La invulnerabilidad militar, una
vez alcanzada, solo podrá mantenerse con su constante
perfeccionamiento
(Discurso pronunciado
por el Segundo Secretario del Comité Central del Partido y Ministro
de las FAR, General de Ejército Raúl Castro Ruz, en el acto por el
aniversario 45 de la fundación del Ejército Occidental, efectuado
en San José de las Lajas, La Habana, el 14 de junio de 2006, Año
de la Revolución Energética en Cuba)
Compañeras y
compañeros
Cuarenta
y cinco años después de aquel 1961 decisivo para la Revolución,
sentimos la doble satisfacción de contar con el Comandante en Jefe
de siempre, y de haber sido consecuentes con el principio que resume
esta afirmación suya: "No bajaremos la guardia ni un minuto.
No descansaremos un minuto en el trabajo de organizar la
defensa".
Así afirmó Fidel, el
20 de enero de 1961, ante los miles de milicianos habaneros que
regresaban de enfrentar, junto a los del centro y el oriente del
país, a las bandas fomentadas por el imperio en las montañas de la
región central, en la entonces provincia de Las Villas.
La Revolución ya había
dado pruebas palpables de que armar al pueblo estaba lejos de ser
una consigna. Era una realidad que crecía ante los ojos del
enemigo, como pudo comprobarlo en su propia piel apenas tres meses
más tarde.
Playa Girón marca un
hito crucial en la decisión de enfrentar al imperio con las armas
en la mano. A sus combates se asocian los días del Miliciano, de la
DAAFAR y del Tanquista, y poco antes o después de esa gran
victoria, nacieron los ejércitos Central, el 4 de abril; el
Oriental, el 21 del mismo mes; y el Occidental, el 14 de junio. Unos
días antes, el 6 de junio, fue creado el Ministerio del Interior.
Han sido estos, por tanto, meses de muchas y muy justificadas
celebraciones.
Están aquí los
Comandantes de la Revolución Juan Almeida, Ramiro Valdés y
Guillermo García, fundadores de estas instituciones mencionadas y
protagonistas excepcionales de aquellos acontecimientos, y el que
les habla, que algo hizo por el Ejército Oriental en aquellos
días.
También están
presentes los jefes actuales, generales de cuerpo de ejército
Leopoldo Cintra, Ramón Espinosa y Joaquín Quintas. Pienso que en
ellos se sienten representados todos nuestros combatientes, tan
firmemente unidos como lo estuvieron en 1961 y lo estarán siempre.
Por feliz coincidencia
histórica, también conmemoramos hoy los aniversarios del
nacimiento de dos grandes hombres, el 161 del Lugarteniente General
Antonio Maceo y el 78 del Comandante Ernesto Che Guevara, por lo que
se funden simbólicamente en este acto las tres etapas de un mismo
Ejército: el Mambí, el Rebelde y las FAR.
LOS CUBANOS ESTAMOS
CONSCIENTES DE QUE SIN EL ESFUERZO SOSTENIDO DE NUESTRO PUEBLO PARA
CONSOLIDAR LA CAPACIDAD DEFENSIVA DEL PAÍS, HACE MUCHO TIEMPO QUE
HABRÍAMOS DEJADO DE EXISTIR COMO NACIÓN INDEPENDIENTE
Los cubanos estamos
conscientes de que sin el esfuerzo sostenido de nuestro pueblo para
consolidar la capacidad defensiva del país, hace mucho tiempo que
habríamos dejado de existir como nación independiente.
Consecuente con ese
principio, el 15 de julio del 2003 nuestro Partido, representado por
el Pleno de su Comité Central, presidido por su Primer Secretario,
luego de un profundo análisis del momento en que vivíamos y de los
escenarios que podrían presentarse en un corto plazo, nos llamó a
todos a incrementar cuanto hacíamos para fortalecer la defensa.
El momento no podía ser
más complejo. El gobierno de los Estados Unidos vivía la euforia
triunfalista de una supuesta victoria fulminante en Iraq. Esa
ilusión, apoyada por una gigantesca campaña de propaganda basada
en mentiras, confundió en aquel entonces a buena parte de los
ciudadanos norteamericanos y a muchos otros en el mundo.
Aun cuando el movimiento
popular contra la guerra se manifestó con fuerza en algunas partes,
la política agresiva del imperio contaba en ese momento con el
respaldo de su población, y así lo reflejaban las encuestas.
