(24 de febrero de 2006)
Símbolo de la intransigencia independentista
Orfilio
Peláez
pelaez@granma.cip.cu
El fin de las
hostilidades fue una simple tregua. Los patriotas cubanos que
permanecieron en el país después del fin de la Guerra de los Diez
Años y aquellos que marcharon a la emigración, mantenían vivos
los ideales de libertad e independencia enarbolados por Céspedes en
La Demajagua.
Pero existían viejos
rencores entre las grandes figuras que venían del 68, entre los
veteranos y la más joven generación, entre los que combatieron en
la manigua y los que permanecieron fuera del país.
Aglutinar a todos los
patriotas devino tarea de gigante y esa fue la misión histórica
que asumió José Martí, el hombre de pensamiento, el dirigente
político de estatura mundial, que como bien resaltó el doctor
Eusebio Leal en la Mesa Redonda Instructiva de ayer, supo levantar
con su prédica incansable el gran edificio de la unidad de la
Revolución.
El alzamiento del 24 de
febrero de 1895 marcó el comienzo de una revolución anticolonial,
antimperialista y antineocolonial. Martí no descansó un momento en
el empeño de preparar la Guerra Necesaria dentro y fuera de Cuba;
con visión enciclopédica supo advertir de los peligros que
representaba el incipiente expansionismo de los Estados Unidos para
la América Nuestra.
A 111 años de que Cuba
tomara las armas bajo la guía del Apóstol, sus ideas renacen con
mucha más fuerza en el cotidiano batallar de todo un pueblo frente
al voraz imperio que no ceja en sus empeños por destruir la
Revolución y ver hechos realidad sus viejas pretensiones de
anexarnos.
Si la guerra del 95
terminó con una intervención foránea que frustró el nacimiento
de la nueva República con que soñó Martí, los cubanos de hoy
retoman la fecha gloriosa del 24 de febrero como un símbolo de la
intransigencia independentista de nuestros próceres.
En el panel participaron
también el profesor Eduardo Torres Cuevas, la doctora María del
Carmen Barcia y el doctor Eliades Acosta.
|