que siempre fue suya, aunque la llevara escondida.
A sus 50 años recibió "esta alegría inmensa", confiesa.
Coincidentemente su identidad se revela en las cercanías que
otros aniversarios 50 se festejan: en abril, la victoria del pueblo
en Playa Girón y en junio, las cinco décadas del Ministerio del
Interior. Moisés el hombre forjado en el combate silencioso me
sonríe. Parece un adolescente feliz, semejante a aquel que un día
estudió en la vocacional Lenin y que en este preciso minuto de los
reconocimientos recuerda que "la Lenin y el agente Vladimir tienen
mucho que ver", y une a esa idea otra que le brota urgente: "Fidel
nos regaló esta escuela, eso para mí tiene un valor excepcional,
porque ese fue el mayor regalo que me hizo en la niñez, en la
juventud y en la adolescencia, esta formación fue realmente motor
impulsor, fue la constante para que yo siempre tuviera presente
estos años de la Lenin".
¿Lo más difícil?, pregunto en el round final de nuestro
encuentro.
"Que me viesen como lo que no era. Me ocasionó disgustos y
tristeza. Pero ya estoy con la mente tranquila, porque además sé que
en este minuto otros cubanos pudieran estar haciendo lo mismo. Mi
país jamás estará desprotegido."
ADUANEROS RECONOCEN A MOISÉS
Para Moisés Rodríguez Quesada continúan las emociones. En
la mañana de este lunes recibió el reconocimiento del sector
al que pertenece: la Aduana General de la República de Cuba.
José Luis Muñoz Toca, jefe de la Aduana en el Aeropuerto
Internacional José Martí expresó la admiración de sus
compañeros de trabajo y dijo que su ejemplo en el
cumplimiento del sagrado deber de defender a la patria debe
servir a todos los cubanos, especialmente a los jóvenes.
En lo adelante, según se planteó, Moisés tendrá nuevas
misiones: su desempeño como jefe de turno de Enfrentamiento
en el Aeropuerto, lo colocan en la primera línea de combate
y salvaguarda de nuestra soberanía.
Gladys Bejerano, vicepresidenta del Consejo de Estado,
Víctor Gaute, miembro del Secretariado del Comité Central y
el vicealmirante Pedro Pérez Betancourt, jefe de la Aduana
General, participaron en la ceremonia. |
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