Muchos incautos vieron
aquella guerra como parte de la supuesta cruzada contra el
terrorismo. No se percataron que en realidad se trataba de una
acción coherente con los propósitos imperialistas de hegemonía
planetaria, de otro esfuerzo dirigido a controlar fuentes de
materias primas esenciales, en particular de combustibles; un nuevo
intento, a la vez, de echar mano al viejo esquema de la guerra para
superar la crisis económica; y también, no precisamente en último
lugar, satisfacer las ansias de utilidades de los grandes consorcios
transnacionales.
En esas condiciones
favorables a sus intereses, resultaba obvio que los halcones del
imperio consideraban la posibilidad de ajustar cuentas a quienes
significaban un obstáculo a sus sueños de dominio mundial, y
evidentemente Cuba, por razones más que conocidas, podría estar
entre los primeros puestos en la lista de los blancos inmediatos.
El respaldo cada vez
mayor de esta Administración norteamericana a los grupos de extrema
derecha de origen cubano asentados en Miami, así como la
multiplicada incitación a sus mercenarios del patio desde la propia
Oficina de Intereses de Estados Unidos en La Habana, junto al
incremento de las provocaciones y actos terroristas como el
secuestro de embarcaciones y aviones civiles, acompañados por el
despliegue de grandes campañas mediáticas, eran claras señales de
tales propósitos agresivos.
A lo anterior se unió
una coyuntura económica sumamente difícil para el país, al
combinarse el aumento de los precios del petróleo tras la invasión
a Iraq, con la caída sufrida por el turismo como consecuencia de
los atentados del 11 de septiembre del 2001 y el descenso
estrepitoso de los precios del azúcar hasta niveles que hacían
sencillamente insostenible su producción en muchos lugares de la
Isla.
Nada de eso nos
amilanó. Siguieron adelante, junto a otras importantes tareas de la
Revolución, los programas de la Batalla de Ideas dirigidos a
perfeccionar la educación, la salud, la asistencia social, la
cultura, el deporte, en fin, la calidad de vida del pueblo.
Los recursos para ese
milagro no provinieron de ningún fondo misterioso. Salieron del
ingenio creador, el talento y el trabajo organizado y entusiasta de
nuestro pueblo. De esa misma fuente proceden los que han permitido
fortalecer de manera considerable la defensa del país.
NUESTRA SEGURIDAD EN
LA VICTORIA SE SUSTENTA EN LA SANGRE DE LOS COMPAÑEROS CAÍDOS Y EN
LOS RÍOS DE SUDOR VERTIDOS POR MILLONES DE CUBANOS
Detrás de la
afirmación del Comandante en Jefe de que Cuba es hoy prácticamente
invulne
able a una agresión
militar, hay muchas horas de análisis desapasionado acerca de las
fortalezas y debilidades de nuestro probable enemigo, al igual que
de las posibilidades de enfrentarlo mediante las vías y métodos
más adecuados para un pequeño país como el nuestro, que no
dispone de grandes riquezas naturales, pero sí del extraordinario
caudal de moral revolucionaria y conocimientos de sus hijos.
Nuestra seguridad en la
victoria se sustenta en la sangre de los compañeros caídos y en
los ríos de sudor vertidos por millones de cubanos a lo largo de
varios decenios, y particularmente en los últimos años, quienes
han trabajado para hacer realidad nuestro principal objetivo de
evitar la guerra.
El terrible avispero en
que se convertiría cada rincón de nuestro país, repito, el
terrible avispero en que se convertiría cada rincón de nuestro
país, causaría al enemigo un número de bajas muy superior al que
la opinión pública norteamericana estaría dispuesta a admitir.
Justo es recordar que en
esas circunstancias extremas, como en tantas otras vividas a lo
largo de 45 años de agresiones de todo tipo, no hemos visto ni
vemos al pueblo de los Estados Unidos como a un enemigo, todo lo
contrario.
El pasado mes de abril
iniciamos, por el oriente del país, visitas de varios días de
duración a los territorios de los tres ejércitos, en compañía
del Comandante de la Revolución Juan Almeida y jefes principales de
las FAR, la última de las cuales concluyó la pasada semana en el
Ejército Central.
El objetivo fue
comprobar directamente en el terreno el cumplimiento de los acuerdos
del Pleno del Comité Central al que hice mención al inicio de mis
palabras y de las decisiones del Comandante en Jefe derivadas del
Ejercicio Estratégico Bastión 2004.
Puedo afirmar con total
conocimiento de causa, que si importantes fueron los incrementos
logrados en la capacidad defensiva del país hasta esa fecha, desde
entonces se multiplicaron apreciablemente el esfuerzo y sobre todo
los resultados.
Fue de conocimiento
público, hasta donde resultó aconsejable, las largas jornadas que
dedicó el Comandante en Jefe a Bastión 2004, las que se
extendieron incluso varios días después de la culminación oficial
del Ejercicio.
La puesta en práctica
de las decisiones derivadas de ese detallado análisis, que
permitió resumir las conclusiones a que arribaron cientos de
órganos de dirección y mando, significaron un salto cualitativo
considerable en la capacidad defensiva del país. Y no me refiero
solo a las cuestiones vinculadas directamente con la lucha armada.
Tan importantes como ellas son las medidas que ya se venían
adoptando en los terrenos económico y político social.
Del gran taller de
trabajo colectivo dirigido por nuestro Jefe, surgieron soluciones a
la vez racionales, creativas y audaces, que permitieron dar
respuestas inmediatas a muchos importantes problemas que nos
preocuparon durante un largo tiempo.
Conscientes de que el
hombre es el componente fundamental de nuestro poderío defensivo,
se ha prestado particular atención a la preparación del personal.
No solo se perfeccionó la instrucción de las tropas. En apenas
tres años, suman miles los dirigentes y funcionarios civiles que
han actualizado los conocimientos sobre sus deberes respecto a la
defensa.
Los centros de
enseñanza militar, esta Brigada-Escuela donde nos encontramos, y
otras similares existentes en todas las regiones militares que
conforman los tres ejércitos, siguen desempeñando un decisivo
papel en el logro de ese importante objetivo.
También fueron
reelaborados todos los planes de defensa, desde la nación hasta la
zona de defensa, para ajustarlos a las nuevas realidades y a las
particularidades de cada lugar concreto, a partir de los nuevos
conceptos desarrollados.
Tal como ha ocurrido
invariablemente a lo largo de nuestra historia revolucionaria, y
especialmente en los momentos de peligro, al mencionar a quienes
hicieron posible estos resultados, no puede hablarse por separado de
militares y civiles, pues como siempre todos trabajamos
estrechamente unidos.
No podía ser de otra
forma. La guerra de todo el pueblo está lejos de ser una simple
concepción teórica, es una realidad presente cotidianamente en
cada tarea dirigida a fortalecer la defensa del país.
Trabajadores del
Ministerio de la Construcción y de las entidades del Poder Popular,
tropas ingenieras y constructores militares han construido cientos
de kilómetros de túneles y otras obras fortificadas; patriotas con
uniforme o sin él, pertenecientes a otros organismos de la
administración central del Estado, han unido esfuerzos en el
desarrollo de las comunicaciones y en la modernización y
producción de medios de combate, tarea esta última que ha
permitido, con una racional inversión de recursos materiales,
elevar considerablemente sus cualidades combativas y sobre todo
hacerlas corresponder con el empleo que prevemos darles, a la vez
que permitieron reanimar una parte de la industria nacional y
demostrar las importantes potencialidades existentes en esos
colectivos obreros.
Ha sido así también en
las tareas dirigidas al desarrollo económico y social del país. Me
limitaré a mencionar algunos ejemplos notables, como el importante
aporte de los combatientes del Ejército Juvenil del Trabajo durante
decenas de años, el del numeroso grupo de oficiales de las FAR que
han contribuido a agilizar el flujo de mercancías desde los puertos
hasta su destino, o el que realizan también en estos momentos las
empresas constructoras militares, junto a los trabajadores del
Ministerio de la Construcción y del Instituto Nacional de Recursos
Hidráulicos, en los grandes trasvases que se construyen en el
oriente y más adelante se continuarán en el centro de la Isla, que
permitirán mover grandes volúmenes de agua hacia las regiones
tradicionalmente más afectadas por la sequía en las provincias de
Holguín, Las Tunas y Camagüey.
Los importantes
resultados alcanzados en la preparación para la defensa del país
son un nuevo punto de partida para continuar avanzando. Esta es una
tarea que ha demandado y permanentemente requerirá años de
esfuerzo sostenido, máxime cuando la situación internacional puede
transformarse radicalmente en apenas unos días. La invulnerabilidad
militar, una vez alcanzada, solo podrá mantenerse con su constante
perfeccionamiento.
Más que de recursos —de
los que también se ha ido disponiendo de forma creciente—, en el
fortalecimiento de la defensa han sido decisivos el trabajo creador,
la inteligencia, la moral y la conciencia revolucionaria del pueblo
y de sus dirigentes en todos los niveles e instituciones.
ÚNICAMENTE EL
PARTIDO COMUNISTA, COMO INSTITUCIÓN QUE AGRUPA A LA VANGUARDIA
REVOLUCIONARIA Y GARANTÍA SEGURA DE LA UNIDAD DE LOS CUBANOS EN
TODOS LOS TIEMPOS, PUEDE SER EL DIGNO HEREDERO DE LA CONFIANZA
DEPOSITADA POR EL PUEBLO EN SU LÍDER
Los más de 47 años
transcurridos desde el Primero de Enero de 1959, demuestran
fehacientemente que a los millones de cubanos dispuestos a defender
la Revolución hasta las últimas consecuencias, no los mueve un
entusiasmo pasajero ni el fanatismo político, sino una confianza
basada en la infalible prueba del tiempo y de los hechos, en la
profunda convicción de que el camino escogido es el correcto, y en
la imbatible unidad nacional.
Ahí está la clave de
nuestro poderío defensivo, de nuestra capacidad de resistir y
vencer las mayores adversidades. El enemigo lo sabe, por eso enfila
sus golpes a debilitarnos ideológicamente. Y lo hace, sobre todo,
con la vista puesta en el futuro, en un escenario que considera más
favorable a sus propósitos.
No olvidemos que han
diseñado una llamada transición hacia el capitalismo, apostando
por el fin de la Revolución cuando ya no esté su dirección
histórica. Para ello mantienen la denominada "Comisión para
asistir a una Cuba libre", con interventor norteamericano
designado y todo al frente, como en los buenos tiempos de las
cañoneras yanquis por América Latina.
Enfrentamos un enemigo
cuya tozudez y prepotencia lo lleva con mucha frecuencia a cometer
errores, pero ello no significa que sea tonto. Sabe que la especial
confianza que otorga el pueblo al líder fundador de una
Revolución, no se transmite, como si se tratara de una herencia, a
quienes ocupen en el futuro los principales cargos de dirección del
país.
Repito lo que he
afirmado en muchas ocasiones: el Comandante en Jefe de la
Revolución Cubana es uno solo, y únicamente el Partido Comunista,
como institución que agrupa a la vanguardia revolucionaria y
garantía segura de la unidad de los cubanos en todos los tiempos,
puede ser el digno heredero de la confianza depositada por el pueblo
en su líder. Para eso trabajamos, y así será, lo demás es pura
especulación, por no decir otra palabra.
Al igual que hemos
vencido en todas las batallas, tanto en Cuba como en cumplimiento
del deber internacionalista, venceremos al enemigo que intente
agazaparse en nuestras filas, consolidaremos cada vez más la
Revolución y nos haremos más fuertes en todos los frentes.
Indiscutiblemente las
circunstancias han cambiado mucho respecto a las existentes en julio
del 2003, cuando se realizó el Pleno del Comité Central que ya
mencioné.
Si en aquel entonces
entre el 90 y el 55% de la población de los Estados Unidos, en
dependencia de la pregunta que se le hiciera o la composición de la
muestra, apoyaba la política del señor Bush, hoy esa cifra no
supera, en el mejor de los casos, la tercera parte de los
ciudadanos, algo que podría poner a temblar hasta un concejal de
alcaldía.
La victoria relámpago
que hace tres años dieron por "misión cumplida" en Iraq,
se ha convertido en un laberinto sin salida visible y lleno de
atolladeros por todas partes. Incluso Afganistán, que parecía
pacificado —al menos las principales ciudades, que fueron
realmente las únicas que llegaron a controlar en cierta medida—
comienza a ser otro serio dolor de cabeza para el imperio y sus
aliados.
La economía
norteamericana pende cada vez más del endeble hilo de los gastos de
guerra, y si a ello se suma la desenfrenada impresión de dólares
con que tratan de hacer frente al creciente desbalance comercial y
presupuestario, cualquier pronóstico imparcial apunta a la debacle
tarde o temprano.
Por otra parte, son cada
vez más quienes en los propios Estados Unidos plantean un
reanálisis de la política hacia Cuba, incluidas algunas
importantes voces dentro de los militares norteamericanos.
Ciertamente, no parece
ser el escenario más apropiado para emprender nuevas aventuras
militares, pero tampoco pueden olvidarse las enseñanzas de la
historia. No sería la primera vez que una potencia imperialista, y
en particular los Estados Unidos, acude a la guerra como vía para
intentar la salida de una crisis interna de cualquier tipo.
No descartamos tampoco
que la prepotencia herida o la desesperación, pueda llevarlos a la
locura de iniciar una agresión militar contra Cuba, por
descabellado que pueda parecer.
Por eso es válido y
permanente lo expresado por el compañero Fidel en el Informe
Central al Primer Congreso del Partido:
"Mientras exista el
imperialismo, el Partido, el Estado y el pueblo, les prestarán a
los servicios de la defensa la máxima atención. La guardia
revolucionaria no se descuidará jamás. La historia enseña con
demasiada elocuencia que los que olvidan este principio no
sobreviven al error."
Así será, para que
siempre podamos gritar en las narices del imperio:
¡Viva Cuba libre!
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